[Un artefacto anómalo: El Libro de Joshua de Zachary Schomburg]. Por Tomás Morales
Zachary Schomburg es un poeta, narrador y artista nacido en Omaha, Nebraska, en el año 1977; actualmente reside en Portland, Oregon. Entre sus libros se cuentan la novela Mammother (2017) y los poemarios Pulver Maar (2019), Fjords vol 1 (2012), Scary, No Scary (2009), The Man Suit (2007), además de The Book of Joshua (2014), traducido por primera vez en Chile como El libro de Joshua por Sebastián Gómez y publicado por la editorial avencindada en Valdivia Komorebi Ediciones.
Lee a continuación una reseña escrita por Tomás Morales, además de tres poemas del libro con versión en castellano e inglés.
Por más extraño que resulte, algunos de los libros más interesantes editados en nuestro país son traducciones provenientes del extranjero. Ante el creciente interés por las escrituras foráneas y las luchas de poder entre editoriales y agentes por los derechos de publicación (muchas veces monopolizados sin mayor razón), algunos textos se logran colar y no se interesan por estos ruidos. El Libro de Joshua (2014; 2020), recientemente editado por Komorebi Ediciones desde Valdivia y traducido por Sebastián Gómez Matus, podría tratarse de uno de los textos más extraños y peculiares en el último tiempo.
Una búsqueda rápida del título remite al libro bíblico de Josué (llamado Joshua en inglés), que narra la llegada de los israelitas a la Tierra Prometida y cómo Yahvé cumple con sus promesas después que el pueblo judío obedece a sus órdenes. Josué es el sucesor directo de Moisés y quien dirige las labores de conquista de las tierras donde los israelitas se asentarían. Por supuesto la ruta bíblica resulta el camino más obvio para la escritura del libro, y su imaginario refleja el alejamiento de este relato (aunque Dios aparece en algunas ocasiones).
Las primeras dos partes, “Tierra” y “Marte”, pueden leerse como una serie de poemas interconectados o como un relato de ciencia-ficción desconcertante. Joshua, el interlocutor de estos textos (o quizás el mismo hablante que se desdobla y se desconoce constantemente), surge de las entrañas del hablante y es transformado en un robot, en una escena que puede remitir al origen del Astroboy de Osamu Tezuka:
Si el Doctor Tenma creó a Astroboy para suplir la ausencia de su hijo, el hablante construye a Joshua y se conecta físicamente con él, y es a partir de esta conexión que interactúa con el mundo que lo rodea. De acuerdo a las fechas que titulan los poemas de estas secciones, el hablante vive 35 años en el planeta Tierra (1977-2012), marcado por la muerte repentina de Joshua y la aparición de figuras y objetos extraños con los que interactúa:
Refrigeradores, ríos de sangre, cadáveres, caballos y teléfonos son otras imágenes que aparecen y reaparecen constantemente mientras los años pasan. La morbosidad de lo que el hablante percibe y realiza no sirven para crear una alegoría o metáfora más elaborada sobre un tema específico. Su atmósfera opresiva no da pie a una interpretación más profunda de sus intenciones. El hablante sigue su camino y registra lo que ve, como alguien podría escribir sus sueños sin ganas de indagar en el significado de cada cosa. Solo observa y reacciona acorde a la situación. Niega constantemente que sea Joshua mientras una extraña mujer anota lo que dice en El Libro de Joshua (entiéndase, el libro dentro del libro). Mientras se dirige a Marte en una nave espacial reflexiona: “¿Por qué no podemos vivir más de nuestras vidas adentro, donde estamos atados y sujetos? Algunos bebés se estrangulan solos. Nacer es un trauma lamentable. La vida es una lenta despedida” (49). Estas reflexiones sobre la paternidad son recurrentes a lo largo del texto, así como las imágenes representadas en la Tierra. Incluso el hablante da luz a su propio padre, e intenta repetir el experimento que hizo con Joshua, pero no tiene resultados: “El corazón de mi padre bombeaba su propia sangre. Bombeaba y bombeaba y bombeaba, todo el día y toda la noche” (65).
