[Citar la cita: “Varadero de Rubén Darío” de Enrique Lihn]. Por Víctor Quezada
Lee ahora una reflexión sobre los mecanismos de la cita en el poema perteneciente al libro Escrito en Cuba de Enrique Lihn: "Varadero de Rubén Darío" y la posible caracterización de la poética lihneana de una poesía situada.
Citar la cita:
hacia la caracterización de una poesía situada en “Varadero de Rubén Darío”
de Enrique Lihn
1. Por un arte revolucionario: las armas y las
letras
Enrique Lihn
llegó a La Habana con un creciente prestigio tras haber obtenido en 1966 el “Premio
Casa de las Américas” por su obra “Poesía de paso” (La Habana: Casa de las
Américas, 1966); allí vivió durante dos años (1967 y 1968) y alcanzó a redactar
en su mayor parte el libro “Escrito en Cuba” (México: Ediciones Era, 1969). La
influencia que la isla y su contexto político tuvieron sobre el poeta fue de
gran trascendencia, llevándolo a encontrar un giro radical en su escritura
pues, según las palabras del propio Lihn:
«Hago o trato de
hacer ahora una poesía dirigida a un auditorio o hasta capaz de moverse en un escenario.
Una poesía casi discurso, casi teatro, dispuesta a hablar de todo en todos los
tonos y desde distintos ángulos. A la vez pública y privada, objetiva y
subjetiva, razonable y delirante. Creo que algo de esto puede verse en Escrito
en Cuba» (citado en Santiváñez 188).
Sin dudas, el
especial contexto que se vivía por ese entonces en la isla –con sus fervientes
intentos de teorizar una literatura que fuera parte del proceso revolucionario-
llevaron a este cambio en la poesía de Lihn.
En “Entre la
pluma y el fusil” de Claudia Gilman podemos encontrar el relato menudo de estas
teorizaciones, relaciones y transformaciones que podrían constituir una
“poética revolucionaria”. Sin embargo, aquí es productivo resaltar dos momentos
de dicha construcción que nos parecen pertinentes para la comprensión de
“Escrito en Cuba” y la particular estadía de Lihn en La Habana. Esto porque el
trayecto que va desde la adjudicación del “Premio Casa de las Américas” hacia
la publicación de “Escrito en Cuba”, representa una especie de bisagra entre el
momento de una literatura revolucionaria como vanguardia artística y el momento
en el cual se comenzaban a debatir las posteriores nociones de las prácticas
artísticas como “pedagogía social”.
Por un lado, la
década de los sesenta trajo para los artistas cubanos como gran promesa la
posibilidad de unir vanguardia literaria y vanguardia política. Cuestión que se
vio alentada por la voluntad de admitir nuevas formas y cierto
“experimentalismo” en la literatura sin perder su “compromiso” con la
revolución; o, lo que es más correcto, el carácter “vanguardista” de la
revolución cubana en América latina, propició las condiciones de dicha
voluntad. Exigencias estas que sustentaron la polémica entre “realismo” y “ruptura”,
como también, fueron perfilando la diferente función que a cada una de las
figuras de intelectual que suscitaban, le correspondía. Se produce entonces una
primera tensión entre el intelectual como experimentador de formas artísticas y
el intelectual como un líder en la instrucción pública.
Por otro lado, la
concepción de una “pedagogía social” que, entrada la década del 70 parece ganar
vigencia para el arte revolucionario, en los años en que nos situamos comenzaba
a perfilarse como la alternativa oficial para una “literatura comprometida”. La
tarea del intelectual, entonces, era la enseñanza, la pedagogía frente al
“agotamiento” de la literatura y las “deficiencias” de la cultura occidental:
producto de la clase burguesa. La literatura adquiriría –quizás solo como
expresión de un deseo- una nueva dimensión en el “encuentro del creador y su
obra con el pueblo” (Otero y Martínez, citado en Gilman, 340).
El
anti-vanguardismo vendría a ser una de las primeras manifestaciones a favor de
esta idea de la cultura que sería oficialmente consagrada en el año 1971 con el
“Primer Congreso de Educación y Cultura”, ocasión en la cual se proclama la
educación como objeto de todas las prioridades de la revolución.
