[Retrovisor de Mónica Drouilly]. Por Juan Ignacio Colil
Juan Ignacio Colil escribe sobre Retrovisor (Libros de mentira, 2017), libro de cuentos y primera publicación de la narradora chilena Mónica Drouilly.
En el siguiente texto se rescata la creación de microhistorias a partir del detalle entendido como fragmento de la realidad. Al respecto Colil escribe: "En Retrovisor de Mónica Drouilly me parece que hay un gusto por los detalles. Los cuentos surgen, si se pudiese ocupar esa palabra, de observaciones de cosas puntuales o registros de hechos simples".
Un libro de cuentos tiene sus ventajas a la hora de leerlo. Muchos prefieren leerlo sin un orden aparente, a veces eligiendo los cuentos por sus títulos o por la cantidad de páginas o, simplemente, abriendo el libro en cualquier parte. También un libro de cuentos siempre deja una mezcla de sabores. Cuentos diversos, distintos enfoques, varios narradores, personajes y atmósferas diferentes. Muchas veces un cuento sobresale por sobre los demás o el lector queda atrapado entre los renglones de alguna historia.
En Retrovisor de Mónica Drouilly me parece que hay un gusto por los detalles. Los cuentos surgen, si se pudiese ocupar esa palabra, de observaciones de cosas puntuales o registros de hechos simples: un montón de peluches, un encuentro casual, una tarjetita de cumpleaños infantil, un cartel “Se busca” pegado en un poste, una sensación; elementos a partir de los que se construye la narración.
El detalle que se sitúa en los comienzos de estos cuentos creo que marca la forma de narrar. En estos siete textos uno no se encuentra con narraciones pretenciosas, sino que se sigue esta línea del detalle. Lo que me hace pensar que la autora es ante todo una observadora consumada, una persona que prefiere mirar y registrar en su memoria lo que ocurre a su alrededor y lo que va sintiendo lo va dejando en un lugar de su memoria. No veo que exista otra forma de dar cuenta de estos relatos porque detrás de cada uno de sus detalles se abre una historia, a veces profunda, a veces chocante, a veces cotidiana, pero lo que la autora pone por delante son esos mismos detalles. Una historia contada desde esa mirada.
La microhistoria aplicada al cuento. Lo micro, no en el sentido de la narración breve, sino que a partir del fragmento que nos abre las puertas a la posibilidad de una historia mayor, una historia que solo queda esbozada. Creo que la intención de la autora es dejar señuelos para que uno elucubre el alcance de estas narraciones.
Otro elemento ligado al anterior o quizás otra forma de la misma línea es que los detalles van sirviendo de puente dentro del cuento para saltar de un lado a otro de la historia. Pienso en el mismo retrovisor del primer cuento, que nos devuelve la historia y solo en ese momento uno logra comprender o logra asomarse al abismo de la narración.
Me parece que el primer cuento, “Retrovisor”, abre el libro de una forma que deja al lector, en este caso yo [el lector siempre ocupa el lugar del yo], pensando por un instante cómo llegamos a ese final, casi sin darnos cuenta, empujados por el impulso de la narración.
Los personajes de los cuentos se mueven entre la soledad y la individualidad, encerrados en sus códigos, hay en ellos una tendencia a la incomunicación, como si cada cual no pudiera romper sus pequeños mundos que siempre se mueven en una aparente “normalidad”, pero al ingresar a los cuentos uno va cayendo en esos planetas cargados de tensiones de los cuales los personajes no pueden salir. Son cuentos inclinados hacia lo interior en los que se respiran estos años y los trazos de esta sociedad.
En el siguiente texto se rescata la creación de microhistorias a partir del detalle entendido como fragmento de la realidad. Al respecto Colil escribe: "En Retrovisor de Mónica Drouilly me parece que hay un gusto por los detalles. Los cuentos surgen, si se pudiese ocupar esa palabra, de observaciones de cosas puntuales o registros de hechos simples".
Retrovisor
Un libro de cuentos tiene sus ventajas a la hora de leerlo. Muchos prefieren leerlo sin un orden aparente, a veces eligiendo los cuentos por sus títulos o por la cantidad de páginas o, simplemente, abriendo el libro en cualquier parte. También un libro de cuentos siempre deja una mezcla de sabores. Cuentos diversos, distintos enfoques, varios narradores, personajes y atmósferas diferentes. Muchas veces un cuento sobresale por sobre los demás o el lector queda atrapado entre los renglones de alguna historia.
En Retrovisor de Mónica Drouilly me parece que hay un gusto por los detalles. Los cuentos surgen, si se pudiese ocupar esa palabra, de observaciones de cosas puntuales o registros de hechos simples: un montón de peluches, un encuentro casual, una tarjetita de cumpleaños infantil, un cartel “Se busca” pegado en un poste, una sensación; elementos a partir de los que se construye la narración.
El detalle que se sitúa en los comienzos de estos cuentos creo que marca la forma de narrar. En estos siete textos uno no se encuentra con narraciones pretenciosas, sino que se sigue esta línea del detalle. Lo que me hace pensar que la autora es ante todo una observadora consumada, una persona que prefiere mirar y registrar en su memoria lo que ocurre a su alrededor y lo que va sintiendo lo va dejando en un lugar de su memoria. No veo que exista otra forma de dar cuenta de estos relatos porque detrás de cada uno de sus detalles se abre una historia, a veces profunda, a veces chocante, a veces cotidiana, pero lo que la autora pone por delante son esos mismos detalles. Una historia contada desde esa mirada.
La microhistoria aplicada al cuento. Lo micro, no en el sentido de la narración breve, sino que a partir del fragmento que nos abre las puertas a la posibilidad de una historia mayor, una historia que solo queda esbozada. Creo que la intención de la autora es dejar señuelos para que uno elucubre el alcance de estas narraciones.
Otro elemento ligado al anterior o quizás otra forma de la misma línea es que los detalles van sirviendo de puente dentro del cuento para saltar de un lado a otro de la historia. Pienso en el mismo retrovisor del primer cuento, que nos devuelve la historia y solo en ese momento uno logra comprender o logra asomarse al abismo de la narración.
Me parece que el primer cuento, “Retrovisor”, abre el libro de una forma que deja al lector, en este caso yo [el lector siempre ocupa el lugar del yo], pensando por un instante cómo llegamos a ese final, casi sin darnos cuenta, empujados por el impulso de la narración.
Los personajes de los cuentos se mueven entre la soledad y la individualidad, encerrados en sus códigos, hay en ellos una tendencia a la incomunicación, como si cada cual no pudiera romper sus pequeños mundos que siempre se mueven en una aparente “normalidad”, pero al ingresar a los cuentos uno va cayendo en esos planetas cargados de tensiones de los cuales los personajes no pueden salir. Son cuentos inclinados hacia lo interior en los que se respiran estos años y los trazos de esta sociedad.
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