[Imposturas y tránsitos en la nueva literatura del norte de Chile]. Por Daniel Rojas Pachas

Suele pensarse que la literatura creada en el norte de Chile está atada a una estética melancólica ligada al trabajo minero y el paisaje del desierto, sin embargo, Daniel Rojas Pachas nos dice que la situación es mucho más compleja y rica en cruces y migraciones: primero, los derivados del intercambio entre las ciudades fronterizas de Bolivia, Chile y Perú y, luego, por los diversos mecanismos y procedimientos que transgreden géneros y realidades.


Imposturas y tránsitos en la nueva literatura del norte

Arica y Parinacota y su frontera constituye una región relativamente joven (2007), de tardía anexión a Chile (1925). Lo expuesto da cuenta de factores geopolíticos que explican la extrema distancia que nos separa del centro del país y la precaria gobernabilidad sumada a la falta de políticas culturares claras y continuas.
Respecto al aislamiento natural, hay que mencionar que la ciudad chilena más cercana a Arica viajando por tierra es Iquique que está a 6 horas, casi la misma distancia que hay con Arequipa en Perú y un poco menos que la que hay con la Paz, Bolivia. Tacna, la ciudad frontera hermana de Arica, está a media hora de viaje por carretera con un incómodo control aduanero de una hora aproximadamente. (Las distancias que median entre las ciudades del norte son insalvables).
Es notoria además la falta de infraestructura cultural, me refiero a centros culturales, librerías, ferias del libro profesionalmente constituidas, medios de prensa especializados o siquiera pequeños reductos dedicados al arte y la literatura en los medios locales, asimismo hay una ausencia de plantas académicas que promuevan la investigación y extensión. Hay una desvinculación muy grande entre la realidad cultural presente y en desarrollo, y los programas de estudio. Los más conocidos “mecanismos de legitimación” que operan en el centro, son escasos en este contexto, por no decir nulos.
Arica e Iquique son ciudades con una larga tradición de sujetos migrantes, comunidades híbridas y transculturales, afectadas duramente por discursos de homogenización y de imposición de una identidad basada en el folclore y las gestas históricas recientes: la Guerra del Pacífico y el combate naval de Iquique, por ejemplo. ¿Cómo afectan estas constantes migraciones a la escena literaria? Dos ejemplos: yo mismo nací en Lima, de madre peruana y padre santiaguino, estoy radicado en Arica y trato de promover y difundir la literatura actual desde la frontera, o sea, soy un peruano-chileno levantando la industria editorial en una ciudad chilena, anexada al país producto de una guerra con Perú, paradójico por decirlo menos; Juan Malebrán es otro caso paradigmático, un poeta nacido en Alto Hospicio pero radicado en Cochabamba desde hace más de 5 años y que es un dedicado promotor de los nodos establecidos en los últimos diez años entre Bolivia y el norte chileno. Su trabajo con las ediciones cartoneras en Yerma Mala y su colección "Made in Chile", con Canita Cartonera en la cárcel de Alto Hospicio y su apoyo a la organización del festival de poesía Santiago en Paz, realizado por otro nacional, Carlos Cardani Parra, están largamente documentados.
La historia del norte está llena de estos casos de doble nacionalidad o sujetos trasplantados e “infiltrados” en las comunidades por las cuales trabajan, el equipo de la revista Tebaida por ejemplo (1968):

La idea no pudo concretarse en Santiago pero avanzo hacia el norte haciendo una escala en Antofagasta donde su sumaron grandes figuras del arte nacional, Don Andrés Sabella (autor de la novela Norte Grande), Luís Moreno Pozo, Guillermo Ross-Murray, Mario Bahamonde (autor de la Antología de la Poesía nortina) y el poeta visual Guillermo Deisler, completísimo artista y xilógrafo que estaría a cargo de ilustrar todos los números y completar el panorama creativo con sus publicaciones independientes, tituladas Ediciones Mimbre, las cuales fueron un trampolín de intercambio para muchos escritores de ese tiempo, difundidos a lo largo y ancho del continente. No hay que olvidar al Relacionador Público del grupo Víctor Bianchi Gundián, trágicamente desaparecido en un accidente automovilístico y al cual dedicarían el primer número (Bianchi, 1995: 82).