Estos momentos de
la polémica entre literatura y política en Cuba, pueden entenderse bajo las
intenciones de un cambio de paradigma frente a los objetos culturales, ya no
manifestaciones de un genio autorial, sino que entendidos como producciones
dentro de la red de las demás producciones sociales. La literatura, en la
medida en que –como producto cultural- participaba de la cultura burguesa,
provocaba un doble ocultamiento: el de las formas de lo literario menos
convencionalizadas -entendida la función de lo literario como puro
entretenimiento o evasión de la problemática social (la perspectiva del arte
puro, del arte por el arte)-; y el ocultamiento de la figura del autor como
productor, desasido del fondo original, trascendente a las condiciones sociales
que propician su aparición en la cultura.
Las intenciones
generales de este conflicto entre literatura y política son las de combatir las
ideas de una cultura funcional a la evasión, producida por un sujeto “único” y
trascendente que, en última instancia, sitúa su irrupción en un tiempo fuera
del tiempo, desasido de su contexto de producción. Cuestión que genera
presiones prácticas y teóricas para el trabajo del escritor a la vez que sitúa
un papel preponderante en los controladores de la producción cultural: sean
estos la Iglesia, el Estado, o la Revolución.
Este hecho es
significativo si pensamos que hacia 1971, además, se habló de un “boom” de la
poesía en contraste con el “boom” de la narrativa latinoamericana. El nuevo
“boom” reaccionaría contra el “subjetivismo” y la “genialidad”, proponiendo una
literatura sin afanes de trascendencia, caracterizada por acoger la “actualidad”
en sus temáticas y las modalidades de la “conversación”, el “testimonio” y la
“sencillez” dentro de sus estrategias literarias; características que parecen
constituir las nuevas reglas del género. Era esta, una poesía
“anti-intelectualista que expresaba la contradicción entre dos máquinas en
conflicto: la de escribir y el fusil” (Gilman 348).
Lo que resulta
interesante, dada esta caracterización que seguimos con Gilman, es que tal movimiento
es un movimiento al que Enrique Lihn no desobedece y encarna muy a su manera. En
su poesía de la época observamos dichas reacciones contra el subjetivismo (y en
general contra las inflexiones del romanticismo europeo en América latina y
Chile) y la incorporación de estrategias de géneros discursivos cotidianos. Lo
particular en Lihn es que este cambio transversal en la manera de pensar la
literatura frente a la contingencia o, en un sentido amplio, frente a lo
político, nunca deja de someterse a cuestionamiento. La literatura de Lihn no
es una literatura “comprometida”, pero, definitivamente, es una literatura
“alineada” con un proceso de de-sublimación de los mitos literarios y políticos
latinoamericanos:
«Pero si se trata de poesía
no acepto por razones difíciles y aburridas de explicar
que hagamos un mito de Darío menos en una época
que necesita urgentemente echar por
tierra el 100 por
ciento de sus mitos» (“Varadero de Rubén Darío” 67).
Actitud que marca
su forma específica de posicionarse en La Habana de esos años y respecto de la
tradición y su momento de producción: dos de los ejes constituyentes de su
poética de una “poesía situada”.
2. “Varadero de Rubén Darío”: en busca de un
concilio entre literatura, tradición y política
“Varadero de
Rubén Darío”, segundo poema del libro “Escrito en Cuba” de Enrique Lihn, fue
escrito en París y concluido en La Habana, donde fue leído con ocasión del
“Encuentro de Rubén Darío” realizado en Varadero el 18 de febrero de 1967. Esta
situación extra-textual es comprobable a través del sistema deíctico del poema,
que señala la referencia a ambos países y las situaciones particulares por las
cuales el poeta atraviesa: en el mercado de la rue Clair y el encuentro de
poetas al que asistió. Asimismo, dicho cambio se manifiesta a través de la
notable diferencia de tono de ambas partes: donde la cierta vitalidad
escrutadora de la primera se contrapone con el desanimo de la restante: “En
Varadero es otra cosa; me inclino más bien a desanimarme” (65).
En “Varadero de
Rubén Darío” creemos ver un lugar fundamental en la discusión sobre política y
literatura que examinamos arriba para el contexto cubano de los sesenta, y un
texto prolífico a la hora de entender lo que por ese tiempo podría haber
representado la poética de una “escritura situada” en la producción de Enrique
Lihn.
