[Xampurria]. Por Juan Ignacio Colil

Juan Ignacio Colil reseña el libro que Javier Milanca Olivares (Valdivia, Chile, 1970) publicó en el año 2015 por Pehuén Editores: Xampurria, somos del lof de los que no tienen lof.

Xampurria

El libro de cuentos Xampurria, somos del lof de los que no tienen lof (Pehuén, 2015) de Javier Milanca Olivares reúne una gran cantidad de relatos que dan una visión en su conjunto del mundo mapuche-xampurria. En una primera sección cuentos más largos (“epew”) y una segunda sección de cuentos cortos de una página de extensión como máximo (“Pichi- epew”).
¿Qué significa esto de xampurria? A veces el imaginario mapuche se mueve entre lo ancestral-mágico y/o lo reinvindicativo-territorial. Me parece que en esta obra el autor camina o registra un nuevo sendero que ya algunos y algunas poetas mapuche e historiadores han visitado: el del camino del mapuche despojado de su tradición, xampurria como mezcla de chilenos y mapuche, a medio camino de ninguna historia, viviendo en las ciudades y pueblos de la angosta faja de tierra, presa fácil del modelo que se ha aplicado durante décadas y siglos. De ahí el título Xampurria, somos del lof de los que no tienen lof, seres sin pertenencia, arrojados a un mundo hostil y violento, pero que, a pesar de todo, construyen una identidad desde los despojos. Lo que no es poco en estos tiempos de globalización, wifi y Starbucks y donde la mayoría busca colgarse de alguna grúa que lo lleve a un estrato social que le permita mirar hacia abajo. Siempre se puede mirar hacia abajo.
La lectura del volumen me resultó muy atractiva por la forma dinámica de narrar, que integra una cuota de humor negro bastante descarnado, a ratos corrosivo; narraciones que a partir de un gesto o una imagen organizan una historia mayor.
Sobre esa forma de narrar se construyen historias simples, directas y, algunas, bastantes brutales. Estos relatos van formando un cosmos, una genealogía xampurria maldita, una legión de hombres y mujeres que escriben una historia de sobrevivencia en los márgenes, aferrados a su empuje, que es lo único que poseen.
¿Cómo se escribe la historia de los que no tienen historia? Jóvenes en medio de la noche, los parroquianos de una cantina perdida, la madre de once niños, el profe y su alumna, el boxeador travesti, el poeta Carvallo, todos ellos nos van dando pistas de esta historia no escrita y nunca deseada. Historias que en el devenir diario engrosarían las páginas de la crónica roja o de los cuentos que pasan de boca en boca.
¿Dónde está el hogar de los xampurria? Los espacios en que se mueven los personajes también son los espacios del abandono, del despojo, las sobras de la modernidad, espacios dejados a su suerte que sobreviven o permanecen gracias a la existencia de estos personajes: los márgenes de la ciudad, pueblos perdidos, cantinas oscuras, poblaciones, un callejón de adoquines, un rincón bajo un puente, una pieza de hotel de tercera.
A diferencia de otros libros de cuentos, en los que hay uno o dos que son los más fuertes del volumen, en esta obra todos los cuentos funcionan como engranajes de una obra mayor. La idea del mosaico es la que se me viene a la cabeza. Milanca, desde la ficción, trabaja con el escurridizo material de la memoria y lo fija y lo expande a través de sus cuentos.
Xampurria es un texto mestizo, creo que si uno mezcla en una juguera un poco de Lemebel, una buena porción de Aniñir, un poco de jugo de Bukowski, unos hielos agónicos tipo Francisco Miranda, unas rodajas de lluvia del sur y una abundante medida de vida callejera saldrá algo parecido a un clery Xampurria de Milanca, pero nada se puede asegurar.

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