[Tétrica simetría de tetrix: Observatorio de Francisco Ide]. Por Daniel Rojas Pachas

"Observatorio" es el debut del joven poeta chileno nacido en Santiago en 1989, Francisco Ide Wolleter. Publicado por Ediciones Corriente Alterna en 2011, el poeta y crítico, cabeza, además, de Editorial Cinosargo, Daniel Rojas Pachas, nos ofrece ahora su lectura sobre este libro.



Tétrica simetría de tetrix: Observatorio de Francisco Ide


hombres-cosas, hombres penas, polvo lleno de polvo, formas llenas de formas, seres llenos de seres
Tribunales – Pablo De Rokha

Observatorio de Francisco Ide Wolleter se construye bajo una atmósfera de seres escindidos, o, más bien, bajo una belleza natural también presente en los sujetos, la que atestiguamos aplastada por el artificio del entorno.

“Una tautología de mirlos cubiertos de petróleo
despedazan a un canario silvestre, la noche
parece decirle al sol del verano: eres lindo, eres lindo
pero me aburro de tu cara” (2011:14)

Tras la lectura, queda la huella, retazos de momentos simples, instantes cargados de ternura y contemplación ateridos de modo violento a la máquina, al metro,  la urbe, y todo vehículo que cruza de boca a boca a los individuos tornándolos carne molida o una mancha azul en el pavimento, ese pavimento soporte del tráfico e intercambio comercial que conforma la ciudad.

Deleuze nos dice: “Los individuos se han convertido en "dividuos", y las masas, en muestras, datos, mercados o bancos. Tal vez sea el dinero lo que mejor expresa la diferencia entre las dos sociedades, puesto que la disciplina siempre se remitió a monedas moldeadas que encerraban oro como número patrón, mientras que el control refiere a intercambios flotantes, modulaciones que hacen intervenir como cifra un porcentaje de diferentes monedas de muestra. El viejo topo monetario es el animal de los lugares de encierro, pero la serpiente es el de las sociedades de control. Hemos pasado de un animal a otro, del topo a la serpiente, en el régimen en el que vivimos, pero también en nuestra forma de vivir y en nuestras relaciones con los demás. El hombre de las disciplinas era un productor discontinuo de energía, pero el hombre del control es más bien ondulatorio, en órbita sobre un haz continuo. Por todas partes, el surf ha reemplazado a los viejos deportes” (1991).

El poeta en esa medida, emerge como una especie de testigo fugaz, más bien el cuerpo que toca e interpreta “las facciones de las chiquillas”, y a aquellos transeúntes incautos, otorgando por medio de sus sentidos y sensibilidad, nuevos significados a las reificaciones diarias:

“La muerte es la silueta de un cadáver
marcada con tiza Azul en el cemento oscuro.
La silueta la marcan de la misma manera
en que tus dedos atentos – de ciego-
repasan las facciones de las chiquillas del café:
con un mano le repasas las facciones, con la otra les aprietas la muñeca,
ellas no saben que prácticamente estás haciéndoles el amor” (2011: 8-9)

Zerzan al respecto señala: “En un mundo comprendido de forma creciente por las más rígidas formas de extrañamiento, términos como reificación o alienación ya no se encuentran en la literatura que supuestamente se ocupa de ese mundo. Aquellos que declaran no tener ideologías son a menudo los más constreñidos y determinados por esa ideología dominante que son incapaces de ver, y es posible que el .mayor grado de alienación se alcance allí donde la conciencia no llega. El término reificación fue ampliamente usado en la definición que de él dio el marxista Georg Lukács, a saber: una forma de alienación resultado del fetichismo de la mercancía de las modernas relaciones de mercado. Las condiciones sociales y la situación del individuo se han convertido en una función misteriosa e impenetrable en lo que comúnmente denominamos capitalismo de consumo. Somos aplastados y cegados por la fuerza reificante de la etapa del capital que comenzó en el siglo XX” (1998).

Se desprende que la función del poeta es en un grado trazar paralelismos ante la historia oficial que se teje frente a nuestra mirada desprevenida.

El poeta en “observatorio” escapa a estas dinámicas de cosificación y desafía ciertas instituciones o cuerpos bajo la simple tarea de imaginar otros ángulos.

“andar con cuidado es transitar casi transparentes
el espacio entre un lector y su objeto de lectura,
andar con cuidado es insultar cuando se pueda
la inteligencia de la policía,
andar con cuidado es machacar las vitrinas
de los bares de la metrópolis lentamente, solemnemente,
e intentar resolver poemas tranquilos
como hongos nucleares en el desierto –entre brindis y besos
que suenan como hongos nucleares en el desierto-” (2011:27-28).

Al respecto, el narrador Barrientos Bradisic dice en una nota titulada, “Francisco Ide Incrustado de quiasmas”:

La primera sensación que tengo de este libro es de la poesía entendida casi como arquitectura, una suerte de labor de urbanismo alegórico, de ocupación de una ciudad que se construye a partir del ojo, el mismo ojo travieso vallejiano, pero que esta vez emerge incrustado de quiasmas y constelaciones diluidas en los laboratorios de la belleza.  “la ciudad nos permite pocos aciertos/ y no se camina precisamente en busca de alguno:/ andar con cuidado es transitar casi transparentes/ el espacio entre un lector y su objeto de lectura,/ andar con cuidado es insultar cuando se pueda/ la inteligencia de la policía/ andar con cuidado es machacar las vitrinas/ de los bares de la metrópolis, solemnemente” (2011).