2.1. Una escritura situada
En “Varadero…” la
pregunta por lo político en literatura halla una expresión directa a través de
la puesta en duda de la efectividad de la literatura en la sociedad:
«¿Tomar las armas o denunciarnos frente al mundo “por el
mundo” “contra el mundo”? Lo demás es silencio o literatura. Poesía del trino o
del trueno, para el caso da igual,
Laurel o Hardy». (60)
Podemos definir,
en este sentido, la poética de una “escritura situada” –nunca caracterizada de
manera satisfactoria, ni por el propio Lihn ni por sus críticos- como la
relación conciente entre texto y contexto, poema y situación de producción y
entenderla así como el producto de la polémica entre literatura y política. Propuesta
no contextualizada como tal en Chile hasta Lihn, pero que, no obstante, se
inscribe (con sus obvias diferencias) en la tradición y recepción de las
vanguardias históricas y su esfuerzo de unir arte y vida mediante la
proposición de un “nuevo realismo”.
La “escritura
situada” se produce, como dijimos en el apartado anterior, en el cruce entre los
ejes de la tradición literaria y el del momento de producción y se caracteriza
–específicamente en “Varadero de Rubén Darío”, pues no es nuestro afán definir
a cabalidad esta poética que a lo largo de la producción de Lihn irá mutando,
flexibilizándose y volviéndose más compleja- por cuatro estrategias generales:
-Las citas: principalmente a través del estilo directo.
-Los giros conversacionales.
-La reflexión metalingüística: entendida como un pensarse a
sí mismo en tanto poeta y pensar el poema como producción lingüística.
-Y la polifonía:
que se materializa a través de la argumentación.
Por supuesto,
estas estrategias se funden en virtud de los distintos fines que se persiguen a
lo largo del poema.
El recurso que
nos parece englobante aquí, y por tanto, más importante en contraste con el
resto, es el recurso de la cita, pues la cita recorre y acoge los fines que
podríamos entender como específicos de cada una de las estrategias mencionadas.
2.2. La cita
Para la lingüista
Graciela Reyes (Los procedimientos de la
cita: estilo directo y estilo indirecto. Madrid: Arco Libros, 1995), la
cita en su carácter abstracto tiene como rasgo definitorio el de ser una
“representación de discursos”. Un texto citado sería, entonces, una “imagen de
otro [discurso]: lo representa como si fuera una fotografía, un dibujo, o una
grabación”; una imagen hecha a semejanza de otra cosa, pero que nunca es
completamente igual a su modelo, pues en el hecho mismo de citar se opera un
desplazamiento de contexto que definitivamente cambia el sentido de la cita
misma: “solo por desplazarse de contexto, el texto citado se altera
irremediablemente”.
El procedimiento
de la cita en “Varadero…”, no obstante, no es la mera representación de un
discurso otro, si entendemos la representación como la “reproducción de un
objeto”.
Puede llegar a
ser una representación en la medida en que consideremos a la cita como parte
integrante de una escenificación donde la palabra del otro le otorga cierta
teatralidad al discurso: la ilusión de una conversación.
Y es en este
sentido de la representación que queremos relevar el recurso de la cita en
“Varadero…”, pues, analizando sus irrupciones efectivas en el texto, podemos
reconocer funciones en la escritura general del poema. Para ser más precisos,
diremos que no es la representación de un discurso en otro el rasgo común a las
citas, sino el desplazamiento de contexto de una secuencia textual.
De esta forma, la
cita tiene por lo menos cuatro funciones: la desacralización, el
cuestionamiento, la parodia y la reflexividad como formas de enfrentarse a la
tradición poética.
2.3. Funciones de la cita en “Varadero de Rubén
Darío”
Situado el poema
en el mercado de la rue Clair, por donde el poeta transita entre medio de las
tiendas y los productos, Lihn cita las “Palabras Liminares” a “Prosas Profanas”
de Darío:
«“La gritería de trescientas ocas no te impedirá, Sylvano
[sic], tocar tu encantadora flauta, con tal de que tu amigo, el ruiseñor, esté
contento de tu melodía”». (54)
Y agrega a manera de comentario:
«El faisán de oro se prepara de cien modos distintos
y yo me pregunto si los ruiseñores se comen
con un hambre que es también el de la poesía, imposible de
saciar con un solo de flauta».
