[Ciertamente escribo fumo y bebo: Sobre Umo de Leandro Hernández]. Por Daniel Rojas Pachas


Umo de Leandro Hernández Gómez es un libro de poesía aparecido el año 2010 por Das Kapital Ediciones. El cruce entre escritura, goce y enfermedad es examinado ahora por el escritor Daniel Rojas Pachas.

Ciertamente escribo fumo y bebo: Sobre Umo de Leandro Hernández

“Por ese círculo rojo entro forzosamente cuando evoco esas altas noches de estudio en las que me amanecía con amigos la víspera de un examen. Por suerte no faltaba nunca una botella, aparecida no se sabía cómo, y que le daba al fumar su complemento y al estudio su contrapeso. Y esos paréntesis en los que, olvidándonos de códigos y legajos, dábamos libre curso a nuestros sueños de escritores”.
Julio Ramón Ribeyro. "Sólo para Fumadores".

Paul Auster relata en “La habitación cerrada” cómo Bajtin, quien condenado por Stalin a un exilio forzoso en un lugar donde no había estancos, se vio obligado a fumarse un ensayo sobre Goethe, en el que trabajo por diez años. Mecanografiado en papel cebolla, se confió de tener otro manuscrito guardado en la capital rusa, documento que desapareció patéticamente tras un bombardeo, no pudiendo agregarse dicho material a sus espectaculares estudios sobre Rebelais y Dostoeivski. Una obra que sin duda se esfumo en una dulce bocanada.
Un sacrificio que muchos no entenderían. Tiempo dilapidado, una obra que se evapora, dar la espalda al éxito, poner en juego la propia integridad física, dinero fuera, orgullo hipotecado, bancarse malos momentos, malos tratos, rostros amargos, sermones, son cosas que pasan a un segundo plano y que no se cuestionan cuando en la mente hay una fijación, satisfacer el hambre de un artículo de primera necesidad y todos tenemos nuestra propia fosa común, parafraseando al libro de Hernández. Esos nichos pueden estar construidos en torno al cenicero o quizá…
“ciertamente escribo fumo y bebo
trinidad de vicios que nada engendran
salvo cenizas resacas dolores”
Considero que el poema de Umo que mejor grafica esta escisión de los hombres en base a sus abanderamientos y obsesiones es performance, este da cuenta de un debate cunetero, cada cual con su cartel… El barbón descreído y pedante, el borracho, el izquierdista de la vieja escuela y un globalifóbico que cita a Chomsky, pero todos al final, se resumen en sombras que se mueven tras el humo del hablante que propone una posición tolstoioana de subsistencia al margen del sistema, al margen de Minsal Chile que te dice, el humo de tabaco los ahoga y enferma.
No se requiere de un tremendo ingenio para inferir que eres un proscrito si tu placer ensucia nuestro aire, y quizá valga la pena preguntarse, estrechando los vasos comunicantes de la literatura y el tabaco más allá de Bajtin, por ejemplo si añadimos lo que Andre Gide, que murió octogenario y fumando, dijo una vez: "Escribir es para mí un acto complementario al placer de fumar", por tanto, si tu arte ofende, si tu escritura ensucia y contamina mi sistema, mi aura de poder y lo que entiendo por verdad, pues tendremos que ponerle una advertencia o una marca que prevenga al incauto lector, una cita tipo Minsal que rece: “leer y pensar más allá de la cuenta los ahoga y enferma”.
En tal medida, el libro de Leandro Hernández no es tan solo una superficial apología del placer de fumar, sino que en realidad de lo que todo placer comprende y comunica, pues Hernández dice en “fumar es un placer…”
“Intento señales
con la ceniza esparcida
sobre la mesa

