[La Piedra Rosetta del Sci-Fi paraguayo]. Por Christian Kent


Christian Kent nos cuenta sobre Después del ocaso negro, libro de ciencia ficción publicado en Paraguay en el año 1961. Su autor, Víctor Montórfano, además de polemista y literato más o menos frustrado, colaboró como poeta en la composición de guaranias y es uno de los primeros cultores del sci fi paraguayo.

La Piedra Rosetta del Sci-Fi paraguayo

He sentido siempre una fascinación especial por los hallazgos, por los tesoros, por aquello que los hombres han venido sacando de la arena milenaria. Lo que explica algunas extrañas aficiones que fui adquiriendo en mi condición de lector.
Hace no mucho viajé a Ciudad del Este. Estando el ómnibus parado aún en el andén de la Terminal, subió un diariero y le compré un ejemplar de Muy Interesante, en cuya portada pillé un titular sobre los "Cazatesoros".
Compré la revista por eso, para leer cómo estos piratas modernos y expertos buzos se adelantaban a la tarea de los arqueólogos y sacaban del fondo de los mares inestimables tesoros de galeones antiguos; como el famoso Nuestra Señora de Atocha, que fue derribado por un huracán cerca de las costas de Key West, en 1622, repleto de oro y joyas de los mexicas. Luego los vendían, a coleccionistas privados, a los museos, a quién sabe.
Es difícil dar cuenta del inmenso placer que me produce leer, por ejemplo, el capítulo de "Dioses, Tumbas y Sabios" en el que C. W. Ceram narra la aventura de Howard Carter cuando descubrió la tumba de Tutankamon en el Valle de los Faraones. O aquel otro episodio en el que cuenta el descenso de Petrie, ayudado de una cuerda, a una fosa repleta de ladrones de tumbas, con nada más que un cuchillo en la cintura.
Desde niño, abría puertas que daban a espacios oscuros, poblados de objetos y seres extraños que hasta entonces habían estado escondidos al resto de los hombres. Conocía la existencia de esos otros ámbitos, donde nos esperan los hallazgos, donde todo lo secreto espera revelarse.
Esto explica también mi noviazgo con las librerías asuncenas, donde, sepultados bajo una marea indistinta de libros técnicos, de manuales de vida doméstica, de indecentes ejemplares de literatura clásica española, yacen rarísimas joyas cuyo valor ya no puede ser determinado por ninguna cifra. Llegué a comprar, por ejemplo, un enorme compendio de literatura inglesa, desde Chaucer en adelante, editado por la Universidad de Oxford, bajo la dirección de Harold Bloom, ¡a 20.000 guaraníes (unos 3,5 dólares estadounidenses) el tomo! Ahora, cuando son libros paraguayos, los libreros están más enterados y ese valor arbitrario, consignado por el capricho antes que por alguna regla, puede ascender hasta Gs. 300.000 cada tomo, como me pasó con la Obra Completa de Rafael Barret.
Bajo ediciones de los años sesenta de propaganda anticomunista, vulgares panegíricos a la figura de Stroessner o algún "Gran Libro de Medicina para el Hogar", desenterré cierta vez los Cuentos Completos de Pablo Palacio, una edición de 1929 de El Delator de O'Flaherty, que un par de años después fue llevada al cine por su primo, Tom Ford; un estudio de Zweig sobre Balzac, Dickens y Dostoievsky; novelas rusas de la era comunista como Kasiakevich, Grossman, etc.; la genial Z de Vassilicos; una preciosa edición con cuentos de Stevenson, ensayos de Kuhn, de Huxley, de Carlyle; en fin, tantos otros libros que fueron leídos, rayados, señalados, firmados y finalmente olvidados por sus antiguos dueños.
En una de mis últimas excursiones creí haber encontrado la piedra de Rosetta del sci-fi paraguayo; el puntapié inicial de una tradición que no prosperó, que, de hecho, ni siquiera existe. Estaba sepultado bajo ejemplares de principio de siglo XX de Hugo y de otros franceses que ahora ya no recuerdo; tal vez Stendhal o Balzac. No lo encontré yo, de hecho, sino Domínguez, el propio librero.
-“Mirá un poco este” –me avisó, mirando por encima de sus lentes- “Montórfano, Después del ocaso negro”.