La referencia a
las “Palabras Liminares” encuentra sentido aquí en su cambio de contexto que
tiene una función desacralizadora, contra la sublimación de la poesía y el rol
del poeta que en el texto original se expresaba como una afirmación total de la
poesía frente a su propia situación en una sociedad donde el “ruiseñor” (efigie
alada del poeta) no está presente:
«La gritería de trescientas ocas no te impedirá, silvano,
tocar tu encantadora flauta, con tal de que tu amigo el ruiseñor esté contento
de tu melodía. Cuando él no esté para escucharte, cierra los ojos y toca para
los habitantes de tu reino interior. ¡Oh pueblo de desnudas ninfas, de rosadas
reinas, de amorosas diosas!
Cae a tus pies una rosa, otra rosa, otra rosa. ¡Y besos!» (“Palabras Liminares”. Rubén Darío)
Cae a tus pies una rosa, otra rosa, otra rosa. ¡Y besos!» (“Palabras Liminares”. Rubén Darío)
La
caracterización del poeta y la poesía en la cita a Darío en “Varadero…”, en
cambio, está vinculada con las necesidades vitales del hombre dentro del
espacio del mercado, la producción y el trabajo: “un hambre que es también el
de la poesía”.
Otra función de
la cita en Lihn –en el tránsito ensayístico de su poema, en el que discurre
poéticamente sobre la figura de Darío en la tradición latinoamericana y su
recepción contemporánea- es la del cuestionamiento directo de una autoridad.
Rescata, por ejemplo, en la página 55, una aserción del poeta español Luis
Cernuda aparecida en su texto “Experimento en Rubén Darío” de 1960:
«Hay algo más
sobre Darío en esta mesa que no oscila ni así tanto en señal de complicidad con
los espíritus:
la palabra seca desmigajada y ácima de Luis Cernuda:
“Darío como sus antepasados remotos ante los primeros
españoles estaba pronto a entregar su oro nativo a cambio de cualquier baratija
brillante que se le entregara”».
Afirmación que
comenta a continuación de la siguiente manera:
«Pero don Luis toma francamente la verdad por la manera en
que la entiende en lo demás estoy por darle la razón»
En el
cuestionamiento a la autoridad (representada aquí en Cernuda, pero que transita
por afirmaciones de Ernesto Cardenal, Rufino Blanco Fombona y Jean Cassou) se
cifra, además del dominio por el cual marca su posición frente al objeto de su
argumentación: oponiéndose a algunos autores y dando la razón a otros; el
posicionamiento frente a un estado de cultura en el cual Darío es un mito
fundador: el “poeta de América” o una “especie de Cristóbal Colón al revés”.
A la intención
desublimadora y de cuestionamiento de la autoridad, se suma una tercera función
de la cita en “Varadero”: la parodia del discurso del otro que tiene un fin de
censura al exponer cierta inaceptable manera de referencia. Como en el caso de
la siguiente cita donde Lihn desbarata y desnuda el aparato de mujeres
cosificadas en Darío mediante el rescate del poema “Filosofía” (“Cantos de vida
y esperanza”) donde se alude a los genitales femeninos:
«contra el “abrazo imposible de la Venus de Milo” y los
intentos varios de confundir almas de mujeres con estrellas, cuerpos con
estatuas, diosas de la mitología griega con amigas francesas o simple y
extraordinariamente sudamericanas. ¡Fíjense en este botón!:
“El peludo cangrejo tiene espinas de rosas y los moluscos
reminiscencias de mujeres”» (63)
Alejado Enrique
Lihn del subjetivismo trascendente, la reflexión metalingüística produce el
pliegue del sujeto sobre sí mismo robusteciendo el “yo” del poema;
característica definitoria en la poesía de Lihn a través del cuestionamiento
constante de su hacer. La reflexividad aquí, como la cuarta función de la cita,
vincula esta estrategia con la reflexión metalingüística en la poética de una
“escritura situada”, dando cuenta de la necesaria interdependencia del conjunto
de estrategias que enumeramos como característico de la poética de “Varadero”.