Curioso, pues enfrentamos un testigo ausente, una voz que testimonia desde la abducción, la conjetura y, en general, desde el afuera, ya que se introyecta e imagina, por lo mismo no observa bajo las regularidades y lugares comunes de un oficialismo.

“recuerdo el quiasma:
frente al espejo permanezco invertido y diminuto
en una parcela del cerebro
si pudiese tragar esa imagen de mí
y mirar al exterior como posicionado en un observatorio
la luz sería un pedazo de cielo nocturno entre el follaje espeso
del árbol predilecto (un naranjo tupido,
una figura que cuelga de sus cabellos
en el ángulo idóneo” (2011:23)

En los versos de Ide se anida además la ruina, por eso la cita inicial a De Rokha, referida a un futurismo de devastación, hay en los versos del autor un aire “steampunk”, como el mundo no tan lejano de “Alita” Ángel de combate (1).

Se trata de cuerpos machacados y mutilados cayendo de un transfer o devorados por una gran oruga de acero que cruza las entrañas, redes subterráneas de una ciudad flotante y contaminada, materia devorada por grandes manchas de petróleo y la alusión/ilusión referida a explosiones nucleares mudas y solitarias que se detonan en las dunas del mundo.

El diálogo persiste en la tarea de edificar un mundo moderno y a la vez devastado en sus raíces, a medio camino entre la carne y la máquina, como las pinturas de Giger,  y así da cuenta de la degradación y  una decadencia latente y discursos enrarecidos, como saltar sin destino o apoyarse en suelos que se derrumban, negando todo retorno, sin embargo, queda siempre un margen diminuto e impensado, por eso vuelvo a la idea del poeta como testigo y a la poesía como memoria, como infratexto.
El poeta Thomas Harris nos recuerda: “El infratexto como memoria, como una forma de saber, como un re-conocimiento de nuestra humanidad, como un recuerdo remanente de la manada y como una invocación a la más primaria sabiduría: la del milenario elefante. La memoria se transforma así en la superación del desgarro, de la ira, de la culpa, de la vergüenza, del trauma, al fin: la resiliencia del animal que a fin de cuenta somos. Y con mucho humor y tanta ternura también” (Harris, 2009:238).
Los versos cumplen el rol de salida al abismo que está dado por esa frágil realidad al borde de la asfixia. El susurro que supone el encuentro desesperado con otros o ese otro que puede ser uno mismo y que elude esa “tétrica simetría de tetrix” (2011:26)
La consigna final de la escritura, y sobre todo la poesía parece desaparecer, desvanecerse o pasar desapercibida como un siniestro en zonas eriazas, o eriales en que nadie repara, pues no conlleva damnificados, destruir desde el silencio y la oscuridad, “con la paciencia de un ciego”.

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Nota
(1) Un futuro lejano indeterminado. Tiphares es una gigantesca ciudad flotante suspendida en el aire, al nivel de las nubes. Justo bajo ella se extiende El Patio de los Desperdicios, hogar de los parias y vagabundos, drogadictos y cyborgs, que se ha construido alrededor de la zona donde Tiphares expulsa su basura, que usa la tierra como un gigantesco vertedero para sus desechos y residuos. Ido es un doctor y mecánico de cyborgs que un día, paseando por el vertedero rebuscando piezas todavía aprovechables, se encuentra la cabeza de una cyborg intacta. La cabeza pertenece al cuerpo de un cyborg muy antiguo, de hace 200 o 300 años, pero el cerebro todavía está intacto, como si hubiera estado en hibernación, así que Ido la repara, descubriendo que está amnésica, así que decide darle el nombre de Gally.
Al principio Gally lleva una existencia normal junto a Ido, pero un día en una situación de peligro, se lanza para proteger a Ido e instintivamente utiliza el "Panzer Kunst", una poderosa técnica de combate desarrollada por cyborgs humanoides. A partir de este momento, Gally intentará descubrir su pasado y encontrar su lugar en el mundo, en una peripecia que le llevará a realizar diferentes trabajos (desde cazarrecompensas hasta jugadora de Motorball, un salvaje deporte de carreras), conocer a diversos personajes (e incluso enamorarse), y enfrascarse en todo tipo de brutales combates de los que no siempre saldrá muy bien parada.

Bibliografía
-Barrientos Bradasic, Oscar. (2011). FRANCISCO IDE INCRUSTADO DE QUIASMAS en Letras s5. Consultado en internet el 13/05/2012
-Deleuze, Gilles. (1991). “Posdata sobre las sociedades de control” en Christian Ferrer (Comp.). El lenguaje literario, Tº 2, Ed. Nordan: Montevideo.
-Harris, Thomas. (2009). “Elefante de Teresa Calderón: la memoria como saber y resiliencia”. Taller de Letras N° 44.
-Zerzan, John. (1998). “Things We Do”, apareció en la revista Anarchy (Columbia), nº 45.

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