[A desalambrar en tiempos de Google Maps: Territorio en disputa de Patricio Contreras N.]. Por Nicolás Meneses

El pasado sábado 3 de noviembre, en la comuna de Puente Alto, se realizó el lanzamiento de Territorio en disputa (Ediciones Punto G, 2018), plaquette de poesía de Patricio Contreras Navarrete. La presentación estuvo a cargo de Fanny Campos, editora de Ediciones Punto G, y Nicolás Meneses.
Para este último, Territorio en disputa “camina con quienes saltan las vallas, los torniquetes, las rejas y portones con ese grito que aun retumba en la cabeza de todos los desposeídos o que alguna vez lo fueron con rabia. Un 'A desalambrar' que invita al encuentro frontal entre pares, a la discusión, a la posibilidad, por esas calles que son una herramienta fundamental para las comunidades”.

A desalambrar en tiempos de Google Maps: Territorio en disputa de Patricio Contreras N.

Territorio en disputa, plaquette con que Patricio Contreras N., busca ampliar la propuesta de Calle abierta, libro publicado en 2016 por Ediciones Balmaceda Arte Joven, es un breve recorrido por la comuna de Puente Alto, seguramente la más poblada de Chile. A un buinense como yo, el entramado infinito de calles, parques, plazas, colegios, comercios, hospitales, ferias, flechas, orientaciones, sentidos de tránsito, semáforos y locaciones me sume en un vértigo monumental. De golpe entiendo que este merodeo del Pato, su retorno a la comuna que lo vio nacer tras instalarse en Valparaíso, implica algo más duro y caótico que la representación que genera el GPS de Google Maps con la que pude ubicarme y llegar hasta aquí, aparentemente.
“Fue una hermosa estación precordillerana
de quintas / y árboles / se juntaban en la plaza / al anochecer
se conocían. Eran 50 mil almas.
Hoy son más de 600 mil ¿Cachai o no?”
Empiezo con la cita de este poema de Pepe Cuevas, “Puente Alto / Colapsó”, por la rotundidad de su pregunta final: “¿Cachai o no?”. La pregunta nos sirve para hacernos una idea del Puente Alto del que nos quiere hablar Patricio Contreras N., del agujero negro que media entre esa estación precordillerana de 50 mil almas y el mayor centro urbano de Chile.
La poesía de Pepe Cuevas ya nos pone en contexto: un territorio ultrajado por la dictadura, asolado por la delincuencia y la droga, devorado por las inmobiliarias; una memoria colectiva empujada por el azote de las pantallas, la publicidad y las noticias de las nueve que inoculan la inseguridad en cualquier persona. La pregunta es: ¿Cómo sobreponerse al estigma del territorio?:
“No les doy este lugar para vivir mis guachos
aceite quemado / chunchules vienesas tiradas a la calle”.
Así se queja de nuevo el hablante de Poesía del American Bar, quizás el mismo Pepe Cuevas puteando por la bulla insufrible de la locomoción infernal. La comuna insoportable y sentenciada de Pepe Cuevas, que aparece en Territorio en disputa con la interrogante que se nos plantea en el poema “Herida abierta”:
“Para mí la calle es un libro abierto
pero para mi madre es un dolor de cabeza
un espejo roto en la habitación del pánico
un barrio peligroso” (22).
Me detengo en ese estigma de “barrio peligroso” que desplaza y aísla, tarja, separa, segrega y clasifica a las personas por su lugar de procedencia; donde hay colegios para pobres, barrios para no tan pobres, supermercados y almacenes con las mismas odiosas y tácitas clasificaciones. Una villa que no es lo mismo que una población o un barrio o un condominio. Calles donde uno tiene que pedir permiso para pisar, oler, respirar. Guardias que dan o quitan el visto bueno, privatizando el contacto, bloqueando el desplazamiento:
“Entre la población y el condominio
hay un potrero gigante usado
como basural de ocasión
y zona de juegos improvisada
para niños y niñas de la pobla” (15).
Los poemas de Territorio en disputa defienden esas arterias donde el miedo todavía no arrasa con los niños, intentan derribar con buldócer las cuatro paredes que alienan y encarcelan a jóvenes y asalariados, atacando la eufemística de la clase media y rescatando el gesto de la infancia libre que chapotea con las pupilas chispeantes:
“Donde dice: persona de esfuerzo
usted debe leer: explotado

Debe entender la clase media
como una ficción a la medida
de los explotados de ayer y hoy” (8).
Si leemos con ironía el apodo de Carlos Caszely, “el rey del metro cuadrado”, o una de las metáforas más memorables del relator de fútbol Claudio Palma: “Ahí, en la dictadura de los espacios, donde se hace difícil pensar”, podemos especular hasta qué punto el tema de la vivienda y el espacio es complejo para los chilenos.
“Esas viviendas sociales básicas
pensadas para familias numerosas
perraje obrero
piñitos de gente trabajadora
que a veces llegaban del campo a la ciudad
y en otras no tenían -literalmente-
donde caerse muertas” (19).
O es el ahogo del metro cuadrado o la algarabía de la calle donde no hacen falta retenes ni lomos de toro ni señaléticas ni gritos de padres y madres entrando a los niños. ¿Qué nos disputamos en este territorio?, ¿un par de metros cuadrados?, ¿dejamos que el estigma avance como una niebla venenosa sobre las calles y que el único lugar seguro y transitable y posible sean los pasillos de un mall con guardias 24/7? Desaprendamos el lenguaje maligno del dinero, nos dice el poema “Fábula horizontal”, tomémosle el pulso a las calles, haciendo de estas una fiesta; disputemos, con la implicancia de lucha que tiene ese verbo, la calle, abrámosla y hagamos de este lugar un territorio en el que valga la pena vivir sin rejas ni alambres ni sistema de alarmas vecinales.
“Cuesta saber de qué estamos hechos
cuántos lugares hay en nuestro cuerpo
qué contiene la inmaterialidad que favorece
la existencia y la continuidad de la literatura” (24).
Leemos los versos anteriores en “Territorios íntimos” y pensamos en la idea de tejido social que como una urdimbre se anuda a partir de afectos, las experiencias que montan esa red viva que sostiene una contracultura de resistencia / supervivencia única, la del pueblo. Territorio en disputa es una plaquette que camina con quienes saltan las vallas, los torniquetes, las rejas y portones con ese grito que aun retumba en la cabeza de todos los desposeídos o que alguna vez lo fueron con rabia. Un “A desalambrar” que invita al encuentro frontal entre pares, a la discusión, a la posibilidad, por esas calles que son una herramienta fundamental para las comunidades y hay que resguardar para transitarlas con el brillo chispeante de un mocoso huacho que ve en su rabia una nueva posibilidad.


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