Quién era aquel Montórfano que publicaba un libro de "Fantaciencia en la Era Atómica" en 1961, en Asunción. Y, para aumentar la intriga, bajo el título, la edición advertía que el libro había sido parte "Del Concurso Literario Life en Español 1960". Por supuesto, mi primera suposición fue que se trataba de la obra ganadora, si no, por qué hacer mención del concurso en la portada.
-"Este voy a llevar" –le dije a Domínguez, que además me encajó unos cuantos otros libros haciéndome un descuento descabellado. Todo por 100 mil, o una cosa así.
Después descubrí otras cosas de Víctor Montórfano, como que fue amigo de Ortiz Guerrero, que escribió los versos de la famosa guarania Tetagua Sapukái, de Félix Pérez Cardozo o, incluso, que fue un gran polemista, tirándose contra Remberto Giménez en la revista Noticias por haber hablado mal de la guarania de Flores*, o, escribiendo "Defensa del jazz", en respuesta a los comentarios poco amistosos que Gustavo Sosa Escalada (bajo el seudónimo de Smerdiakov) escribiera sobre el género**.
En las primeras páginas de Después del ocaso negro, me enteré además que publicó un libro, en 1948, titulado La Política que viene y su relación con la atómica, con Editorial Guarania, dirigida por el entonces Presidente de la República Natalicio González. ¡Fue editado por un presidente!
Lo que sí es que –volviendo a la cuestión del “Concurso Life en Español”- no tardé en enterarme de que la obra no fue la ganadora de este concurso; probablemente, ni siquiera tuvo una mención. ¿Cómo lo supe? Porque el introito, el "Prólogo-Mensaje", es una soberana puteada contra el jurado (entre los cuales estuvieron Octavio Paz, Federico de Onís, Hernán Díaz Arrieta y Artur Uslar Pietri) por no haberle premiado, y contra la obra ganadora del concurso, Ceremonia Secreta de Marco Denevi, por tratarse de, según el criterio de nuestro participante, un "adefesio literario".
Más que el libro mismo, este prólogo es, diría yo en mi vanidad de buscador de tesoros, una joya del pugilismo literario. Algo dentro de mí se alegra, se conmisera también podría decir, al leer los rebuscados insultos de un escritor menor paraguayo contra Octavio Paz y Denevi.
Dice Montórfano del jurado: “Se nos ocurre que los críticos triviales, por no decir mediocres, por lo superficiales; de anémicos juicios por la vulgaridad de sus culturas decadentes, siempre denotarán desde luego, de manera incontrastable, su incapacidad intelectual”. Y también:
Críticos aquellos de la “vieja escuela”..., algunos reblandecidos a tal punto a pesar de su edad o su aparente juventud, que servirían solo para meros “magister dixit” regimentados de literatura de colegios, apenas simples catedráticos de asignaturas o para vulgares periodistas banales, cuyas obras desconozco porque no tengo noticias de ellas.
Y sobre la obra de Denevi: “en lugar de encontrar una obra amena, optimista y de reales perfiles constructivos, me he tropezado con un argumento basado en el estupro, la esquizofrenia y el asesinato dentro de un ambiente sórdido y brumoso”.
Paréntesis: si no leyeron este cuento-largo/novela-corta (una cuestión limítrofe que no se resuelve) de Denevi, encuentren aquí una excusa para hacerlo.
Pero, ¿por qué Montórfano se enojó tanto por no haber ganado el “Concurso Literario Life en Español”? Será, digo yo, porque Después del ocaso negro no es más que una desvergonzada "cepillada" al concurso en cuestión.
Empezando por el protagonista (¡y único personaje!) de la historia, que se llama nada menos que Life Semens (¡Oh, Life Semens!). El Dr. Semens, después de un holocausto nuclear (ocaso negro), lleva a cabo un experimento que dará a luz al nuevo “superhombre científico” (una especie de Frankestein nietzscheano), y crea además el antídoto que lo protegerá contra las radiaciones atómicas; el NOVINRAD (¡nova vitae antirad!). Y la cosa se pone más desquiciada...
Pero, primero, permitidme consignar otras obsecuencias: al terminar el cuento, el narrador nos dice que todo no fue más que un “sueño psicoanalítico” de Máximo Reymond, “avezado periodista” e “inspirado poeta” que al despertar encuentra, “como asíduo (sic) lector que era”, ¡un ejemplar de Life en español abierto justamente donde se inserta el anuncio del Concurso Literario! Y, por favor, sepan ustedes apreciar –como lo hice yo, con el puño arriba – este glorioso momento para la “fantaciencia” paraguaya:
Al mismo tiempo que dirigía simultáneamente la vista hacia el ejemplar de LIFE, que parecía en realidad mirarlo desde el piso, con los ojos penetrantes e inmóviles, como en acecho, de la enorme y magestuosa (sic) cabeza de un jaguar, destacada en un fondo verde de exuberante selva.
Decíamos que la cosa se ponía más desquiciada. Life Semens, en su laboratorio, en una cueva de la isla “Quimerian”, que él mismo rebautizaría como “Futuria”, gracias a sus súper adminículos científicos (como el tele-ultra-microbioscopio electrónico), logró reproducir artificialmente el líquido amniótico humano, dónde plantó la semilla de la nueva pareja civilizadora; Adán y Eva de la era post-atómica, dos seres sin mácula que “se llamarán... se llamarán Falopio y Matrida (…) sí Falopio y Matrida, hijos de la Ciencia y el Amor”. ¡La esperanza de la humanidad depositada en Falopio y Matrida, la versión in vitro de Adán y Eva!
Manuel Domínguez le acusa al Decoud (1901) de “La Atlántida” de “cataglotismo”**, del “uso abusivo de terminachos”. Y esto fue lo que ahora recolectamos para sumar al catálogo de “cataglotismos” de Domínguez, después de leer a Montórfano: rubificado, maguer, mefítica, apodíctico, vocinglerío, aristoso promontorio, tiritantes tiras, iridiscentes lápices de los rayos, agoreros, cohonestar, arúspices, deliquio estético imaginativo, circuído, propicio conticinio, soponcio, etopeya, tactearse la nuca, ínclito, ataxia locomotriz, aristarco...
Montórfano boicotea, con una torpeza admirable, sus propias metáforas. “Así es. No hay nada que hacer. Es Cesio Estroncio contra el sol”, escribe. Y más adelante: “¿Qué es eso? Es la forma antropomorfizada que cabría dar, retóricamente hablando, a dos radiaciones que están en el espacio y que son productos de las radiaciones termonucleares...”. Pero no solo eso, boicotea también el principio de ficción, deteniéndose, como en la antigua comedia griega, para dirigirse al lector:
Se han consignado estos datos, aparentemente áridos y poco amenos quizá para algunos, en este cuento de science-fiction, solo en el deseo de que el lector logre una obvia comprensión de las ideas que acicateaban el inquieto espíritu taumatúrgico del Dr. Life Semens”.
Lo mejor para el final: un epílogo que reúne recortes de periódicos de la época, con noticias relacionadas con la cuestión atómica y el inminente apocalipsis. Un título de El País de 1960 reza: “La humanidad tendrá que vivir bajo tierra”. Un fragmento de La Tribuna de 1961 dice: “El Dr. Hermann J. Muller, especialista en Genética y ganador del premio Nobel, recomendó hoy que se establezcan bancos de esperma congelada de astronautas y soldados (...)”. Y un escrito del mismo Montórfano (que, al parecer, no conoce límites) celebra que “La luz de la Ciencia trajo: El día del Cosmos”. Eso es algo muy paraguayo, tenemos además entre nosotros al inventor del "Día Internacional de la Amistad", el funesto Artemio Bracho.
Para terminar, sepan ustedes que esta obra fue “Declarada obra útil por Orden General Nº75 del Comando en Jefe de las FF.AA. de la Nación, de fecha 7 de Setiembre de 1961”, durante la dictadura militar de Alfredo Stroessner (1954-1989)
Si este libro, a pesar de que tuve que obligarme a leerlo entero, no es un tesoro, entonces buscaré otra afición; coleccionaré caracolas en un país sin mar.