En un nivel metafórico el relato en “Tierra” y “Marte” parece reflejar la vida real del hablante, sus preocupaciones y deseos representados en botes blancos, cordones umbilicales y caballos que comen a sus propias crías. Desde 1977 a 2044 se abarca un periodo extenso de 67 años, donde los pensamientos sobre el suicidio coinciden con viajes interestelares. Las constantes del abandono y el distanciamiento en el libro se espejean mediante estas imágenes que crean un mundo confuso y terrorífico. Podrían leerse como el espacio mental que habita el ser humano y la visualización de sus traumas en su nivel más trágico. Así como el hablante pierde a Joshua, vive un año en silencio y se distancia de él, intenta alejarse del planeta que habita y eventualmente su padre lo abandona incluso en un planeta extraño. La ciencia-ficción se piensa tradicionalmente como el reflejo de las preocupaciones de un tiempo presente proyectadas al futuro próximo, pero usualmente son representaciones de un imaginario colectivo (como ocurre, para dar otro ejemplo de una traducción reciente, con La parábola del sembrador de Octavia Butler). El Libro de Joshua centra su punto focal en lo que podría interpretarse como un cuento en su nivel más literal o en el registro de un trauma presentado en imágenes mórbidas.
La tercera parte, “Sangre”, corresponde a una serie de poemas en verso, pero se enlaza con la narración que les precede. Nuevamente aparecen el bote blanco de la pesadilla del hablante, los cisnes azules, los caballos, etc. Como si el relato fuera un ciclo cuyo sentido se desintegra poco a poco y solo entrega pequeñas luces de cordura. La negación de la identidad del hablante también reaparece, todavía intentando apelar a un otro (real o ficticio): “Yo no soy / tú tú / no eres yo” (103). Si el fin del relato en las primeras dos partes podrían significar el fin de un ciclo y el inicio de otro, “Sangre” puede ser la ejecución de ese ciclo, totalmente desarticulado en su habla, solamente expresado en frases breves. El libro no tiene un fin conclusivo, y siempre remite de una u otra forma a patrones conocidos, aun si no se repiten de la misma forma. Y a pesar de la sobriedad que asume la voz en ocasiones, no deja de presentar una lectura vital o macabra dependiendo de donde se mire. Las imágenes presentan cierta especificidad que puede apelar a nuestros propios dilemas existenciales o psicológicos, quizás de manera un poco vaga si se parte desde esta perspectiva. Lo que sí queda claro es que El Libro de Joshua, como texto real y texto por dilucidar (“Una vez, para pasar el rato, cuando la Mujer se quedó dormida, leí El Libro de Joshua. Las primeras páginas eran puras tonterías. Sólo tenían palabras como Uuuuuuuh y Uuuun”, 48) es un artefacto extraño, una anomalía en el ámbito de las traducciones nacionales. Solo queda esperar que libros tan peculiares como éste tuvieran un tratamiento similar.
Tomás Morales (1995). Fue becario de la Fundación Pablo Neruda (2016) y del Consejo Nacional de las Culturas y las Artes (2017). Actualmente trabaja en su primer libro.
Lee a continuación una reseña escrita por Tomás Morales, además de tres poemas del libro con versión en castellano e inglés.
Un artefacto anómalo: El Libro de Joshua de Zachary Schomburg
I’ve been working this grave-shift
and I ain’t made shit
I wish I could
buy me a spaceship and fly
past the sky
Kanye West
and I ain’t made shit
I wish I could
buy me a spaceship and fly
past the sky
Kanye West
Por más extraño que resulte, algunos de los libros más interesantes editados en nuestro país son traducciones provenientes del extranjero. Ante el creciente interés por las escrituras foráneas y las luchas de poder entre editoriales y agentes por los derechos de publicación (muchas veces monopolizados sin mayor razón), algunos textos se logran colar y no se interesan por estos ruidos. El Libro de Joshua (2014; 2020), recientemente editado por Komorebi Ediciones desde Valdivia y traducido por Sebastián Gómez Matus, podría tratarse de uno de los textos más extraños y peculiares en el último tiempo.
