[Whitechapel: el horrible paréntesis]. Por Víctor Quezada

Ahora les presentamos una pequeña indagación a partir de Whitechapel (Das Kapital Ediciones, Santiago, 2009) del poeta Camilo Brodsky (Santiago de Chile, 1974), en la que Víctor Quezada analiza el libro en virtud de tres ejes de lectura. Continúa leyendo esta reseña tras el salto.



Whitechapel: el horrible paréntesis
Whitechapel es el segundo libro del poeta Camilo Brodsky, antes contamos Las puntas de las cosas (Cuarto Propio, 2006). Esta segunda entrega se hace cargo de escribir la violencia contemporánea desde distintos hitos históricos con el afán de suscitar un estado de cosas propio a nuestro horizonte de recepción / producción.
Whitechapel, en líneas generales, se estructura a partir de tres ejes de los que ahora hablaremos:

El metapoético: lo demoníaco
Es imposible soslayar en cualquier lectura de Whitechapel, la pervivencia del clásico libro de Thomas De Quincey Del asesinato considerado como una de las bellas artes, donde el autor reflexiona festivamente a partir de la estetización de la violencia. Sin embargo, me parece más productivo citar aquí un ensayo anterior del mismo De Quincey ("Sobre los golpes a la puerta en Macbeth", 1823), principalmente por el método que utiliza para llegar a la exégesis de un pasaje de Macbeth del que, según sus palabras, desde niño sintió gran perplejidad: los golpes a la puerta que se oyen luego del asesinato de Duncan.
Para desentrañar este episodio enigmático en Shakespeare, De Quincey recurre a un asesinato "real", aquel perpetrado por John Williams en Ratcliffe Highway en el año 1811, de modo de llegar a la interpretación de la ficción a través de un hecho de su tiempo.
Fijando su atención en la figura del asesino, De Quincey discurre acerca de los sentimientos y deseos que le poblan la cabeza –en contraste con los de las víctimas, degradadas a una actitud abyecta de supervivencia-, para concluir que en la mente del asesino debe “levantarse una gran tempestad de pasión (…) hasta crear dentro de él un infierno”; el asesino se demoniza como la situación del asesinato es demoníaca suspendido el tráfago mundano.
Una vez finalizada esta tarea, satisfecho el impulso tanático del asesino, lo cotidiano vuelve, poco a poco, a rondar la escena, hasta que se produce su entrada total, el restablecimiento del mundo de todos los días: en el asesinato de Williams, esta situación se materializa una vez vuelta la criada (que, casualmente había salido a hacer las compras) y descubre la escena; en Macbeth, al oírse los golpes a la puerta. De Quincey nos dice: “el pulso de la vida golpea de nuevo; al reanudarse los usos del mundo en que vivimos nos damos cuenta por primera vez del horrible paréntesis que los suspendiera”.

En Whitechapel, no obstante, no son los golpes de lo cotidiano los que desenmascaran el espacio de lo demoníaco, lo demoníaco es, en sí mismo, parte del mundo que habitamos y lo cruza en toda esfera, como el libro de Brodsky se ve cruzado por escenas cotidianas e históricas que van tratando de configurar un arte poética y una imagen del poeta definitorias.


Camilo Brodsky lee Whitechapel en Antología en Movimiento

El histórico: lo particular
Junto a las situaciones históricas que enmarcan a cada uno de los asesinos que son objeto de la escritura, está esa otra historia, la de las víctimas o la historia de los caídos, representada particularmente a través de los asesinatos de Auschwitz. Cada uno de estos polos (las historias de victimarios y víctimas), sin embargo, cumplen con un primer objetivo común: el de suscitar las particularidades de estos hechos (con sus respectivas diferencias morales a la hora de escribir sobre ellos). O como diría Guido Arroyo en su reseña del libro: “los límites de la representación del horror a lo largo de la historia y los contextos políticos atingentes donde han sucedido (…) son los órganos en los que radica el funcionamiento de la escritura de Brodsky”. De esta forma, Chikatilo, Jack The Ripper o Gesualdo, no son simples imágenes cosméticas, despojadas de sus contextos, sino que signos o productos de profundas contradicciones sociales y su funcionamiento, en última instancia, viene a manifestar la aparición del contexto del sujeto de la enunciación en Whitechapel, ese que se transparenta tanto en una sociedad del espectáculo y la vigilancia, como en los lugares propios de la cotidianidad de nuestras ciudades modernas. -Ver, a propósito, la lectura que Carlos Henrickson hace del libro.

El reflexivo: la auto-imagen
De los tres ejes mencionados, me parece que es este el que traspasa a los demás, pues si en el eje metapoético lo cotidiano y lo demoníaco se atravesaban en una relación de necesidad y las distintas imágenes históricas propiciaban la aparición del contexto de producción en el segundo eje, aquí todo confluye en la configuración de la imagen del productor, una auto-imagen del sujeto que escribe y desbarata la limpieza de lo que “podría llegar a ser” una representación sociológica o histórica.
A propósito de esto, Martín Figueroa escribe: “Todo el libro se muestra en esta forma del testimonio, por un lado el testimonio de la violencia, de los crímenes, que constituye el tema central de Whitechapel, pero aquí, como también ocurría en Las puntas de las cosas, se deja espacio al testimonio personal, a esa suerte de diario que se escribe en paralelo y que es la vida del propio poeta, atrapado entre la facticidad de su existencia cotidiana y la obra que se escribe”.
Pero valga la pena aquí unas apreciaciones. Pasando por alto las posibles diferencias que hay entre el sujeto del testimonio y el del diario de vida (o entre ambos discursos como modalidades genéricas), diremos que la actitud principal en este eje es la actitud del sujeto autobiográfico, que en la medida en que registra, testimonia o busca, se reconoce perdido. El hecho mismo del registro implica una introspección que tiene por objeto ideal (a saber, un objeto inalcanzable) la reconstrucción de la persona con el afán de fijar una entidad difusa (en el caso de Whitechapel, enferma, agobiada por el tránsito del mundo) y problemática.

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