(Los caudillismos, aunque constituyen una situación que se procura evitar, o que a través del trabajo editorial nosotros hemos intentado modificar en una instancia más madura de gestión, son necesarios en un principio para movilizar a los distintos actores culturales)
Lo expuesto es una somera caracterización del norte extremo. Antofagasta, por su parte, claramente muestra una mayor infraestructura y oferta cultural, actualmente se realiza la Feria Internacional del libro Zicosur (FILZIC) que ya va por su cuarta versión, existe una sede del centro cultural Balmaceda Arte Joven financiada por Minera Escondida, además, se mantiene la columna cultural iniciada por Andrés Sabella, "La Linterna de Papel", en El Mercurio de Antofagasta, todos, mecanismos de legitimación ligados a grandes empresas y conglomerados, sin embargo, a la fecha, no han surgido actores que puedan superar la sombra de discursos oficialistas marcados por la figura de Andrés Sabella y, en la actualidad, Hernán Rivera Letelier, lo cual nos lleva a otro punto importante, la estigmatización del norte al alero de un imaginario canónico que responde a ideales marcados por la homogenización, la gesta de la minería, los tipos humanos naturalistas, la nostalgia del esplendor de comunidades endurecidas por el rigor del trabajo, los conflictos bélicos, Arturo Prat, el paisaje y su embrujo.
El problema, quiero recalcar, no es Sabella y su obra, tampoco lo es Rivera Letelier, el problema es la manipulación de estas figuras, su instrumentalización, el direccionamiento de las lecturas, el reduccionismo, los clones y la invisibilización de otras posibles lecturas menos patrimoniales, más críticas y para nada políticamente correctas. En este sentido, me permito citar un fragmento del libro Los hijos suicidas de Gabriela Mistral, publicado por Ediciones Inubicalistas el 2011:

[L]a figura de Gabriela Mistral se convierte en paradigma al momento de analizar el destino de la imagen del intelectual exitoso chileno. Asombra lo fácil que es manipular la estampa de cualquier prócer con cierto renombre dentro de la población, ya sea para obtener beneficios económicos con marcas comerciales, o para echar mano de su figura cuando ya no problematiza políticamente a los gobiernos de turno. Es lo que sucedió precisamente durante la dictadura militar chilena, la que dio énfasis a Gabriela Mistral, convirtiéndola en papel moneda y carne de estatua, en parte para invisibilizar la molesta presencia de Pablo Neruda, otro referente obligado dentro de nuestra cultura, cuyas manifiestas inclinaciones políticas e ideológicas eran una piedra en el zapato para un régimen derechista carente de figuras públicas culturales que contrastaran en peso con el grueso de las ideas contenidas en los textos literarios del Premio Nobel de 1971.
Se ocultó sutilmente entonces que Gabriela Mistral había apoyado al Frente Popular que llegó al Gobierno en 1938, que defendió a Sandino frente las Naciones Unidas, que buscó infatigablemente propiciar una reforma agraria en nuestro país, que advirtió a la gente en Latinoamérica sobre la venta de sus recursos a naciones extranjeras, que estuvo siempre del lado de obreros, campesinos e indígenas, y que por último desarrolló sostenidamente una postura radicalmente antimilitar. La manipulación de su imagen contó con el apoyo de la pereza crítica de las grandes masas de nuestro país, favorecida y alimentada por supuesto por un gobierno que prefería el analfabetismo y la precariedad intelectual de los sectores más desposeídos, que su desarrollo como masa pensante y verdaderamente constructiva. Fomentó de esta forma su necesidad de santones, santos y héroes deportivos de los que enorgullecerse, convirtiéndola así en figura equiparable a Miguel Ángel Poblete y la virgen de Villa Alemana, Sor Teresita de los Andes, Martín Vargas o Hans Gil de Maister.

