[La respuesta de la naturaleza: Inclinación de Jean Sprackland]. Por Luz María Astudillo

Jean Sprackland (1962) es autora de los libros de poesía Tattoos for mother's day (1997), Hard water (2003), Sleeping keys (2013), Green noise (2018) y Tilt (2007). Este último libro, traducido con el título Inclinación por Manuel Naranjo Igartiburu (Santiago de Chile, 1978), constituye la primera versión castellana de la obra de la poeta británica.
Para Luz María Astudillo, quien ahora nos presenta esta traducción publicada por Komorebi Ediciones, Inclinación muestra la relación conflictiva –de agresión y semejanza– entre nuestra especie y la naturaleza: “Todo está resumido en esas dos características, en ese gesto tan humano de ser capaces de destruir lo que se ama”.

La respuesta de la naturaleza: Inclinación de Jean Sprackland

Jean Sprackland (1962), poeta y ensayista inglesa, posee una amplia producción poética y es catalogada como una de las más destacadas de su generación. Inclinación, libro que fue editado con el título Tilt en el año 2007 en su idioma original, es el ejemplo perfecto de todo lo que anda dando vueltas por el mundo y que solemos ignorar o desconocer. Es importante consignar que la traducción de este libro, que inaugura la colección “Ecos distantes” de la editorial valdiviana Komorebi Ediciones, es la primera oportunidad que tenemos de leerla en castellano.
Es incierto para mí si alguna vez Jean Sprackland visitó el sur de Chile. Sí estuvo en Argentina el año 2007 para dictar talleres de escritura creativa. Esta interrogante surge al leer Inclinación porque las descripciones de la naturaleza presentes en el libro parecen muy cercanas al paisaje del sur de nuestro país, además del detalle para nada insignificante del epígrafe de Pablo Neruda que encabeza el libro: “Y ahora, en el camino hacia la libertad, acampaba un instante al lado de Temuco y oía la voz del agua que me enseñó a cantar” (extracto proveniente de Confieso que he vivido). La poeta parece conocer a la perfección el paisaje sureño, la humedad que envuelve el bosque, la lluvia copiosa siempre cayendo y la inmensidad del cielo, pero sobre todo es capaz de reunir este “escenario” con las emociones humanas:
“Imagina ser esa formación de roca
que sobresale del rostro de la colina
(…)
Imagina el punto muerto,
la pasión. Imagina las estrellas” (12).
Este conjunto de poemas explora la naturaleza en todo su esplendor, además del paisaje, cada texto es una incisión que muchas veces nos excede por la belleza de sus imágenes que relatan la destrucción:
“Cielo perfecto: bajo y humeante con la lluvia.
El lago magullado y agitado, una corriente nerviosa.
Empujas contra él, sabiendo que estás vivo,
sabiendo que algún día pronto morirás.
Abres por un momento la superficie, se cierra detrás de ti” (56).
En Inclinación el mundo es siempre frágil y está al borde del desastre: “Él tiene a su amigo sujeto por las mangas / pero está perdiendo su fuerza. // La palabra utilizada no fue derrame, sino incidente” (17). Acá no hay ningún tipo de certeza, ni geográfica ni emocional, estos poemas nos recuerdan que estamos expuestos en cualquier minuto a que todo se destroce, ya sea como consecuencia de nuestros actos o, incluso, sin razón alguna.
Inclinación se hace cargo, además, de temas ecológicos como la destrucción que provocamos en el planeta, la manera en que este reacciona, demostrando lo débiles que somos en comparación con la naturaleza, o la extinción de algunas especies. En el poema “El ruiseñor de Birkdale”, Sprackland habla de un género de sapos en peligro de extinción que habitan el Reino Unido: “Sí, el macho puede hacerse temible, / inflando sus pulmones al doble de su tamaño. / Pero los automóviles en la carretera de la costa no se detienen” (52).
En el poema que da título al libro, “Inclinación” (un poema largo dividido en seis partes independientes), nos encontramos con un relato que nos centra en la naturaleza, el daño que le hacemos y la manera, salvaje, que tiene para comunicarse con nosotros: los desastres.
“La ciudad se despierta con un sonido desgarrador:
el océano se recoge,
acumulando sus bienes: peces, ballenas,
cruceros, aviones estrellados, cadáveres
cargados con piedras” (21).
Gary Snyder, en su libro La práctica de lo salvaje, apunta a que nuestra responsabilidad es crear civilizaciones que puedan convivir con lo salvaje pues finalmente “lo salvaje no es solo la preservación del mundo, es el mundo”. Este libro, y en particular este poema homónimo, relata sucesos que mezclan actitudes nuestras que dañan la naturaleza y comportamientos que nos asemejan a ella, porque quizás todo está resumido en esas dos características, en ese gesto tan humano de ser capaces de destruir lo que se ama.


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“Romper la caída” de Jean Sprackland en revista Descontexto.

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