soplo lo cifrado
de una sola vez
y todo se desarma

intento escribir
con lo que fumo”
y esta escritura del fumar y pensarse a uno mismo en el proceso se hace extensible a otras supuestas nimiedades que en general vamos dotando de ritualismos y significados más amplios que la mera necesidad de cumplir una rutina. En el poema “cuando llueve”, observamos cómo la escritura de la vida se ramifica sobre los hombros de los objetos que nos rondan y la cartografía personal que dibujan.
“¡y me alejo así del escribir
sobre mí mismo
sobre el simulacro de mi vida
cuando en verdad plasmo la historia
de los objetos que me rondan
frustraciones disfrazadas
de extrañeza
nimiedades en maletas
llenas de ropa
desnudeces cubiertas por pinturas”
En “Umo”, fumar es un acto de vida o muerte o quizá solo de muerte como ciertas escrituras que nos hacen pensar en otra versión de la conocida formula Literatura = vicio + enfermedad = enfermedad.
“Cuenta Canetti en su libro sobre Kafka que el más grande escritor del siglo XX comprendió que los dados estaban tirados y que ya nada le separaba de la escritura el día en que por primera vez escupió sangre. ¿Qué quiero decir cuando digo que ya nada le separaba de su escritura? Sinceramente, no lo sé muy bien. Supongo que quiero decir que Kafka comprendía que los viajes, el sexo y los libros son caminos que no llevan a ninguna parte, y que sin embargo son caminos por los que hay que internarse y perderse para volverse a encontrar o para encontrar algo, lo que sea, un libro, un gesto, un objeto perdido, para encontrar cualquier cosa, tal vez un método, con suerte: lo nuevo, lo que siempre ha estado allí.” (Bolaño 2003:2).
Asimismo en su conocido cuento “Sólo para Fumadores”, Julio Ramón Ribeyro en un descarnado autorretrato de sus compulsiones atestigua:
“El fumar se había ido ya enhebrando con casi todas las ocupaciones de mi vida. Fumaba no solo cuando preparaba un examen sino cuando veía una película, cuando jugaba ajedrez, cuando abordaba a una guapa, cuando me paseaba solo por el malecón, cuando tenía un problema, cuando lo resolvía. Mis días estaban así recorridos por un tren de cigarrillos, que iba sucesivamente encendiendo y apagando y que tenían cada cual su propia significación y su propio valor. Todos me eran preciosos, pero algunos de ellos se distinguían de los otros por su carácter sacramental, pues su presencia era indispensable para el perfeccionamiento de un acto”.
De manera que, tanto la parábola sobre el teórico ruso desesperado, el perfeccionamiento de los actos a la luz del vicio según Ribeyro o la referencia que Canetti hace de Kafka y su afiebrada noción de escritura capaz de consumirlo hasta la médula, permiten como dice Roberto Contreras en su lectura de “Umo”, establecer ciertos nodos subyacentes entre dos o muchos vicios que en realidad aparecen en el poemario de Leandro Hernández descritos como la justificación de los placeres que acompañan cada uno de nuestros movimientos en el tablero y, por lo mismo, van quedando dispersos e impregnados en aquellos lugares por los cuales transitamos y nos perdemos.
Allí reside el aliento del libro y quizá para algunos, esos “zen” que prefieren eludir el placer en actos obsesivos, amparados en la urgencia que representan ciertos objetos y fetiches, parezca ridículo e incluso, un verso como el que a continuación transcribo, egoísta:
“Los no fumadores pierden
Una de las experiencias
Más gratas de la vida
Para un hombre sensible:
La convicción de estar sucumbiendo
A un vicio que solo lo puede dañar a él”.
Debe ser que ciertas pulsiones patológicas hacen simbiosis y mellan con más fuerza en ciertas sensibilidades. La música, el café, un trago de alcohol y los libros sumados a cierto caos en las bibliotecas o incluso en los archivos que uno guarda en su pc y que nadie más podría desentrañar, se dan cita en estos versos retratando personalidades y momentos a modo de fragmentos o señales que uno puede ignorar si lo desea, pero al contrario, si hasta cierto punto reflejan o desnudan algunos de tus malos hábitos, no puedes evitar esgrimir una mueca de complicidad.
Mientras escribo esto veo a mi alrededor y no hay casettes de “King Crimson”, pero sí algunos dvds, cds de “Mars Volta” quizá y la ropa no cuelga de una bicicleta pero sí de una silla y a su lado se apilan libros y otras obsesiones como figuras de colección y comics y vinilos y de pronto tienes miedo… porque lees en los textos de Hernández lo que unos malnacidos le hicieron a Bertoni y la música que nadie cacha y te preguntas, cabe la posibilidad de que se corra el dato y terminen mis cosas reducidas en un persa o en el agro.
Esa capacidad tiene el libro de Leandro Hernández, situarte… porque escribe con sinceridad, desde una posición que además comprende y sufre la vivencia del que no puede sustraerse de sus propios vicios, como el que escribe sin poder restarse de esa tensión que le genera una idea o lectura y el poder sentirla completa, únicamente si primero media una segunda lectura hecha a través del solitario acto de…
Ribeyro lo comprende mejor:
“Ya para entonces el fumar se había infiltrado en todos los actos de mi vida, al punto que ninguno —salvo el dormir— podía cumplirse sin la intervención del cigarrillo. En este aspecto llegué a extremos maniacos o demoníacos, como el no poder abrir una carta importantísima y dejarla horas de horas sobre mi mesa hasta conseguir los cigarrillos que me permitieran desgarrar el sobre y leerla. Esa carta podía incluso contener el cheque que necesitaba para resolver el problema de mi falta de tabaco. Pero el orden no podía ser invertido: primero el cigarrillo y después la apertura del sobre y la lectura de la carta”.

Comentarios