Reitero, el problema no es Sabella y su obra y tampoco lo es Rivera Letelier, es más bien la negación sistemática del aporte de otros autores como Mahfud Massis, Romeo Murga, María Monvel, Naná Gutiérrez, Oliver Welden, Guillermo Deisler, Alicia Galaz, Mario Bahamonde, entre otros.
Después de este diagnóstico panorámico, el cual se puede profundizar y enriquecer con matices relativos a cada zona, con hitos y puntos de fuga, podemos entender mejor el grado de consciencia que tienen los actores actuales en el norte chileno, el análisis y la autocrítica que hacemos de nuestra realidad, y las líneas de acción que hemos procurado tomar, abandonando el llanto provinciano y aplicando lógicas distintas. Soluciones y propuestas basadas en la distribución natural del territorio, diálogos estéticos y productivos interfronterizos que superan la falta de preocupación y profesionalismo de instituciones estatales y privadas, resignificando o resemantizando discursos o prácticas, las principales ligadas al espacio, al tiempo y al flujo e intercambio de bienes, la idea de hibridez, mestizaje, tráfico y contrabando cultural, vistos peyorativamente por la oficialidad, son pensados por nosotros como actos de resistencia y resultan puntos interesantes para dar cuenta de principios rectores: la autogestión, la asociatividad, el desarrollo de corredores del libro, la inversión de los núcleos de acción desde el punto en que uno se encuentra situado, el juego de la memoria sin nostalgia y romanticismo, el descreimiento y el "hazlo tú mismo".

*
Los motivos y formas en la literatura del norte han cambiado y asumido nuevas actitudes que distan mucho del canon contemplativo del paisaje. Desde la frontera ariqueña al Desierto de Atacama pasando por Alto Hospicio y Antofagasta encontramos voces abiertas a la experimentación, al uso y explotación de metadiscursos y estrategias pansemióticas, intertextos ligados al humor, el sci-fi, el terror y otros géneros y procedimientos como el diálogo coloquial, el pastiche** “El pastiche es, como la parodia, la imitación de un estilo peculiar o único, idiosincrásico; es una máscara lingüística, hablar un lenguaje muerto; pero es una práctica neutral de esta mímica, no posee las segundas intenciones de la parodia; amputado su impulso satírico, carece de risa y de la convicción de que, junto a la lengua anormal que hemos tomado prestada por el momento, todavía existe una sana normalidad lingüística, el pastiche es, entonces, una parodia vacía, una estatua ciega" (Jameson, 1996: 38). , la parodia y la falsa biografía. Es claro que esto no es nuevo en la literatura nacional, sin embargo, si pensamos en el norte y las publicaciones a las que estamos acostumbrados, podemos hablar de movilidad y riesgo.

Urlo: Signos de terror en la frontera norte
 

Pablo Espinoza Bardi (1972) es un escritor fogueado en narrativa con tres colecciones de cuentos a cuestas y una trilogía de horror denominada Necrospectiva la cual suma dos entregas a la fecha. A lo largo de su carrera escritural ha publicado en antologías nacionales e internacionales con su prosa destinada al horror en sus manifestaciones cósmicas, gore y dedicadas a la figura del asesino en serie. Su más reciente obra, Urlo, es un mosaico que nos invita a penetrar en un mundo de degradación de la carne y las profanaciones que conectan crimen y homicida con impulsos sexuales primarios, pero, además, Urlo es una exploración de la génesis del asesino y sus motivaciones. El libro, como es claro, siente el tono hiperbolizado que hace honor al género B del cine y su galería de íconos de culto como Leatherface, Norman Bates, Michael Myers y sus contrapartes históricas, ahí radica uno de los primeros factores que hacen predominar el tono paródico y desmitificador, una de las características que predomina en todos estos autores, el afán desacralizador de discursos, tópicos y géneros.
Urlo se permite descreer de sus propios mecanismos creativos e incluso satirizar a sus lectores, el libro se inscribe de este modo en un tono metaficcional en que el autor desnuda sus intenciones y también los procesos que componen su acto creativo. Al respecto Eduardo Farías nos indica:

Advertencia: esta estética puede ser dañina a la conciencia. Todo crimen debe ser condenado y expulsado de nuestra civilización, pero, sin embargo, hay un atractivo en ello que hace coleccionar cómics, ver films, poner una atención única a aquellos documentales policiales, las notas rojas en los periódicos, porque hay un atractivo innegable. Espinoza Bardi sabe de aquello, haciendo de la literatura un instrumento acerado que cala hondo en el imaginario colectivo. Un maestro de las imágenes. Urlo es la muestra de haber alcanzado una madurez en el arte de avasallar la conciencia y desmenuzar la moralidad.

