[Revueltas – la calle no calla]. Por Carolina Pezoa

El texto que sigue fue leído el 16 de enero de 2020 en la primera sesión del coloquio "Parodia, Dictadura, Metafísica, Revuelta", organizado por Academia de Santiago. En la ocasión, Carolina Pezoa, autora de Hubo mar una vez aquí (Cuadro de Tiza, 2013) y del ensayo Celan y Freud. Hacia lo estrecho (Ichpa ediciones, 2018), entre otras publicaciones, habla de la revuelta, de ir tras la revuelta, ser parte de la revuelta, evitando interpretaciones y generalizaciones por el privilegio de un acercamiento fragmentario y contingente en el que la nota, la experiencia y los saberes previos se entrelazan para dar cuenta de un recorrido político-afectivo por la Plaza de la Dignidad.
El coloquio "Parodia, Dictadura, Metafísica, Revuelta" continúa a las 19 horas de este jueves 23 de enero en calle Girardi 1119, Providencia, Santiago de Chile.

Revueltas – la calle no calla

Vengo atiborrada de calles en los ojos, con imágenes que no logro articular, vengo con la calle a cuestas, aún sin venganza, desarmada, demorando por ahora, hoy, solo puedo llamarlas rastrojos, pedazos de calles, revueltas.

¿Sería acaso posible escribir algo hoy con las revueltas?, ¿cómo dar y encontrar con una calle tranquila?

El listado uniforme dice de quienes las transitan: vándalxs, alienígenas, narcoanarquistas, garrerxs blancos, azules, cuánto nombre para esta rotada. ¿Encerrona?, dicen que el enemigo es implacable, poderoso, extranjero; lo que para unxs pudiera ser signado como tejido social, lazo que pudiera hacer aparecer una realidad que admita el nombre de pueblo, para otrxs es criminal, encubrimiento – hoy, y ¡bajo qué condiciones!

¿Sería acaso posible escribir algo… mientras tanto?

Por un lado, pienso en el lugar que transito, en lo que va desde el 18 de octubre a la fecha – hoy, el llamado perímetro zona cero (mientras leo en las calles: 18 de octubre = 11 de septiembre; 2019, 2020 = 1973, como si en ese signo de igualdad se insistiera en el retorno de lo traumático, ¿otra vez de nuevo? Acusamos el golpe entre Nunca más y todavía, hay resto, pudiera ser, pero también hay estallido y no necesariamente retorno, sino discontinuidad, vale decir, algo se interrumpió y de alguna manera ya no se puede seguir viniendo como se venía… ¿Cómo se venía?). Frente a la decisión de sacar a los milicos a la calle, ante la evasión masiva de los secundarios que rechazan el alza del pasaje en $30, pareciera ser que no solo se trató de los $30-30 años, sino que además no dio lo mismo cuando se vio a quienes fueron sacados a la calle con el trastoque de política por orden.

No pasarán. La evidencia de la violencia ejercida durante las primeras noches también dejó en claro no solo la democracia por venir, sino que además abrió la pregunta respecto a qué violencias pudieran ser posibles, incluso aceptables en una democracia sin venir.

…Mientras tanto pienso: en particular, en la Plaza de la Dignidad, y leo: les trajimos la pobla a la plaza – ¡vaya traidores!, y pienso también en el intervalo que va acogiendo y dejando algunas marcas, escenas, más bien pasajes que permiten preguntar algo con lo que apenas logramos ver. En este sentido, no sé si lo que quiero compartir alcanza a ser pensamiento, en realidad no sé lo que hoy va siendo pensar o dar cuentas de un pensar en torno a la revuelta, ¿es posible dar cuentas?
Bueno, de alguna manera parece que es eso en lo que estamos, entre dar y pasar cuentas pasan cuentos y nos pasan –chanta por liebre–; por ahora, entonces, dados estos pasajes, preferiría en realidad ver, como si ver/leer fuese una manera de atisbar algunas marcas, acaso en ellas fuese posible hallar alguna, una que otra tendencia… a qué referir… ¿Hacia? Entonces pienso que quizá lo que quiero compartir, en revuelta, es apenas la posibilidad de preguntar a partir de o con lo que he visto; invisto considerando o dejándome concernir con ello. Con ello, dejo aquí también el shibbólet que, si algo pudiese estar viniendo en su inclinación psicoanalítica, desde ya me está siendo inconsciente. Dicho de otro modo, en parte y en gran parte no sé lo que estoy diciendo, pero digo.