Por ejemplo, Lihn
anota sobre el poema “Divagación” de “Prosas Profanas”:
«“París donde reinan el amor y el genio”. Conforme. Pero,
¿no es el suyo un París irreal? ¿Y qué estamos haciendo aún aquí nosotros?
Usted debió preguntárselo, Rubén. Pero, no, todas eran
respuestas, solo se trataba de responder desde lo alto de un Olimpo artificial,
con una voz engolada» (58)
Aquí la cita es
productiva en la medida en que alienta la introspección del sujeto y logra
construir una red interlocutoria: “usted”, “nosotros”; que representa al poeta
como figura en relación con la tradición de la poesía a través de las preguntas
que surgen a un “Rubén Darío” imaginario y la posterior crítica al Modernismo
como movimiento fundador de la poesía latinoamericana moderna (“un Olimpo
artificial”).
En conclusión, la
cita, como estrategia discursiva, tiene en “Varadero…” la facultad de alentar
la fuerza polifónica y argumentativa del poema, escenificando una conversación
o un discurso público, a la vez que logra introducir momentos de reflexión
metalingüística.
3. Palabras al cierre
«La visión del
poeta, o del productor de poesía, del lector de poesía, que se enfrenta con una
tradición o con una presunta tradición y trata de rescatar de esa tradición: la
tradición viva de la poesía chilena. Eso es lo que me interesa a mí
destacar. También como una manera de definirse por oposición o por identidad
con esa tradición».
Enrique Lihn. “Momentos esenciales de la poesía chilena”.
En el contexto
conflictivo de la Cuba de finales de los sesenta, preciso momento en que se
fraguaba una construcción oficialista de la cultura, Enrique Lihn escribe gran
parte de “Escrito en Cuba”. Y es en la problemática entre
anti-intelectualismo, claridad lingüística y autonomía literaria, donde
encuentra los límites y alcances de su producción.
Sustraída de los temas y la retórica tradicionales que por
ese entonces tenían vigencia en el suelo chileno, en la poesía de “Escrito en
Cuba” encontramos el despliegue de un proyecto contra la sublimación de la
literatura que representaba el romanticismo y el surrealismo en la primera
mitad del siglo XX en Chile, pues en la medida en que esa sublimación se volvía
un simulacro de la autonomía discursiva de la literatura o llegaba a
confundirse con ella, corría el peligro de alejarse de la trama de la historia:
«Dejarías detrás de ti, si procuraras acortar esa distancia,
un hilo de baba por todo testimonio,
un ramillete de poesías líricas;
el mundo cambia a su manera, y la historia de la poesía como
la historia de los pájaros es más bien del dominio de la inmortalidad esto es
no afecta en nada al curso de la Historia» (“Escrito en Cuba” 30-31)
La pregunta por lo político en Lihn encuentra en “Escrito en
Cuba” un primer lugar en su obra y el poeta trata de responder esta pregunta
acosado, como dijimos, por la situación histórica que se vivía en la isla. El
relieve de la relación de mutua necesidad que establece un texto con su
contexto sociopolítico es representado en este libro de manera de evidenciar la
crisis fundamental del concepto de realidad de la literatura latinoamericana
contemporánea y la ruptura del concepto de una literatura inmanente.
Esta teorización sirve como respuesta a la discontinuidad
entre literatura y vida (Binns 73) pero viene a manifestar la radical
contradicción de su poética de una “escritura situada”: al tratar de establecer
ese puente que uniría arte y vida, texto y contexto, poema y situación de
producción mediante el recurso de lo metalingüístico, se subraya la evidente
tensión entre la eficacia comunicativa y la eficacia estética del poema.
Bibliografía
Matías Ayala. “La condición latinoamericana en EnriqueLihn”.
Óscar Galindo. “Mutaciones disciplinares en la poesía deEnrique Lihn”.
Susana Cella. “Contemporaneidad lírica: espíritus de época yépocas”.
Roger Santiváñez. “Poesía y revolución: Enrique Lihn en LaHabana”.
Graciela Reyes. Los procedimientos de la cita: estilo
directo y estilo indirecto. Madrid: Arco Libros, 1995.
Claudia Gilman. Entre la pluma y el fusil. Buenos Aires: Siglo XXI Editores Argentina, 2003.
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