La región de Tarapacá y la estética Noir de J. J. Podestá

Novela negra de Juan Podestá, poeta, narrador y periodista, otro autor multifacético, se inscribe en la hibridez del pastiche, la imitación de estilos y estéticas, en este caso la del universo noir o de novela policial, apropiándose de sus lugares comunes, hitos y figuras míticas: el detective fracasado y la "femme fatale", apropiación a la que se añade la tematización de las vidas de cieros creadores nacionales y extranjeros marcados por un sino trágico, como María Luisa Bombal, Norman Mailer y Pablo De Rokha. Procedimientos que sirven para crear una atmósfera y un talante preciso en sus hablantes líricos. Novela Negra de Podestá tiene una primera edición en Bolivia vía Yerba Mala Cartonera, y una reedición temprana en Chile con Cinosargo. La obra demuestra el alto conocimiento del autor en torno a los discursos periodísticos y el léxico de la crónica roja, así como también del género que lo cautiva, las novelas de Dashiell Hammet, Raymond Chandler y Chesterton.
Resulta clarificador de la estética de la obra la siguiente cita del libro.

Asimismo como Norman Mailer acuchilló
a su esposa
Asimismo entierran algunos el lápiz
en el roneo
Asimismo el policía firma la
constatación de lesiones
Así también se firma el acta de
defunción
Así, los ejemplares numerados.
La extrapolación de los actos innegablemente todos desembocan en el escribir (esto desde el punto de vista de un poeta) el planteamiento es sólido, hundiendo sus raíces en el lado oscuro de la existencia humana.
Con la misma pistola se fueron
cagando los De Rokha
La muerte a veces es una pura
burocracia
Ir al registro civil de la cabeza y
firmar el documento
Sera la evidencia para el funcionario
Hay burócratas de la muerte
Como ese que lleva veinticinco años
pensando en suicidarse.

Al respecto, el poeta Ernesto González ha señalado:

Además suma o mezcla –como si fuera poco- fragmentos y ensayos del diario secreto del escritor. O más bien, las glosas de una novela o libro de cuentos “en construcción”, cargado de interesantes reflexiones literarias y escenas oscuras, turbias y en toda su crudeza (incluso en el uso del lenguaje). Todo el rato el lado B de la propia biografía y la ciudad del crimen y del suicidio.
No es un libro de poesía que trata de ser una Novela Negra. Es una Novela Negra encañonada por la poesía. Recordándonos que si puede existir una literatura social, debe estar cerca de los intestinos (y no del departamento de género en la universidad por ejemplo), hacerse cargo de la descomposición, ser bruto y políticamente a la contra (sobre todo de la misma “contra”) del Chile que quiere vestirse de seda en el Bicentenario.

En síntesis, Novela Negra literalmente realiza un juego alegórico al establecer los nexos formales entre el crimen y la escritura. Desde luego toma todos los códigos usuales, las imágenes, la construcción de ambientes, las referencias inmediatas dirigidas a la expectativa del lector, algunas de tipo universal, otras son alusiones más concretas y locales: las putas colombianas, Hans Pozo (el occiso) el Tila (un asesino en serie), los ratis (detectives), pero resemantiza cada uno de sus pasos y elecciones y, en esa medida, genera un diseño con una lectura profunda, metaconsciente del quehacer del escritor y el asesino, por eso queda preguntarnos: ¿qué diferencia hay entre ese que escribe a puñaladas la historia que leeremos mañana en la prensa o veremos relatada en la noticias, ante aquel que juega trepanando los cráneos o ese esposo celoso que destruye a golpes las relaciones ocultas de una mujer ficticia y su amante también hecho de palabras?