Dado lo anterior, aunque más bien impuesto, pregunto si acaso sería posible escribir algo hoy con la revuelta y qué apertura o qué podría ir o venir con las preguntas. Probablemente haya más de una revuelta por aquí. Surge entonces el contexto, acaso un imposible de describir, ¿interpretar? Quizá esta escritura sea ya una interpretación, aunque preferiría suspender y desplazar, aplazar algo que desde ya está fracasando toda vez que la propuesta de hablar/escribir la revuelta, no sobre la revuelta, sino en revuelta, pudiera aparecer como una forma de ordenar, ordenar el pensamiento, ¿ordenar es pensamiento? Tal vez, convenga precisar que, por esta vía, la del orden, un decir de la revuelta sería desde ya abandonarla, comenzar a hablar sin ella.

Vuelvo a la pregunta entonces, la revuelvo: ¿interpretar? Pensando que quizá por lo mismo, preguntar sea una manera de aplazar y demorar por ahora el sentido; en clave psicoanalítica sabemos que el sentido, si es que viniera, siempre viene después y del otro; que el psicoanalista se abstiene, aunque, claro, no necesariamente de la dirección. Cada pregunta guarda, aguarda dirección, aunque no se vea muy bien aún el hacia dónde, y sabiendo también que ese hacia tiende a acabar entre terminable-interminable.

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Entre las marcas que pudieran abrir preguntas, una de ellas se refiere al “Acuerdo por la paz social y la nueva constitución”, firmado en la madrugada del viernes 14 de noviembre, 2019 –tras 29 días de revuelta–. Surge ya la siguiente disyuntiva:

¿Morar, demorar la revuelta o fijarse a, tras, en, con la revuelta –subrayo aquí una pequeña serie de preposiciones–, preposiciones que tal vez solo contribuyen a hacer de la revuelta una batalla campal que, en parte, para varixs lo está siendo: ¿2/3? ¿Cuál pudiera ser aquí la trata, el convencimiento entre calle y parlamento? ¿Pacto compacto con quién? ¿Quién va tras/con la revuelta?

Quizá la posibilidad de fijarse a ella con insistencia no sea más que un contra, que en su contra no hace más que afirmar la política del desacuerdo, orden mediante; ahondar la crisis también le llaman, ¿recuerdas?... amiga vamos a tener que disminuir nuestros privilegios y vamos a tener que compartir con los demás (audio: Cecilia Morel, 21 de octubre, 2019); cómo no fijarse entonces a la protesta toda vez que esta aparece como una manera de retardar la repartija de privilegios, real-imaginario, que algunxs viven como pérdida, incluso catástrofe. Y en esa misma línea, cómo no perpetuar el ejercicio sistemático de la violencia que se destina a acallar la calle, la bárbara, su desorden, ¿histeria? porque ¿sería acaso conveniente para algunos, los pocos que se llaman a sí mismos “la inmensa mayoría”, sería conveniente siquiera para ellos pensar que algo de lo que ocurre en la calle posee, aunque fuera una pizca, y no digo aquí de reflexión, sino de claridad? Para esos pocos, incluidos los pacos (que pocos no son tan pocos a veces), preferible que no, preferible desconocer la posibilidad de destituir y reconstituir los lazos que pudieran hacer aparecer otras formas de sociedad. Preferible dejar fuera a la barbarie, la agenda social de una masa informe de salvajada infantil sin dirección, salvajada con la que además se vuelve imposible dialogar, en tanto no es tan claro distinguir con/contra quién dialogar, a fin de cuentas, a quién acallar.

Sin embargo, pese a la escasa claridad, la calle no calla, el pueblo exige ser escuchado, que se le hable y responda a sus demandas mientras mora, demora en la revuelta, quién sabe si a la espera de otros nuevos traidores –inédito: el pueblo mora, no fija en la calle, el pueblo mora y aparece en/con la conciencia de su desvalimiento ¿hacia? Hasta que la dignidad se haga costumbre se lee repetidamente en los muros de la ciudad–. Con esta forma, quizá sea posible pensar que mientras esta trasmutación no se produzca sin más, una intensa compulsión empuje a ello, en revuelta, hasta que la dignidad se haga costumbre, en la calle, ahí permanece el pueblo en el lugar del ideal… ahora, cuál es el riesgo de idealizar o, dicho con otra variable, otra vía: cómo no soñar ¿despierto?