Una búsqueda rápida del título remite al libro bíblico de Josué (llamado Joshua en inglés), que narra la llegada de los israelitas a la Tierra Prometida y cómo Yahvé cumple con sus promesas después que el pueblo judío obedece a sus órdenes. Josué es el sucesor directo de Moisés y quien dirige las labores de conquista de las tierras donde los israelitas se asentarían. Por supuesto la ruta bíblica resulta el camino más obvio para la escritura del libro, y su imaginario refleja el alejamiento de este relato (aunque Dios aparece en algunas ocasiones).
Las primeras dos partes, “Tierra” y “Marte”, pueden leerse como una serie de poemas interconectados o como un relato de ciencia-ficción desconcertante. Joshua, el interlocutor de estos textos (o quizás el mismo hablante que se desdobla y se desconoce constantemente), surge de las entrañas del hablante y es transformado en un robot, en una escena que puede remitir al origen del Astroboy de Osamu Tezuka:
“Quería que fueras real, así que te convertí en una máquina que bombeaba mi sangre por mí. Eras un chico normal de metal. (...) Cada noche conectaba las venas de mi corazón a tu corazón mecánico. Las venas de mi corazón colgaban entre nosotros como los cables de un teléfono” (16).
Si el Doctor Tenma creó a Astroboy para suplir la ausencia de su hijo, el hablante construye a Joshua y se conecta físicamente con él, y es a partir de esta conexión que interactúa con el mundo que lo rodea. De acuerdo a las fechas que titulan los poemas de estas secciones, el hablante vive 35 años en el planeta Tierra (1977-2012), marcado por la muerte repentina de Joshua y la aparición de figuras y objetos extraños con los que interactúa:
“Tropecé con un campo de cadáveres sin cabeza, y luego tropecé con un campo de cabezas. Metí todas las cabezas en un canasto inmenso. Este fue mi primer acto como rey. (…) Puse velas dentro de cada cráneo para que parecieran estrellas para algún otro chico, otro chico como yo, tal vez en el espacio” (35).
Refrigeradores, ríos de sangre, cadáveres, caballos y teléfonos son otras imágenes que aparecen y reaparecen constantemente mientras los años pasan. La morbosidad de lo que el hablante percibe y realiza no sirven para crear una alegoría o metáfora más elaborada sobre un tema específico. Su atmósfera opresiva no da pie a una interpretación más profunda de sus intenciones. El hablante sigue su camino y registra lo que ve, como alguien podría escribir sus sueños sin ganas de indagar en el significado de cada cosa. Solo observa y reacciona acorde a la situación. Niega constantemente que sea Joshua mientras una extraña mujer anota lo que dice en El Libro de Joshua (entiéndase, el libro dentro del libro). Mientras se dirige a Marte en una nave espacial reflexiona: “¿Por qué no podemos vivir más de nuestras vidas adentro, donde estamos atados y sujetos? Algunos bebés se estrangulan solos. Nacer es un trauma lamentable. La vida es una lenta despedida” (49). Estas reflexiones sobre la paternidad son recurrentes a lo largo del texto, así como las imágenes representadas en la Tierra. Incluso el hablante da luz a su propio padre, e intenta repetir el experimento que hizo con Joshua, pero no tiene resultados: “El corazón de mi padre bombeaba su propia sangre. Bombeaba y bombeaba y bombeaba, todo el día y toda la noche” (65).