Namazu de Rodrigo Ramos Bañados: Desde Antofagasta novelar Tocopilla y las distopías del abandono

Bañados ha leído y descubierto cómo comunicar a los lectores, mejor que nadie dentro del panorama contemporáneo de la narrativa chilena, el pulso de la vida en el norte.
Zona en que el imbunchismo chileno del cual habla Joaquin Edwards Bello, toma connotaciones de desarraigo y apatía.
Edwards Bello dice: 

En general toda esa tierra es como un cadáver, como una momia. El paisaje, silencioso, ensimismado, anestesiado, es un paisaje que ha mascado la coca. Todo convida a la meditación y la tristeza. La gente piensa lentamente, ingenuamente y hasta las historias banales... Tienen una ilusión, un hechizo de espejismos en la memoria.

La alusión a las palabras de Edwards no es caprichosa. En otra de sus crónicas, nos compara con Japón. Una relación que no es extraña a Namazu pues Bañados realiza el paralelo entre el mensaje trágico que comunica el pez oriental que da título a la obra comparándolo con nuestro "kalule". Lo cual me lleva a pensar en las palabras de Hiromu: "Quizás todos necesitemos de una ola de 30 metros para volver al cauce".
Bañados traza así un nodo impensado entre un imperio del primer mundo y Tocopilla. Quizá la ciudad más olvidada de Chile y en la cual se resume toda nuestra miseria como comunidad. Tocopilla, reconocida por ser la cuna de Jodorowski y Alexis Sánchez, anida seres anclados a una idea de progreso que les fue prometida y luego negada. A cambio, la paradoja del triunfo minero descansa en el cáncer de los pobladores producto de la contaminación de las termoeléctricas. Los tocopillanos transitan en un espacio destinado al culto de lo horrible, masticando el resentimiento, orgullosos de un pasado que se piensa glorioso. Los hoteles de antaño, los bares y alguna visita ilustre que permite rastrear cierto abolengo en la herencia europea. Con patetismo poético, Bañados da cuenta del fracaso a través de la imagen de la FISA y los sueños de niñez de la hija de Magda; pero es el desfile de todo el "freakerío" provinciano por la plaza de Tocopilla, lo que marca el tono de la novela.
Ante el vouyerismo del peruano-japonés Kasunoki, marchan pecho inflado, los desarraigados nietos "emo-hardcore" junto a los anestesiados abuelos fundacionales. Se trata de una radiografía maligna del camino que hemos abrazado. De algún modo todos nos resumimos como parte de Chile en aquel desfile, sin embargo, hay en ese bestiario de Bañados, un personaje oscuro y delirante que brilla como un sol negro. Me refiero a Leo Rozas: "el escritor de chaqueta roja que desfilaba solo, con su libro premiado en Madrid bajo el sobaco y unos amplios lentes de sol que escondían su soberbia provinciana".
Citando a Edwards Bello por última vez, lanzo como el kalule una advertencia:

Chile tierra de temblores, llegó tarde al día del reparto del buen gusto y de la medida. No conoce términos medios. La naturaleza hace al hombre tosco y feo. El hombre ayuda a la naturaleza y se venga declarando la furia y belleza de la fealdad [...] algo que se ha roto. Símbolo de Chile: roto.

Namazu nos lanza al rostro, párrafo a párrafo, como en la técnica de ludovico, viñetas de nuestro error-horror nacional.

Los hijos suicidas de Gabriela Mistral y el laberinto de la falsa antología y taxonomías hiperbolizadas

Los hijos suicidas y en general los libros que componen la trilogía de falsas antologías de Fernando Navarro (Vicuña) Los Nortes que hay en el Norte y El Pequeño Odioso, dan vida a un corpus inusual no solo en el margen de la poesía nortina, podría fácilmente instalar su experimentación dentro del grueso del territorio nacional.
El libro se enmarca dentro de la línea de la falsa biografía practicada por Fernando Pessoa y en nuestra lengua por autores como Borges y Wilcock.
A la manera de Spoon River Anthology de Edgar Lee Masters, La Sinagoga de los Iconoclastas del Argentino Italiano Rodolfo Wilcock y, más cercanas al fin de siglo, La Literatura Nazi en América de Roberto Bolaño o la obra ganadora del premio Lagar 2009 Colonos de Leonardo Sanhueza, la obra de Navarro Geisse se presenta en el caso particular de Los Hijos Suicidas de Gabriela Mistral (Inubicalistas, 2010) como un compendio de cinco poetas malditos de Vicuña, creadores muertos a temprana edad, presas de una dilatada agonía o de plano autoexiliados, artistas consumidos por su genio, recalco que se trata de cinco poetas malditos, si contamos al propio antólogo Leonidas Lamm.
Las figuras de los hijos suicidas podemos pensarlas en los términos que expone el poeta, novelista y dramaturgo Han Dong (nacido en Nanjing en 1961):

