[Estados de mi corazón de Paula Ilabaca]. Por Juan Manuel Silva

Recientemente lanzado, Estados de mi corazón, texto que oscila entre lo íntimo y lo público, es el último libro de Paula Ilabaca, una de las poetas más interesantes en el ámbito de las letras nacionales. Revisa ahora la presentación que el crítico y poeta Juan Manuel Silva Barandica realizó con ocasión de su lanzamiento.

Estados de mi corazón de Paula Ilabaca

Es prudente partir sin ambages: he aquí un problema de géneros. Y no un problema cualquiera, ya que en Estados de mi corazón (Catafixia, 2010) de Paula Ilabaca, los géneros referenciales (específicamente el diario y la carta) aparecen no como un conjunto de datos accesorios, sino como una escritura que dialoga con sus primeras producciones de manera directa, y con La perla suelta (Cuarto Propio, 2009), su libro inmediatamente anterior, tanto por la situación de recepción como por la presentación de este simulacro de intimidad, autobiográfico y erótico, que configura al sujeto de su poesía desde un doblez retórico y arrebatado por los signos convencionales de la literalidad cotidiana.

No es casual que desde el siglo XIX, Alain Girard ubique el nacimiento del diario como género en el umbral entre dos siglos, “siendo resultado del encuentro entre las dos corrientes dominantes que impregnan el pensamiento y la sensibilidad de la época: por un lado, la exaltación del sentimiento y la moda de las confesiones, siguiendo las huellas de Rousseau; por otro, la ambición de los ideólogos de fundar la ciencia del hombre desde la observación, colocando la sensación en el origen del entendimiento, de acuerdo con Locke, Helvétius y Condillac”. Ahora bien, si es posible desde la crisis de la comprensión del fenómeno literario –similar a la de la literatura fantástica- comprender la tensa situación de los textos íntimos, la pérdida de un sujeto equilibrado, balanceado, por decirlo de algún modo, sin llegar aún a escindirlo, plantea un progresivo distanciamiento de sí y del mundo. “La huida del tiempo, que hace del yo de hoy un yo distinto del de ayer, la movilidad de las impresiones que hacen que se perciba a sí mismo como múltiple y contradictorio en el mismo instante, el sentimiento de absurdo y de extrañeza que ello produce, la voluntad de ser sincero y la certeza de no poder conseguirlo, la hipocresía y la mentira respecto de uno mismo y el odio hacia uno mismo, el temor del otro y la atracción hacia la nada, son algunos de los datos inmediatos de la conciencia de los redactores de los diarios íntimos”. Podría decirse, incluso, que entre las querellas de la recepción y la producción, de esta tensión binaria comienza a generarse como una herida o una infección la ambigüedad literaria. Por esto, aunque nos sea más fácil enfrentarnos a los textos de Estados de mi corazón como el residuo de la producción poética de Paula Ilabaca, es más justo afirmar que tanto la retórica, el ámbito y el tono, así como el sujeto amante, entre la afección del signo y la materialidad de la urbe, son parte de un programa escritural, a saber, literario.
Baste citar la relación (distante y distinta) de Juan Rulfo con su libro Aire de las colinas y la escritura de El llano en llamas y Pedro Páramo, así como los Cuadernos en octava de Kafka, Cartas a Theo de Van Gogh o los mismos diarios de Anais Nin que cita Ilabaca como paratexto inaugural de su libro, para darnos cuenta de la simbiosis entre discursos que parecieran dar cuenta de los aspectos más prosaicos, digamos, inmediatos de los autores, aunque también, de su revés político, ético o metapoético, al consignar en estos textos las lecturas de Cortázar, el carácter sibilino de "la Maga" o la preferencia por la aparente literalidad de Claudio Bertoni. Es interesante también la relación que plantea el sujeto referencial y literario, entre el mito de Aracne y la ciudad, esta tela de araña, el laberinto y la fascinación por el arte, la avidez y el orgullo de quien lee la ciudad y la construye al recorrerla, como dijeran con prudente "semiotiquería" Walter Benjamin y Roland Barthes. Tal proyección de la intimidad del arte en el espacio público de la ciudad, su crisis y paroxismo en la materia, el cuerpo y los signos del sujeto, son algunas de las materias de La ciudad lucía (Editorial Mantra, 2006). Aunque lejanos en validación o canonicidad occidental, los discursos referidos sirven de ejemplo para plantear, justamente, que sin una distancia no es posible otorgarle un sentido, valorar o interpretar los textos que componen Estados de mi corazón; esto, pues es necesario que el olvido trabaje a la corporalidad y legibilidad del signo Paula Ilabaca Núñez, su participación en la materia, para que la lectura y resemantización sitúe estos textos en esa constelación literaria que también llaman obra. Aun así, la distancia geográfica alcanza a salvar la presencia y la voz de la autora en un libro que probablemente en Chile no sea bien recibido, tanto por existir la posibilidad de leerlo como un arrebato ególatra o una manifestación de vanidad. El hecho de que haya sido publicado en Guatemala, al menos, suspende esta querella tan cara a la crítica literaria chilena.
