[Notas sobre La fiesta vacía de Begoña Ugalde]. Por Mariela Malhue

La fiesta vacía es el libro más reciente de la poeta Begoña Ugalde (Santiago de Chile, 1984), quien antes publicó, entre otros, los poemarios El cielo de los animales, Thriller, La virgen de las Antenas y Poemas sobre mi normalidad, además de escribir obras teatrales.
Lanzado el pasado 1 de agosto, para Mariela Malhue, en La fiesta vacía (TEGE, 2019) "no hay sustitución de términos, sino una especie de unidad dispersa de lo humano con el resto de los organismos", por la que se borronea "el límite entre la voz poética y el paisaje".

Notas sobre La fiesta vacía de Begoña Ugalde

"A veces parece
que estamos en el centro de la fiesta.
Sin embargo,
en el centro de la fiesta no hay nadie.
En el centro de la fiesta está el vacío.
Pero en el centro del vacío hay otra fiesta".
Roberto Juarroz

El epígrafe que utilizo aparece citado en el libro de Marcela Labraña, Ensayos sobre el silencio, del cual no hablaré aquí pero que, quizás sin saberlo, dialoga de manera contundente con La fiesta vacía de Begoña Ugalde. Porque lo primero que pienso al leer el libro de Begoña es el énfasis puesto en cuestionar el festejo, resignificar el gesto de la festividad. La fiesta vacía establece una dislocación del estatuto solemne de la celebración, de la vida en tanto celebración. Subvierte la representación del jolgorio, acota la imaginería idílica de la fiesta. En el libro, todo hecho de la vida se vuelve un acontecimiento. Hay una pregunta insistente sobre los fragmentos que forman los episodios de la vida: el color, el pelaje, las emisiones posibles de un cuerpo vivo.


Begoña fabrica la propuesta de percibir no solamente el cuerpo armado desde un corazón, entendido como centro o matriz, sino desde sus réplicas en las muñecas, en el cuello, en la curva de los ojos. No hay jerarquías de ningún tipo. Se plantea el ejercicio de aparecer y ubicarse en el espacio. A propósito, recuerdo un fragmento de Mona Chollet (“En casa”), que escribe: “Para habitar un lugar hace falta espacio”. La fiesta vacía problematiza esa espacialidad, el ejercicio colectivo de habitar de determinadas maneras un lugar.


Es un poemario que se afirma en lo probable, en la certeza desde un vaivén. Y si hay un sentido que alcanza cierta fijeza, es el de la elección de dejarse afectar por las cosas y los cuerpos, la experiencia directa de lo sensible.


Las hermanas, la red (es además el relato de una red). “Por eso escribo / nosotras / yo / tú / nosotras”. Una red donde se abandona el deseo de ser el centro de la fiesta, se anula un núcleo (“Renunciamos a ser vistas”). Ver y nombrar desde lo incógnito. Abandonar la autoría.


La composición del libro se articula entre las palabras y las imágenes de Gema Polanco (Valencia, España, 1992). Se produce una solidaridad recia en la composición, sin embargo, su atractivo radica en que no apunta a una indicación de lectura, no es una guía estética, no hay pedagogía de la interpretación.
La autora se desplaza entre lugares que aparecen como incompatibles, pero los aúna. Trabaja ampliamente la masa, la multitud. No obstante, estima lo dúctil ahí. Lo delicado en el tumulto, el detalle.


Hay una constancia en celebrar la alteración de sentido, otorgar un lugar importante a lo vivo. “Deben saber que el mar / tiene un ánimo cambiante / que las mareas son latido antiguo”. Escritura orgánica, texturas construidas vitalmente, camuflarse con el pelaje de animales pequeños o entre los ramajes. Ejercicios de supervivencia desde la enunciación de un temple. Permitirse, por ejemplo, el ingreso a una tormenta y no huir de ella. Enfrentarse a los hechos desde muy cerca. No hay sustitución de términos, sino una especie de unidad dispersa de lo humano con el resto de los organismos. Declarar tácitamente la falta de antropocentrismo. Borronear el límite entre la voz poética y el paisaje.