Con un toque de cinismo Han Dong señala que el suicidio del poeta Hai Zi en 1989 se debió a que no pudo distinguir la poesía de la vida ordinaria y que los que actúan de esa manera buscan siempre acciones extraordinarias. Ellos beben, luchan, bromean acerca de las mujeres, se dejan llevar, cultivan excentricidades… para probar que son poetas. Al final trascienden lo mundano y solamente muertos piensan probarlo. (Carrizales, 2013).

Los hijos suicidas, trabajo póstumo e inconcluso de investigación, nos relata los avatares de Lamm, estudioso de literatura exiliado en Europa, naturalmente desvinculado del devenir poético nacional y del reconocimiento de sus pares académicos, sin embargo, íntima y afectivamente cercano a escritores coterráneos de Gabriela Mistral y que con ayuda de Navarro Geisse, el investigador pudo rastrear para crear esta genealogía de voces desesperadas compuesta por Juan Miguel Godoy, el mismo Navarro Geisse en calidad de poeta y no en su rol de investigador, coautor de la antología y encargado del epílogo de la obra, Alfonso Pinto y Pedro Álvarez poeta de ascendencia diaguita. Sin embargo, el libro guarda más de una sorpresa en su condición de antología, pues por medio del epílogo preparado por Geisse, revela rápidamente su carácter ficcional en la medida que Alfonso Pinto, el único poeta antologado que en estricto rigor se suicidó disparándose, no es más que una entelequia creada por Álvarez y el mismo Geisse. Pinto es tal como indica el texto:

Y esto que voy a contar me parece ahora doloroso y retorcido, que conste. Pues bien, ahí va: uno de los autores recopilados es en realidad una entelequia creada por mí y por Pedro Álvarez. Alfonso Pinto, supuestamente único poeta de esta antología que realmente se habría suicidado, es en realidad un personaje que inventamos a partir de textos elaborados por Álvarez, siguiendo sus ejercicios de experimentación poética en base a crónicas rojas. Su biografía y la carta de suicidio son de mi autoría. Partió como un juego que hicimos al profesor en la primera etapa de su investigación. Posteriormente, cuando el análisis de los textos de Alfonso Pinto quedaron dentro del artículo del profesor que apareció en Komala, nos pareció que realizábamos un sueño de muchos escritores: fundir ficción y realidad, vida y poesía de forma potente, indistinguible. Pronto comenzamos a tener sentimientos de culpa y vergüenza que nos atormentaban (Navarro Geisse, 2010).

En esa medida la obra antológica reconoce su andamiaje ficcional y sacrifica academicismo en pos de develar al lector el delgado tránsito entre realidad e imaginación. Los autores se constituyen como en el caso de la obra de Lee Masters o de los delirantes poetas fascistas de Bolaño, en una lista hiperbólica de vidas en colisión. Recurso que tiende a la polifonía discursiva y la fijación fantasmal de un canon de autores o libros que se deben consultar. De este modo Navarro Geisse con los hijos suicidas cumple un doble rol, dar médula y estructura al libro a través de la falsa antología o antología novelada, mientras que promueve a la par, la parodia o desacreditación de los productos culturales y su arbitraria construcción de ídolos a través de premios, selecciones prestigiosas dadas por fundaciones o tesis académicas de alto vuelo.
Quizá allí radica la importante presencia de la figura de Gabriela Mistral en el título de la obra, pues a través de esta imagen icónica de la poesía universal, nacional y del norte, se busca criticar y parodiar la apropiación cultural de los gobiernos o en un sentido inverso, la invisibilización del arte y el creador por razones extraliterarias. El mismo Lamm lo insinúa en su prólogo a la antología de poetas jóvenes del Elqui:

La figura de Gabriela Mistral se convierte en paradigma al momento de analizar el destino de la imagen del intelectual exitoso chileno. Asombra lo fácil que es manipular la estampa de cualquier prócer con cierto renombre dentro de la población, ya sea para obtener beneficios económicos con marcas comerciales, o para echar mano de su figura cuando ya no problematiza políticamente a los gobiernos de turno.

