[El continente del padre. Penínsulas de Paula Ilabaca]. Por Daniel Ahumada

Daniel Ahumada (Calama, 1995) nos presenta su lectura de Penínsulas, la publicación más reciente de la poeta Paula Ilabaca (Santiago de Chile, 1979); un libro que inaugura "la posibilidad de un nuevo imaginario en la poesía de Ilabaca que, a pesar de franquear estas fronteras diferentes, sigue tratando con los temas que han llamado a su escritura durante toda su obra, esta vez con una postura renovada y más reflexiva".

El continente del padre. Penínsulas de Paula Ilabaca

El último libro de Paula Ilabaca, Penínsulas, configura un nuevo desarrollo en el registro escritural de la poeta. Como una construcción retrospectiva de la infancia y el origen de la identidad, la experiencia se presenta desde la dimensión de las memorias de la niñez y el desprendimiento del hogar mediante el viaje, instalando un tono alejado de la energía gutural de sus poemarios anteriores para favorecer un trabajo más sereno y reflexivo. Las múltiples voces aparecen y se ahogan en el mar que rodea la experiencia, fragmentos que nos posicionan dentro de una vivencia donde el cuerpo intenta desprenderse de un terreno originario: el continente del padre.
Penínsulas toma el nombre del accidente geológico: una extensión de tierra desprendida de su cuerpo original, aislada por los márgenes del océano que se filtran en la infancia. Pero este terreno sigue ligado a dicho continente, ya sea en la memoria de los diálogos o escenas familiares que funcionan como un cordón umbilical al lenguaje del padre, o a través de la remembranza de la habitación que encarcela toda la escenografía de una voz en constante desdoblamiento y duda: fragmentos como islas que siguen unidas a su primer cuerpo.
La primera de sus tres secciones, “Golfos”, instala el presidio de la infancia y las imágenes del hogar. La voz anuncia su partida de estas tierras, el alejamiento de un lugar que se representa en la frase tierna de la madre y el deseo del padre. En tanto la familia toma la forma del eje de la experiencia de esta voz, pareciera que la dependencia del recuerdo y del ícono de la paternidad, es el mismo motor que impulsa la necesidad de la partida. El primer poema también presenta un concepto que aparecerá constantemente: las tres líneas que dictan “vas a vivir”; líneas sin nombre y que no remiten a ningún plano concreto, como trazas paralelas en el plano de la identidad.
En “Golfos” se describe un espacio reducido y enjaulado, donde se escuchan distintas voces que llaman a la prisionera a seguir su instinto de búsqueda y exilio. Un quiebre de la misma identidad, murmullo misterioso que llama y repite “hola, aquí estoy”. La familia o el hogar toma la estructura del encierro en la conciencia, solo como recuerdos velados donde la certeza de existir está en la vivencia de los ruidos. O en la escritura: “Me voy encerrando hasta que encuentro ese ritmo, ese jadeo preciso que soy yo”. Cuando la voz se atreve a salir de esta prisión que encierra las posibilidades de nombrarse, se inicia un viaje que recorre el vacío del lenguaje que inaugura la segunda parte de este recorrido.
“Canales de navegación” comienza desde la liquidez de la voz que ahora, sin una reclusión que defina su forma, adquiere la materialidad del mar y su desolación. La sintaxis se desintegra, al igual que la estructura que ordena la experiencia del poema. Las imágenes son fantasmagóricas, versificadas en el corte de la marea, siguiendo sus ritmos. El cuerpo llora, el cuerpo enmudece, el cuerpo se orina. Es en esta sección donde la voz y la dimensión mental de la persona se confunden en la transición de un espacio dependiente del lenguaje del padre a otro lugar aún no construido o encontrado. Es el in medias res del viaje, la separación aparente del continente originario: “Te hablo desde el fondo de mi propia agua / de mi propio estanque mullido cascadas”. La única imagen que sostiene esta transformación es aquel “niñito” que aparece recurrentemente como una estrella que direcciona y que, en su nombre, sostiene la posibilidad de finalizar el doloroso movimiento: una tabla que sostiene al hablante al borde del naufragio.
“Istmos” se presenta como una última etapa del viaje, pero pareciera que el recorrido es circular. La escritura vuelve a la prosa de “Golfos”, dando la misma estructura recluida en la reminiscencia que se instala en la primera sección del poemario. Pero el encierro toma una representación diferente donde la nueva figura paterna se confunde con el “Angelus” (referencia a su poemario anterior, La ciudad lucía). El ícono de un perro que se oculta, o los álamos de la infancia destruidos con el tiempo (pero que, como el graznido de los cuervos, pudieron nunca estar), dan cuenta de cómo este segundo lugar significa la presencia de la racionalidad como una expresión depredadora de la infancia (representada en la imagen de la luz, o la electricidad). Los ruidos bestiales y la vegetación se unen como una cadena de intrusos en la habitación de la voz (la base de la memoria familiar), específicamente en el recuerdo de una lengua que no puede superar la presencia del padre, a pesar del insistente intento de reunirse en una sola identidad: “Papá, soy yo en medio de todas estas religiones”.
Muchos conceptos merodean el sentido de Penínsulas quedando sin una solución definitiva. Ejemplos de estas nociones sin resolver pueden ser la presencia o posibilidad del “niñito” que también cumple un rol importante en la última etapa del poemario; o incluso la resolución de las tres “líneas” que parecen reducirse al final del poemario en el axioma “Padre / Padre / Padre” que se aísla en una última página solitaria y silenciosa. No es posible hacerse cargo de estos sentidos en el limitado espacio de esta reseña, pero ahí están latentes, esperando respuestas o preguntas.
Las siluetas extrañas y fragmentadas de la infancia en Penínsulas inauguran la posibilidad de un nuevo imaginario en la poesía de Ilabaca que, a pesar de franquear estas fronteras diferentes, sigue tratando con los temas que han llamado a su escritura durante toda su obra, esta vez con una postura renovada y más reflexiva. Una continuación deberá tomar estas imágenes y las problemáticas abordadas en Penínsulas y expandir el mundo oscuro e intrincado de una poesía que está abriendo nuevos terrenos para sí misma.

Daniel Ahumada González (Calama, 1995). Criado en Iquique. Profesor de Lenguaje de la Universidad Alberto Hurtado, miembro del Colectivo Traza y parte de Traza Editora. Ha publicado la edición cartonera Hibakusha (Nelumbo Cartonera, 2018) y la plaquette Niñas grises (Armatia Ediciones, 2018). Actualmente trabaja en su primer poemario.

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