En un nivel metafórico el relato en “Tierra” y “Marte” parece reflejar la vida real del hablante, sus preocupaciones y deseos representados en botes blancos, cordones umbilicales y caballos que comen a sus propias crías. Desde 1977 a 2044 se abarca un periodo extenso de 67 años, donde los pensamientos sobre el suicidio coinciden con viajes interestelares. Las constantes del abandono y el distanciamiento en el libro se espejean mediante estas imágenes que crean un mundo confuso y terrorífico. Podrían leerse como el espacio mental que habita el ser humano y la visualización de sus traumas en su nivel más trágico. Así como el hablante pierde a Joshua, vive un año en silencio y se distancia de él, intenta alejarse del planeta que habita y eventualmente su padre lo abandona incluso en un planeta extraño. La ciencia-ficción se piensa tradicionalmente como el reflejo de las preocupaciones de un tiempo presente proyectadas al futuro próximo, pero usualmente son representaciones de un imaginario colectivo (como ocurre, para dar otro ejemplo de una traducción reciente, con La parábola del sembrador de Octavia Butler). El Libro de Joshua centra su punto focal en lo que podría interpretarse como un cuento en su nivel más literal o en el registro de un trauma presentado en imágenes mórbidas.
La tercera parte, “Sangre”, corresponde a una serie de poemas en verso, pero se enlaza con la narración que les precede. Nuevamente aparecen el bote blanco de la pesadilla del hablante, los cisnes azules, los caballos, etc. Como si el relato fuera un ciclo cuyo sentido se desintegra poco a poco y solo entrega pequeñas luces de cordura. La negación de la identidad del hablante también reaparece, todavía intentando apelar a un otro (real o ficticio): “Yo no soy / tú tú / no eres yo” (103). Si el fin del relato en las primeras dos partes podrían significar el fin de un ciclo y el inicio de otro, “Sangre” puede ser la ejecución de ese ciclo, totalmente desarticulado en su habla, solamente expresado en frases breves. El libro no tiene un fin conclusivo, y siempre remite de una u otra forma a patrones conocidos, aun si no se repiten de la misma forma. Y a pesar de la sobriedad que asume la voz en ocasiones, no deja de presentar una lectura vital o macabra dependiendo de donde se mire. Las imágenes presentan cierta especificidad que puede apelar a nuestros propios dilemas existenciales o psicológicos, quizás de manera un poco vaga si se parte desde esta perspectiva. Lo que sí queda claro es que El Libro de Joshua, como texto real y texto por dilucidar (“Una vez, para pasar el rato, cuando la Mujer se quedó dormida, leí El Libro de Joshua. Las primeras páginas eran puras tonterías. Sólo tenían palabras como Uuuuuuuh y Uuuun”, 48) es un artefacto extraño, una anomalía en el ámbito de las traducciones nacionales. Solo queda esperar que libros tan peculiares como éste tuvieran un tratamiento similar.
Tomás Morales (1995). Fue becario de la Fundación Pablo Neruda (2016) y del Consejo Nacional de las Culturas y las Artes (2017). Actualmente trabaja en su primer libro.
Tres fragmentos de El Libro de Joshua de Zachary Schomburg
1979
Quería encontrarte en ese bote blanco sobre la sangre de mi pesadilla, Joshua, pero todo el espacio a mi alrededor estaba lleno de pájaros. No había forma de saber si era día o noche. Cuando moví mis brazos y caminé hacia adelante o hacia atrás o hacia los lados, golpeé muchos pájaros en el suelo congelado y luego los pisé y aplasté sus huesos huecos. Se sintió como si estuviera pisando una bolsa de bolitas. No sabía cómo llegar a otro lugar, por eso cavé un agujero al lado de los pájaros e hice una cueva. Dormí como un millón de acordeones rotos.
1979
I wanted to find you in that white boat on the blood in my nightmare, Joshua, but all the space around me was taken up with birds. There was no way to know if it was day or night. When I moved my arms and when I walked forward or backward or sideways, I knocked many birds to the frozen ground and then stepped on them and crushed their hollow bones. It felt like stepping on a bag of marbles. I didn’t know how else to get anywhere, so I dug a hole into the side of the birds and made a cave. I slept like a million broken accordions.
1998
Caminé hasta el océano y no estabas allí, Joshua. No había ningún bote blanco como en la pesadilla. Nadé a través del océano y cuando salí al otro lado vi a un chico. ¿Joshua? dije. No eras tú. ¿Eres mi hijo? pregunté al chico. Cerré los ojos y de nuevo estaba nadando, pero esta vez en la sangre. Cuando salí del otro lado de la sangre, ahí estaba el chico de nuevo. ¿Eres mi padre? preguntó. No soy lo suficientemente viejo para ser tu padre, dije. Y yo no soy lo suficientemente joven para ser tu hijo.