Una interesante y experimental obra, con carácter antifundacional y desfundante que persigue, con su heteroglosia, afectar el rol canónico de la crítica y de gran parte del sector literario, bombardeando indiscriminadamente tanto al lector ingenuo como al más recalcitrante estudioso y promotor de rankings de calidad cultural, pues entre las palabras de Lamm sobre Gabriela Mistral, y los dichos de Navarro Geisse en su epílogo, uno tiende sin dudarlo, a problematizar el rol de crítico, editor e incluso promotor de antologías y preguntarse: ¿no se estará jugando el mismo papel de falso cristalizador, canonizando con los fines erróneos, jugando al pastiche de elevar nombres e invisibilizar a otros?

Conclusión

En síntesis, las obras reseñadas abren nuevos derroteros en la producción literaria del norte e instauran temáticas impensadas dentro del acervo creativo que se ha asignado, a veces de modo arbitrario a las provincias extremas, también generan tensiones interesantes en la delimitación de lo que entendemos por género, pues el cruce intermedial por el cual el comic, cine, discursos públicos y metatextos ingresan a la poesía y narrativa, permite nuevos actos cooperativos y proporcionan al lector claves de interpretación inéditas que priorizan la falta de clausura en lo escrito y a una sensación de semiosis latente.
En palabras de Carrasco:

“El texto literario no se considera aislado de los demás hechos textuales y no textuales, sino en activa interrelación con ellos, articulando disciplinas, contextualizando datos, relacionando y tratando de dar sentido a elementos, situaciones y momentos históricos distintos, medios verbales y no verbales, literarios y de otras formas de discursividad” (Carrasco, 2002: 199-210).

Son encuadres que innovan y en los cuales, tanto los contenidos escamoteados como los aludidos, se llenan de significado y guían hacia un final por completar. Las implicaturas cobran vigor y se solucionan en el código del destinatario. En esa medida, no es menor la tarea que toca a la crítica, llamada a investigar y ampliar las fronteras impuestas por el canon, completar los vacíos de décadas en antologías críticas y tesis, y dejar de suponer desde el cómodo lugar que anticipa un estancamiento en la literatura del norte, actitud que lleva a estudiosos a aludir a perpetuidad tan solo dos o tres nombres en sus bibliografías a fin de no tener que escudriñar, descubrir y enfrentar continentes que ponen en tela de juicio sus marcos teóricos a la medida.

Bibliografía

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Jameson, Frederic (2001). Teoría de la posmodernidad. Trad. Cecilia Montolío y Ramón del Castillo. Madrid: Trotta.
Lamm, Leonidas & Navarro Geisse, Fernando (2010). Los Hijos suicidas de Gabriela Mistral: Antología Poética de Jóvenes del Valle del Elqui. Valparaíso: Inubicalistas.
Martínez Álvarez, Fidel, et al. (2007). “Hacia una Epistemología de la Transdisciplinariedad”. Revista Hum Med. Ciudad de Camaguey, v. 7, n. 2.
Podestá, Juan (2010). Novela Negra. Arica: Cinosargo.
Ramos Bañados (2013). Namazu. Valparaíso: Narrativa Punto Aparte.
Rojas Pachas, Daniel (2010) "Tebaida y Extramuros: Rescate de revistas del norte de Chile". Revista Sol Negro.
______________ (2012). "A propósito de un artículo de la revista 2010-2 y Los hijos suicidas de Gabriela Mistral: en verdad, ¿Cuántos nortes hay en el norte?". La Calle Passy 061.

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