[El Dylan, la Dylan, Andrea. Entrevista a Bosco Cayo]. Por Ismael Rivera

La obra teatral El Dylan, escrita por Bosco Cayo, fue estrenada el 6 de abril de 2017 por la compañía La Mala Clase en la sala Patricio Bunster de Matucana 100. Bajo la dirección de Aliocha de La Sotta, formó parte de las obras seleccionadas en Santiago a Mil 2018, mismo año en el que fue estrenada en el Teatro Regional BíoBío de Concepción. Publicada en formato libro por Ediciones Oxímoron, fue lanzada el pasado 13 de mayo de 2019. Revisa a continuación una entrevista, realizada por Ismael Rivera, sobre esta nueva publicación y algunos detalles del montaje de la obra.

El Dylan, la Dylan, Andrea. Entrevista a Bosco Cayo

El teatro chileno tiene una larga historia de compromiso político y social. ¿Cómo llevas esta tradición?

Siempre he pensado que si no pudiera hacer del teatro un lugar de defensa, no tendría mucho sentido seguir haciéndolo. Es para mí una posibilidad concreta de hacer un cambio, una pequeña revolución que de alguna manera te afecta, te cambia, no te deja seguir viviendo tan simple todo. Eso lo admiro también en otras y otros, no es nada nuevo, es una historia entera de personas que fueron tus profesores y que trasmiten este virus hermoso de escribir. Ver una obra de teatro para mí es esa “gran clase de dramaturgia” donde las profesoras y los profesores transmiten sin pudor sus enseñanzas, son generosos y entregan todo para defender lo que no encuentra justicia o necesita ser escuchado, experimentado, apreciado, re-visitado, etc. Esa es la manera más concreta donde me he sentido parte de una tradición teatral muy chilena.
Ser dramaturgo no pesa, es una decisión que te da libertad. Te hace ser un poco insolente y esa sensación me encanta.

Aliocha de La Sotta, directora de la obra, dice en el prólogo del libro que tus didascalias (o sea, las acotaciones de montaje que incluyes en el guión) son una otra entrada, poesía que no llega a los espectadores en la puesta en escena. ¿Qué rol cumplen las didascalias en tu dramaturgia?

Es un espacio de apertura total. Se ha ido modificando con el tiempo, las he ido descubriendo en el sinfín de posibilidades que tienen y que pueden provocar. Primero siempre cumplían un rol descriptivo, tratando de armar un mundo reconocible y luego, cada vez, “me fui más en volá”. Nunca pienso que ocurren en un escenario teatral (a menos que esa sea la ficción), sino en un espacio nuevo, que no se limita a las posibilidades de escenificación, sino que pueden ser desiertos, casas que se rompen o un cielo a punto de llorar. No sé, pienso en ampliar las posibilidades y en hacer que el actor, el director, el diseñador, el músico y cada una de las personas que se imaginen la ficción, también “se vayan en volá”; y creen sus distintos paisajes para contar la obra en sus mentes. También me encanta hablar de los territorios olvidados en la acotación, las regiones de las que venimos, es una tarea que surge como un compromiso personal con la experiencia de vivir fuera de Santiago.

En El Dylan, a diferencia de otras obras tuyas, los personajes desaparecen en el texto y la dramaturgia se construye como un flujo continuo con multiplicidad de voces. ¿Juego formal? ¿Hay algo en la historia de la Dylan que te lleva a escribirla así?

Dos razones: primero, poner la voz de todas y todos como culpables y víctimas, es decir que al leer la obra pareciera un relato con múltiples voces que van describiendo y contando esta historia, algunos amigos o familiares y otros asesinos del Dylan. Segundo, que los personajes se explicaran en sus discursos y acciones, que se descubrieran solos, más que yo los nominara o los quisiera identificar con alguien de la realidad.
Como el Dylan no está en la ficción pues ya está muerto, quería que fuera el personaje que más se nombrara. Eso era darle vida, homenajearlo entre los que no se nombran ni identifican.

¿Por qué decidiste titular la obra El Dylan y no La Dylan?

Por mucho tiempo la obra se llamó Dylan. Luego, cuando comenzamos a estudiar para el montaje, se hizo necesario dar cuenta de más cosas en el título. Primero, dar cuenta del viaje, el tránsito que tiene el personaje principal: pasar de “El Dylan”, a “La Dylan”, luego a “La Dylan Andrea” y finalmente derivar en “Andrea”. Ese viaje quise retratarlo de alguna manera en el texto escrito. “El Dylan” es el comienzo y hay un viaje que tenemos que conocer.
En segundo lugar, quisimos dar cuenta del lugar social al que pertenece el Dylan, esta historia sería muy distinta si ocurriera en una comuna acomodada de Santiago o en un pueblo olvidado de alguna región que no sea la Metropolitana.

La dramaturgia se concibe para ser representada. Algunos dramaturgos incluso se niegan a publicar sus obras porque creen que no valen sin el montaje. ¿Qué significa para ti la publicación de El Dylan?

Es la oportunidad de hacer de la obra un lugar personal y subjetivo, más allá del mismo montaje. En cada lector hay un director, un actor, un escenógrafo que no es de teatro. Al leer la obra la imagina en su cabeza, incluso muy distinta a la que vio (eso me parece precioso). En el texto escrito hay un millón de cosas que no alcanzan a ser representadas, opciones que provocaron una decisión en el director, en el actor, en el músico, en el diseñador, etc. Al leer el texto, también se da cuenta de ese proceso, es como si la obra siguiera viva, más allá del montaje. Se vuelve un poquito eterna y eso es gracias a la publicación.

¿Cuándo escribirás obras que ocurran en Santiago?

Ya lo he hecho, no me niego a hacerlo. Pero siempre voy a torcer los proyectos con imaginarios de lugares que no están en el centro. Es un acto porfiado de recuperar un poco de memoria y decirnos siempre, que no somos, ni nunca hemos sido el centro de nada.

Bosco Cayo Álvarez. Actor y dramaturgo. Integrante de Compañía Limitada, Teatro Sin Dominio y Teatro La Mala Clase. Se ha desempeñado como docente en escuelas de teatro de distintas regiones del país. Investigador teatral y director, actualmente docente de la escuela de teatro de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Seleccionado por el Royal Court Theatre y el ciclo “News Plays from Chile” con su proyecto Negra la enfermera del General. Ha escrito, entre otras, las obras: Limítrofe, Leftraru, Silabario, La dama de Los Andes, El Dylan, Plan Vivienda (2015-2045), Cuerpo pretérito (Sandra Barraza). Su más reciente creación es Los despertares de Marín, en torno a la dirigenta comunista Gladys Marín.

Ismael Rivera L. (Santiago, 1986). Poeta, editor y músico. El 2010 publicó su primer libro, Rincones. En 2013 fundó Ediciones Oxímoron, donde publicó Desbautízame (2015). El mismo año fundó, junto a otros músicos, la Asociación Musical Remolino, siendo el encargado de su brazo Remolino Ediciones.

Imágenes del montaje: Matucana 100

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