Mientras… leo: paco suelta el arma, ten un poco de alma. Y claro, de seguro, tal vez, no son tiempos para pensar en el alma, de seguro sería preferible pensar en la cuerpa política libidinal que habita o que conforma de distintos modos la vida colectiva, pero… por ahí, cómo no pensar, con Freud (1921), al menos un segundo con el alma en la masa, en esos grados de organización que la vuelven duradera y que no solo dependen de la coerción externa, la identificación con el ideal/los ideales, sino también dependen de la trama libidinal que va ficcionando los vínculos amorosos que emergen entre las personas y los distintos grupos que transitan la revuelta. Se trata aquí de sentimientos de comunidad, de una cierta disposición, poética, al trato amable: el pueblo cuida al pueblo.

…Mientras tanto, camino por los alrededores de la zona cero, escucho el murmullo… el paco lee los muros y dice la gente está enojada, cuántos crees que estamos aquí, somos mil; la paca le dice a otra paca qué bueno, el pasto está saliendo otra vez. Claro, el agua que se lanza en la plaza por esos días todavía no contiene los químicos que han comenzado a quemar la piel de los manifestantes… Mientras tanto, junto a otra mujer nos refugiamos en la puerta de un edificio, en el cruce que se arma entre Seminario y Providencia, algunos intentan hacer piedras de un cuanto hay para defenderse y atacar, estamos a minutos de lo que será una encerrona… estamos viendo que se necesitan piedras para generar y darnos tiempo para arrancar o intentar volver a la plaza, mientras observo cómo la esquina de Providencia se vuelve una cantera

¿Tomar la plaza? Tomar la plaza se ha vuelto una lucha territorial, otra marca más de la revuelta. Puesto que aquí ya no se marcha, se dan vueltas en un circuito reducido de la plaza en torno al caballo. De este modo, la puesta en juego de la conquista por el pueblo abre otra duda… ¿Qué calla la calle?, vaya una a saber si en realidad se trata aquí de otro dominio, ¿qué tanto nos hemos desplazado de las conquistas, si es que hubiese que desplazarse de las conquistas?, ¿seducciones?, ¿cuáles?, ¿dónde están los desarzonados?

Pero volvamos, ¿tomar la plaza? Para ello se necesitan piedras y las piedras se hacen con todo lo que se encuentra al pasar, ya no bastan los adoquines en torno a los árboles, los pastelones de las veredas, ya no quedan tapas que cubran las alcantarillas ni los cables eléctricos, las piedras se hacen incluso con los revestimientos de los edificios. A todo ello quienes se asoman por primera vez a la zona cero le llaman destrucción y, sí, pero la cosa, si es que la hubiera, no aparece tan simple.

Mientras tanto, mi compañera de refugio cuenta: no te imaginas cuántas amigas he perdido por esto, mientras mira a quienes rompen las veredas intentando hacer más piedras, ella dice: los comprendo. ¿Yo? Guardo silencio y acojo la pregunta que ronda por ahí, mientras evoco a la abuela que lucha en la Plaza de la Dignidad: ¿cuál es la distancia que hay entre alcanzar-lanzar la piedra? Por ahí escucho: la vieja es chora. Y sí po’, la vieja es chora, qué más decir.

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27 de diciembre, 2019. Mauricio Fredes, primera línea, muere en las cercanías de la Plaza de la Dignidad, ahogado en una fosa debido al agua lanzada por el guanaco, aclaro: Mauricio cae a la fosa, arrancando de una de las tantas encerronas. Durante esos días la zona cero se encuentra invadida por fuerzas especiales y hay calles, como Ramón Corvalán, donde todo pareciera tratarse de fuerzas; sí, hay calles, como estas, donde además ya no resulta tan fácil grabar ni decir, y no solo por no poner en riesgo a quienes conforman la primera línea (hace unos días han tomado preso a quien lanzó una moto de pacos al Mapocho), sino más bien por una cierta e incierta sensación/percepción de intimidad. Allí lo público, la calle abierta cobra como nunca intimidad, lo crudo, mucho.

La defensa convive con el ataque, a veces se baila, se come, a ciertas horas las barricadas sirven para secar la ropa tras los ataques del guanaco, mientras, por el costado los cascos rojos, azules permanecen en alerta por si alguien cae herido, son muchos.