1998
I walked to the ocean, and you weren’t there, Joshua. There was no white boat like in the nightmare. I swam across the ocean, and when I came out on the other side I saw a boy. Joshua? I said. It wasn’t you. Are you my son? asked the boy. I closed my eyes and was swimming again, but this time in the blood. When I came out on the other side of the blood, the boy was there again. Are you my father? he asked. I am not old enough to be your father, I said. And I am not young enough to be your son.
2004
La Mujer había estado siguiéndome todo este tiempo, teléfono al hombro, un libro en sus manos. ¿Puedes ayudarme a encontrar a Joshua? le pregunté algunas veces. La Mujer nunca me respondió. Lo único que hacía era anotar en el libro todo lo que yo decía. Me paré en la orilla e inventé un pequeño secreto para susurrárselo a la sangre.
2004
The Woman had been following me this whole time, the telephone on her shoulder, a book in her hands. Can you help me find Joshua? I sometimes asked her. The Woman never answered me. She always just wrote down everything I said in the book. I stood on the shore and made up a tiny secret to whisper into the blood.
Quería encontrarte en ese bote blanco sobre la sangre de mi pesadilla, Joshua, pero todo el espacio a mi alrededor estaba lleno de pájaros. No había forma de saber si era día o noche. Cuando moví mis brazos y caminé hacia adelante o hacia atrás o hacia los lados, golpeé muchos pájaros en el suelo congelado y luego los pisé y aplasté sus huesos huecos. Se sintió como si estuviera pisando una bolsa de bolitas. No sabía cómo llegar a otro lugar, por eso cavé un agujero al lado de los pájaros e hice una cueva. Dormí como un millón de acordeones rotos.
1979
I wanted to find you in that white boat on the blood in my nightmare, Joshua, but all the space around me was taken up with birds. There was no way to know if it was day or night. When I moved my arms and when I walked forward or backward or sideways, I knocked many birds to the frozen ground and then stepped on them and crushed their hollow bones. It felt like stepping on a bag of marbles. I didn’t know how else to get anywhere, so I dug a hole into the side of the birds and made a cave. I slept like a million broken accordions.
1998
Caminé hasta el océano y no estabas allí, Joshua. No había ningún bote blanco como en la pesadilla. Nadé a través del océano y cuando salí al otro lado vi a un chico. ¿Joshua? dije. No eras tú. ¿Eres mi hijo? pregunté al chico. Cerré los ojos y de nuevo estaba nadando, pero esta vez en la sangre. Cuando salí del otro lado de la sangre, ahí estaba el chico de nuevo. ¿Eres mi padre? preguntó. No soy lo suficientemente viejo para ser tu padre, dije. Y yo no soy lo suficientemente joven para ser tu hijo.
1998
I walked to the ocean, and you weren’t there, Joshua. There was no white boat like in the nightmare. I swam across the ocean, and when I came out on the other side I saw a boy. Joshua? I said. It wasn’t you. Are you my son? asked the boy. I closed my eyes and was swimming again, but this time in the blood. When I came out on the other side of the blood, the boy was there again. Are you my father? he asked. I am not old enough to be your father, I said. And I am not young enough to be your son.
2004
La Mujer había estado siguiéndome todo este tiempo, teléfono al hombro, un libro en sus manos. ¿Puedes ayudarme a encontrar a Joshua? le pregunté algunas veces. La Mujer nunca me respondió. Lo único que hacía era anotar en el libro todo lo que yo decía. Me paré en la orilla e inventé un pequeño secreto para susurrárselo a la sangre.
2004
The Woman had been following me this whole time, the telephone on her shoulder, a book in her hands. Can you help me find Joshua? I sometimes asked her. The Woman never answered me. She always just wrote down everything I said in the book. I stood on the shore and made up a tiny secret to whisper into the blood.
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