[Espejear el vacío con el vacío. Apreciaciones sobre ejercicios vacíos, de M. Naranjo Igartiburu]. Por Carlos Leiton Tapia
El lenguaje, sus rodeos e intersticios en el ejercicio de la escritura: desde este foco enunciativo se propone el primer poemario de M. Naranjo Igartiburu, ejercicios vacíos; libro que se concentra en las interrogaciones que abordan dicho acto y proponen una antesala a las acometidas de sentido que buscan expandir una poética despojada de la necesidad de insistir en las referencias y formas comunes de entender lo verosímil o real. Devaneo escritural que concentra su potencia en la postergación de cualquier centro. Insinuaciones que dejan vibrando el eco, como también el aura de un acorde modulado en la insistente duda aforística.
El libro está compuesto de dos partes: “ejercicios vacíos” y “cuerpos en la penumbra”. La primera ahonda en la idea de vacío y las modulaciones escritas que dan cuenta de la imposibilidad de cualquier captura mediante el lenguaje:
a Nadie (…)”
La segunda parte presenta matices de presencia; de lo que no está modelado surgen preguntas, para luego, cuando ciertos cuerpos se hacen presentes, la visibilidad dé cuenta de su desgaste.
La escritura de Naranjo propone un ejercicio de desmontaje de los supuestos adheridos al lenguaje, como, por ejemplo, la función de representación con su consiguiente (y evanescente) confianza en las imágenes poéticas. Para esto se ejecuta una revisión que consiste en espejear el vacío con el vacío, en la primera parte, y en la segunda el vacío con los cuerpos:
no siendo nunca parte de esta
La palabra custodia el silencio,
no siendo nunca parte de este (…)
el pájaro espera el brote
la rama espera el vuelo”
Libro hermanado con las tentativas que van de Edmond Jabès a las escrituras de Maurice Blanchot, ambas situadas en el fragmento como un soporte que avanza en diversas derivas y digresiones, cuyo encuentro conforma una apertura o Libro, en el sentido de Jabès, que abre su libertad a partir de la forma aforística (Edmond Jabès, El libro de las preguntas). También se propician diálogos posibles con las escenas de desaparición que propone Juan Luis Martínez en La nueva novela. Ejercicios vacíos se adscribe a una tradición de desmontaje, de la que hay ejemplos diversos, pensando también en Adornos en el espacio vacío de Gustavo Barrera, o en la obra inclasificable de Georges Perec, Especies de espacios.
La escritura de Naranjo vela por una trascendencia gravitante a partir de los escombros de una tradición que apunta a ciertas certezas esencialistas. Por ende, sus afirmaciones tantean el terreno de la duda, espejean consigo mismas en un paréntesis de contrasentido, se alejan de lo escatológico para verse enfrentadas en lo que Jabès llamaría la verdad del libro o la verdad dentro del libro:
El desconocimiento se propaga en las certezas (…)
El Afuera y el Adentro
no tienen ninguna relevancia
Lo decisivo es la Puerta
tan distante
...................................tan cercana (…)
La respuesta no tiene lenguaje, se abre cuando se deja de preguntar (…)”
Naranjo acciona una manera de rodear el acto de escritura para situarse en lo que es previo a ella, en las ideas que rondan como fantasmas, da cuenta de lo que es impostura escritural al situar su ejercicio no en su verosimilitud, sino en el borde de toda certeza afirmativa que tiende a situar la cosa como la cosa. Borde de escritura que afirma que el libro no es la vida. Sin embargo, el lenguaje habita el universo del libro y expande un espacio posible. Siguiéndole así la pista a Jabès, cualquier afirmación, negación o pregunta, son actos conscientes que entran a un ruedo permitidas por las posibilidades del lenguaje a través de su existencia en el libro. Por ende, todo acto trascendente es un acto que existe allí donde lo permite la existencia del libro.
Esta escritura es consciente de sus herencias y autores hermanados, y los nombra haciendo de ellos un contrapunto que se aleja de la zona aforística para alcanzar algo semejante a un homenaje. Hay una labor de ensamblaje, de encadenar sentidos diversos, de reunir una comunidad de autores que respiran a través de las páginas mediante sus ideas y citas, encauzando sus inquietudes en un mismo lugar en que el texto materializa su aura.
Uno de los valores más relevantes del texto de Naranjo es la superación de un momento de evanescencia sensitiva y semántica, dando cuenta de ciertos trances que, al ser escritos, funcionan con la condena de la tachadura (Blanchot, El paso (no) más allá) y, por ende, con estos materiales de vacío, hacer una mixtura de aparición mediante la desaparición:
cómo decir
cómo decir
sin poseer
sin nombrar
...................................¿dejando ser a las cosas para
...................................que se muestren como son?
cómo evitar
esa violencia
esa......... separación
esa......... espera (…)
Lo invisible siempre ha estado a la vista,
por eso no lo vemos”
Una escritura desligada de las vivencias y de la confesión. Consciente de ser lejana de los objetos de la referencia a los que usualmente nos aproximamos para recibir una experiencia poética. Naranjo tantea esta antesala, esta manera de cuestionar las experiencias y situar el vacío en que solo tenemos palabras, apenas vislumbres que atisban algo intermitente, una exclamación vacía, un constante interrogar el envés de un objeto ausente.
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