A tajo abierto, todo aparece allí, estallido. Mientras percibo también que ahí, que algo de lo que pasa ahí no nos pertenece, algo así como que de la misma revuelta de la que nos sentimos parte, en parte, no nos pertenece y, es más, nos expulsa…

Se trata ahí, parece, de una calle a trauma abierto, donde se vuelve difícil decir, arrancarle palabras a lo que no deja de pasar, está pasando. En ese lugar todo es excepción, y nada; en otras palabras, no hay a qué referir y, sin embargo, qué más semblante que la muerte. Sin cuenta, ¿acaso pudiera haber cuenta posible para/con la muerte? Este es un espacio distinto a la continuidad de la protesta que se da en torno a la plaza, en esta calle, hoy, 27 de diciembre, 2019, aparece el dolor, hay bocinas que acompañan, pero también hay afrentas como: ustedes se lo buscaron, pa’ qué andan metidos en esas cosas.

Mientras tanto, en la esquina se acumulan los objetos: pañuelines, escudos, máscaras, guantes, dibujos, flores, peluches, el gesto espontáneo va tomando forma de animita. Ahí se duerme, ahí se canta, se pasa, se descansa y se yace. Con el paso de los días lxs compañerxs de Mauricio una y otra vez harán aparecer la animita tras la constante arremetida de los pacos, una de las últimas trajo camión y escoba en mano. Una vez más la animita se vuelve a borrar. Una vez más la animita se vuelve a levantar. Aún queda el grafiti del costado: PRIMERA LÍNEA – Las voces que silenciaron vivirán en el viento y cuando aceche el terror el viento susurrará ¡Sigue adelante! Cae uno, nos levantamos todos.

Resta decir que ahí casi siempre la sonrisa es leve, pero… cuánto cuesta oír la primera línea.

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Entre las dos marcas mencionadas, “el Acuerdo” y el asesinato de Mauricio, traigo ahora una intermedia: LasTesis, 25 de noviembre, un grupo de feministas corean en Santiago y en otras ciudades de Chile y luego del mundo, a viva voz: El violador eres tú… son los pacos… el Estado… el presidente…

Se dice que la performance ha logrado no solo vitalizar la protesta, entre otras cosas, se habla también del efecto de descriminalizar, se valora la no violencia con que protestan las mujeres, les otres. Sin embargo, hace unos días han sido ellas mismas, LasTesis, quienes han refutado ese decir diciendo que la performance es violenta, que en ningún caso ha de tomarse como una protesta pacífica, luego… ¿por qué entonces la insistencia en interpretar y querer mirar/leer las expresiones políticas feministas de una forma pacifista? Mientras leo: Chile despertará cuando muera el patriarcado.

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Quizá gran parte de lo aquí escrito sea para abrir una pregunta oída por ahí. En el entendido de una democracia por venir, en la medida que en el presente siempre hay otrx excluidx, cabe preguntarse: ¿qué violencia pudiera ser tolerable, posible, aceptable para instalar la democracia por venir?

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Quisiera ir ahora acabando con palabras prestadas, un fragmento, otro, de otra revuelta:

(…) hasta que llegue una justicia un poco más loca. Una que tenga en cuenta que todos tenemos que hablar por un hombre que se desesperó porque le falló el habla humana; ya está tan mudo que solo el grito brutal y desarticulado le sirve de señal. Una justicia previa que recordase que nuestra gran lucha es la del miedo, y que un hombre que mata mucho es porque ha tenido mucho miedo. Sobre todo, una justicia que se mire a sí misma y que vea que todos nosotros, barro vivo, somos oscuros, y que por eso la maldad de un hombre no puede ser entregada a la maldad de otro hombre: para que este no pueda cometer libre y con aprobación un crimen de fusilamiento. Una justicia que no se olvide de que todos nosotros somos más peligrosos, y de que cuando el justiciero mata, no está protegiéndonos ni eliminando a un criminal, está cometiendo su crimen particular, uno largamente guardado. En el momento de matar a un criminal, en ese instante, está muriendo un inocente. No, no es que yo quiera lo sublime, ni las cosas que se han ido convirtiendo en las palabras que me hacen dormir tranquila, una mezcla de perdón, de vaga caridad, nosotros que nos refugiamos en lo abstracto.
Lo que yo quiero es mucho más áspero y más difícil: quiero el terreno (Clarice Lispector. “Mineirinho”. Todos los cuentos. Madrid: Siruela, 2018, p. 325).

Podría aquí aventurar una breve pregunta: ¿para qué? Tal vez para nada (…), si hemos llegado hasta acá (…) hemos visto que a veces es difícil decir nada.


Fuentes de las imágenes:

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