Por otro lado, las escrituras del viaje –sea este vacacional o no- y la erótica que guía erráticamente al sujeto hacia su objeto de deseo, su amado, junto a la configuración del tan mencionado sujeto de la enunciación que despliega o expresa su confesional sentimiento en un enunciado, se complejiza al parodiar los dos grandes tópicos de la literatura occidental, atrayendo su universalidad a las parciales y exclusivas parcelas que el sujeto domina: lo doméstico, lo rutinario, aquello vaciado de un simbolismo tradicional, para reciclarlo a favor de una sensibilidad exaltada, hiperbólica, que a la vez comprende y es consciente de su espacio. En ese sentido, el sujeto y el ámbito que representa coincide con las promociones actuales, ya por la expresividad desatada o por la cerrazón que la vida de clase media le confiere a la escritura. Justificado es, entonces, juzgar que ya en el año 2000 -cuando estos textos fueron producidos- había un lineamiento visible –aunque no proyectivo- de las estéticas de lo parcialmente privado, lo que entendemos por las massmediaciones de una intimidad común, rutinaria y sin ninguna profundidad aparente. Así, la exacerbación de dicha sensibilidad, que podría ser llamada de clase media, aproxima las tareas, digamos, el arte de la palabra a la expresión de una interioridad comunitaria y no el predominio del genio o de aquel que lee el discurso de lo real desde arriba, minimizando el sentir de los otros.
Vale consignar que la aparición de Estados de mi corazón, más que participar del desaforado plan cosmopolita y democrático de publicaciones, presenta la seguridad o la certeza de Paula Ilabaca al construir su discurso poético desde textualidades a las que no estamos acostumbrados. En un país en el que el ego y el gesto –inexactos resabios vanguardistas, hoy estables y concertados- son ley, la escritura y la voluntad que la misma esgrime para desestabilizar las convenciones lectoras, cobran importancia y son valiosas, en la medida que exhiban una conciencia del trabajo, a saber, la insistencia en que la escritura no es un ejercicio del azar o de la laxa sensibilidad adolescente. Tal voluntad, inscrita en La perla suelta diseña y amplía los problemas interpretativos que nos remiten a este diario o conjunto de cartas, ya que PAIN, el sujeto que se ancla en la habitación para describir los paralelismos de la soledad, la hipersensibilidad y la destrucción de los vínculos y el mismo objeto amado con la bestialidad, la violencia y la música, excede la biografía de Paula Ilabaca, además de sugerir que las posibles interpretaciones referenciales son necesarias para pisotear el estatuto de lo poético, del verso o el alto vuelo lírico. Esto de ningún modo anula el lirismo, muy por el contrario, enriquece con matices culturales, sociales y políticos –las pellejerías de las personas naturales de la República de Chile- las versiones que las literaturas actuales nos proponen respecto del poema y el arte verbal.
Insisto, levemente, por cierto, en que es importante pensar este fenómeno y los que trae aparejados. El diario, como suma de aconteceres y vivencias –al parecer- anodinas, ha reclamado en nuestras literaturas la atención sobre problemas colectivos, ya sean políticos, sociales o económicos. Por lo mismo, recuerdo en este momento la irrepresentable escritura de la Exégesis de Philip Kindred Dick, con sus más de ocho mil páginas, como un testamento de todo aquello que pareciera no formar parte de la literatura y que acaba aboliendo el estatuto de un autor en un género menor – la ciencia ficción-, para abrir las posibilidades de la escritura a horizontes que, sin ser nuevos, siguen molestando a la estabilidad de esos salones literarios, malolientes y pobres.

Comentarios

cata dijo…
me encantaría saber más a profundidad esta nueva obra literaria de Paula, ¿cómo puedo conseguirla?
Víctor Quezada dijo…
Cata, puedes contactarte con la editorial a través de su blog:
http://catafixiaeditorial.blogspot.com/