En este punto me resuenan algunos fragmentos de Gloria Anzaldúa que refiere, en su texto Borderlands / La Frontera, como a un “Tercer País” el lugar de la frontera. Begoña arma con esos espacios, escenas, situaciones que enuncia, pequeños territorios como soberanos. Anzaldúa dirá respecto de su experiencia como migrante, cuestión que se lee de forma análoga en La fiesta vacía: “Ante lo animal, lo ajeno, lo infra o sobrenatural, el yo que (...) posee una implacable determinación demoníaca más allá de lo humano. (...) Este es mi hogar / este fino borde de / alambre de púas”.
Entusiasma el ritmo, el arrojo con que se expresan ciertas torpezas durante el texto, se levanta de una manera anómala el estatuto de lo fallido o lo absurdo: por ejemplo, perder las llaves de la casa, quedarse absorta ante un plato de sopa, resbalar. Acaso una alegoría sobre perder el nombre, renunciar al yo. Dejar de lado cualquier posición subjetiva.


Me quedo con la huella de un libro que abarca el ciclo vital prescindiendo de la linealidad: los desplazamientos, el fuego, la alimentación, la comida que se transforma en basura. La gestación, el sexo, la muerte, sin agruparse en taxonomías. La transformación de un cuerpo, el descoloramiento y caída del pelo, las lecturas del envejecimiento. Ugalde lo observa al modo de un entomólogo. La vida persiste y acontece de muchas maneras y de esa forma se expresa, en la escasez de una sola vía.


Termino este diálogo escritural tomando nuevamente a Gloria Anzaldúa, que hace aparecer a Yemayá, deidad de la religión yoruba que transita seis meses como varón y seis meses como mujer. A propósito de la oscilación que entrama La fiesta vacía: “Pero la piel de la tierra no tiene costuras. / Al mar no se le pueden poner vallas, / el mar no se detiene en las fronteras. / Para mostrarle al hombre blando lo que pensaba de su / arrogancia, / Yemayá derribó esa alambrada de un soplido”.

Mariela Malhue (1984). Licenciada en Psicología por la Universidad de Buenos Aires, Licenciada en Pedagogía con mención en Castellano por la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación y diplomada en Estética y Filosofía por la Pontificia Universidad Católica de Chile. Autora del libro Estancia y doméstica (2010) y las plaquettes Facciones de un trayecto (2015) y Diagramar una ruta para huir del invierno (2016). Ha participado de las antologías Nunca nunca de Lingua Quiltra Ediciones; Kumedun/ Kumewirin. Antología poéticas de mujeres mapuches (siglos XX- XXI), editada por Lom; y Devenir Isla, hacia una cartografía de poetas cubanas y chilenas, de Editorial Cinosargo. Actualmente prepara El libro de las renuncias.



Te maquillas de espaldas al espejo
conoces bien tus rasgos
pero tardas en disimular bien
las señales del insomnio
darle a tus facciones nuevos relieves
solo por el placer de demorar



Las nubes, por su parte
continúan su ceremonia
tras el trueno se deshacen
sobre nosotras y la ciudad
limpian la orina de las calles
mojan de a poco los panfletos



No existen zapatos adecuados
para soportar el diluvio

avanzo descalza sobre pequeños cristales
que componen la piel en las veredas

las huellas que no alcanzan a ser huellas
la suma de todos los accidentes



Ahora solo sé escribir cartas
secar con un trapo
el suelo y las paredes
una y otra vez
acariciar animales que no
terminan de reconocerme



Lo cierto es que antes fue la fiebre
la dificultad de existir fuera de la madre
digerir su calostro, ganar peso
por tener el esófago incompleto
el estómago como signo de interrogación



Desde que dejé de perseguir la cordillera
con la mirada, tengo nuevas costumbres

aprendí a conversar con las estatuas
saludar su constancia, avisarles
del paso relativo de las horas

y la progresiva caída de mi pelo
su transformación en fibras plateadas
por donde circulan otras ideas



Y en invierno visito con mis hijos las orillas
buscamos cristales pulidos por la sal
restos de meduzas azules como zafiros

son una expresión hermosa
del calentamiento de la tierra
no pueden tocarse
sin provocar una reacción alérgica

ellos intentan coleccionar los cadáveres luminosos
no les enseño a prevenir el ardor, la consecuencia
de querer sujetar entre las manos algo muy bello



¿Cómo hacer de la asfixia una costumbre?
¿Quiénes sobrevivirán a esta dilatación?
¿Dónde se ocultarán los animales blancos?
¿Cómo podría ser todo de otra forma?



Cuando digo ciudad deseo
decir palma de la mano
adivinación
desierto florido
falta de litio
eclipse lunar
cicatriz
época o disfraz de época
cartílago
cisne y furia desatada

Nota

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