[El subsuelo es un panteón]. Por Álvaro Gaete

Álvaro Gaete escribe sobre El subsuelo es de la corona, primer libro del poeta Andrés Azúa, publicado por La Liga de la Justicia Ediciones, 2016.

El subsuelo es un panteón

El palimpsesto es un texto escrito sobre otro, literalmente. Una hoja marcada por dos, hasta tres trazados de tinta borroneados. Pensarlo en el suelo sería algo parecido a las huellas que quedan en el concreto, donde las marcas, las fisuras de los pastelones y adoquines anteriores quedan impresas; el concreto hereda las huellas de la reconstrucción.
Algo siempre queda, como señalan algunos textos de El subsuelo es de la corona: la experiencia colectiva, el pasar del viento que lo ha visto todo (“Quizás respirábamos la antigüedad del microclima”). Sobre el suelo están las marcas de las capas terrestres (el humus, el mantillo, la capa intermedia, la roca madre, el lecho rocoso) y las capas superpuestas por la construcción y reconstrucción humanas, además de esa otra capa invisible, tan sobrecargada como la más profunda de las anteriores, pero suspendida: la memoria.
El subsuelo es de la corona, primer libro de Andrés Azúa, se cuestiona el espacio, la memoria y su codependencia.
No se precisa más que un nicho para forzar la memoria.
Una tumba de varios pisos, siempre un edificio a medio construir
sobre el cual fijar el asombro de un provinciano (“Esquela”, 17).
Quedan las dudas del operario. Construir para lograr trascendencia o solo predestinación. La colección de escenas que aparecen en este libro están habitadas por fantasmas con sensibilidad auditiva y que miran tordos detrás de la cortina; las sillas de una costanera que fueron pensadas por otra raza, la contemplación significa verticalidad y ese parece ser el fin máximo. El estado al que aspiran las cosas.
sus sillas de cemento fueron diseñadas para estar vacías
su forma desproporcionada parece esperar
la llegada de otra raza
que las usará como tronos para mirar el mar (“Costanera”, 19).
Edificios a medio terminar, también, tumbas que se replican.
Aunque duerma el obrero, en sueños apila piedras
sobre piedras, como acto penitente.
Como acto penitente busca la simetría
Con los materiales de la tierra viva
traza una forma para recordarse en su muerte (“La calle iluminada”, 12).
En algunos textos como “Calle iluminada” es visible el acercamiento a narraciones de una memoria que donde sea que mira ve edificios, tumbas de la postmodernidad. Una pulsión de muerte, que arrasa con familiares, lobos marinos y terrenos baldíos.
Este es un libro potente y pequeño, recuerda a los cortes que Gordon Matta-Clark construía en la estructura de edificios abandonados, vacíos legales si se quiere. El subsuelo es de la corona. Y como la corona dental y su subsuelo, lamentamos la falta de dominio de aquello que debería ser nuestro. Lo que falta, lo que se reemplaza por el espacio, es ante todo miembro fantasma.

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