[U-matic (sobre No)]. Por Víctor Quezada

Revisa a continuación un texto sobre la película No (2012) de Pablo Larraín, película que trata sobre la campaña publicitaria de la Concertación de Partidos por el No en el marco del plebiscito (1988) que decidiría la continuidad de la dictadura cívico-militar de Pinochet en Chile.
U-matic (sobre No)

Un cine en Eslovenia

Escucho la voz del filósofo Sergio Rojas: Slavoj Žižec cuenta una anécdota; estaba en un cine de Eslovenia viendo Matrix, a su lado, se sentaba su espectador ideal, un perfecto idiota que cada cierto tiempo gritaba: dios mío, la realidad no existe. Ese perfecto idiota es el espectador ideal de No.

La superficie televisiva

No fue filmada en videocasete, con el dispositivo técnico y el formato (U-matic) que se usaban en la televisión chilena a fines de la década de 1980. Esta decisión técnica es la operación de sentido que define toda la trama de decisiones a lo largo de la película: decisiones sobre lo que se entiende por representación, por realidad, lo que se entiende por historia.
En razón de confundirse con el amplio material de archivo que se utiliza en el film, en razón de construir cierta realidad mediatizada, No quiere hacer de la superficie televisiva una transparencia (si decimos transparencia queremos decir que se pretende a la imagen televisiva como verdadera, como reflejando directamente la realidad), como si su representación, a través de la estrategia publicitaria (que es el nudo argumentativo de la película), pudiera dar cuenta de un mundo que se concibe aplanado, a la medida de la superficie de un set de televisión.
Pero, ¿qué se aplana finalmente?
-Los “comunistas” (“da lo mismo, hueón, son todas formas de comunismo”), de duelo permanente, permanentemente ofuscados, poco inteligentes e indignados, representan una estética pesada como una piedra que deben empujar cuesta arriba. Pero los “comunistas” de Sísifo sólo tienen el castigo; sin sabiduría alguna, sin astucia, esos “comunistas” en No, son una especie que se resiste a su extinción y cuya estética ya está muerta (y se dice estética como si esta fuera la única manera de entender el mundo).
-La concepción del archivo (una escritura de la memoria que siempre se está haciendo) se ofrece como ya pensada y clausurada. No entrega una versión clausurada de la historia de Chile, una versión de la historia sin memoria, sin justicia.

Todo signo es tres signos

A partir de la definición de signo como “algo que está para alguien, por algo, en algún aspecto o disposición” (Peirce, 1897) se desprenden tres correlatos según la relación que el signo trabe consigo mismo (“en algún aspecto”), con su objeto (“por algo”) o con su interpretante (“para alguien”).
El correlato que nos interesa aquí es el de la relación del signo con su objeto. Así, un signo puede ser un ícono si tiene una relación de semejanza con su objeto, un índice si tiene una relación de contigüidad existencial con su objeto o un símbolo si su relación con el objeto es convencional.
Consideremos un hecho del pasado como nuestro objeto: si la historia, como discurso, es un símbolo, el hecho de nombrar el acontecimiento histórico sería su índice. El ícono, por su lado, vendría a ocupar un lugar especial en tanto se asemeja a su objeto, sería una pura forma; la reducción, por ejemplo, del plebiscito del 88 a una campaña publicitaria o a una imagen que toma del objeto que representa solamente sus características formales.

Re-politilizar los objetos

Quizás nuestro trabajo en la contemporaneidad chilena sea politizar la vida cotidiana, cuestión que no tiene nada que ver con una polarización de la realidad, sino, más bien, con apropiarnos de los espacios públicos, entender que la política es una manera necesaria de entender el mundo, un mundo que se pretenda pluralista, como espacio de diálogo y reflexión sobre el pasado y nuestro futuro.
En este sentido, No pudiera parecer un intento por volver a politizar los objetos artísticos, en particular, el cine. Creemos, sin embargo, que despliega una operación de despolitización. Esto, principalmente, porque (al privilegiar un formato y una estética que intenta asemejarse al archivo, al aplanar la figura de la izquierda política) despoja a la representación histórica de sus otras cualidades. No, como representación del plebiscito de 1988, se presenta a sí misma como un mero ícono que desplaza el acontecimiento histórico y borra la historia como construcción colectiva. 


Bibliografía
Rojas, Sergio. En su tinta, N°4 (Podcast).
Peirce, Ch. S. (1897). "Fundamento, objeto e interpretante". 

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