Notas

* La réplica a Remberto Gimenez apareció en la revista Noticias, dirigida por Mesquita Chávarri. Giménez había dicho del nuevo ritmo (Flores es el creador del género guarania) que es “una música monótona de ritmo indefinido”.

** Esta acusación aparece en Estudios Históricos y Literarios de Manuel Domínguez. Manuel Domínguez fue un intelectual y político paraguayo, abogado de profesión, cuya obra más significativa sea quizás El alma de la Raza, un libro de tinte nacionalista. En este mismo libro hay un capítulo muy lindo que habla sobre dos poemas de Poe: “El Cuervo” (“The Raven”, siempre pienso: sí crow es cuervo, raven, ¿qué es?) y “Las Campanas” (“The Bells”).
Diógenes Decoud es miembro de una dinastía intelectual paraguaya que comienza con uno de los fundadores de la Asociación Nacional Republicana (Partido Colorado), José Segundo Decoud. A José Segundo, Domínguez le había defendido en un proceso por “traición a la patria” en 1904.
Diógenes fue partiente de Bioy Casares por línea materna, tradujo al español El Espíritu de Gautier y escribió un disparatado libro sobre La Atlántida cuya “ampulosidad” es criticada por Domínguez en el libro mencionado más arriba.

Comentarios

As de pica dijo…
Se puede conseguir un ejemplar o un PDF?