[Retornar a la memoria endémica: Aviario de Julieta Moreno]. Por Constanza Marchant

“Existe en Aviario un estado contestatario del cuerpo y del territorio, el cual flagela todo intento de dominación”. A partir de esta idea, Constanza Marchant (Santiago, 1988) nos introduce a la poesía de Julieta Moreno (Buenos Aires, Argentina, 1990) y su primer libro.
Tras la presentación podremos leer una selección de poemas de Aviario, publicado en 2017 por Editorial Anagénesis.

Retornar a la memoria endémica: Aviario de Julieta Moreno

Aviario, primer libro publicado por Julieta Moreno, no podía sino presentarse antes de su partida (o su regreso), ya que representa un espacio de destierro donde el lenguaje se vuelve un trenzado migrante construido por una despedida. Julieta –nacida en Buenos Aires, Argentina– muestra en Aviario una constante transición identitaria, reconociendo una voz referencial de una cotidianidad que deconstruye la esfera privada, transformando el texto en un espacio micropolítico dividido en tres territorios de vuelo: “Nido”, “Cautiverio” y “Migraciones”.
“Nido” configura el salto inicial de esta avecita rapaz, transformando lo cotidiano en su hábitat, indicando al lector que para reconocer cierta normalidad en el caos debe dejarse manchar por cloro: “La única forma de romper el vínculo / es la traición” (12). Cruza, por lo tanto, la noción de dolor como otro referente literario, señalando que todo espacio de tranquilidad representa un escenario de guerra. “Nido” nos enfrenta a la culpa de crecer siendo observados por extraños fragmentos de exilio, donde es posible percibir una especie de enfermedad que sosiega el aliento de un hogar extranjero:
“No hicimos las migraciones correspondientes
fuimos desheredados de los árboles aledaños
nos quedamos aquí, bajo la lluvia
donde vienen a morir los pájaros” (15).
Destaco la distancia que recorre la autora para describir, desde dicho vuelo inicial, las fracturas desplegadas en una casa infinitamente ajena.
“Cautiverio” continúa desarrollando la noción de pérdida arraigada a un extraño –y a veces ausente– sujeto amoroso. Pareciera que el aprendizaje construido por la autora se proyecta en una práctica colectiva, ya que la pluralidad del texto rara vez la abandona:
“Todo lo nuestro nació muerto
en vez de hijos parimos tumores
en vez de casa, pasto seco” (28).
Se sabe que ningún apego se ha escrito desde la calma. “Cautiverio” pretende, a mi entender, presentarse como una voz agrietada, desgarrada por ser la pasajera, la que huye, la que transforma toda sensación de pertenencia en los restos de un cuerpo descompuesto:
“El corazón se desgarra en la penumbra
grito sordo que trato de emitir
me doblo, me fragmento, me destruyo” (26).
“Migraciones” representa el vértigo, ese espacio juvenil alejado de la cotidianidad empírica, en donde Julieta nombra y describe referentes vinculados a su recorrido familiar, proyectando sus relatos de vida en el destierro ante un territorio también extranjero:
“Volviste y tu Chile era otro
el dolor se había fragmentado
en miles de especies más
pero seguiste la ruta
con los ojos llorosos
la tristeza
la pérdida a cuestas
bajo tus plumas ajadas por el tiempo” (39).
La deconstrucción del apego observado en “Migraciones” nos lanza a una patria siempre vacía o, como nos muestra la poeta –también argentina– Alejandra Pizarnik, hacia donde el horizonte es siempre un suicidio: “La casa está en penumbras. // Ya no hay pájaro capaz de habitarla” (42).
Existe en Aviario un estado contestatario del cuerpo y del territorio, el cual flagela todo intento de dominación. Pareciera ser la desintegración de la esfera privada, de lo que un sistema no espera de una casa, sus ventanas y pasillos. Pareciera ser un abismo similar a la voz de cualquier desconsuelo. Un desconsuelo basado en la transformación disociada de la realidad, que reivindica el dolor como espacio de apego, fiel a la erótica que pretende envolver al lector entre pequeñas confesiones.
Aviario, construido en torno a la migración de diversas aves, pretende develar una poética desarrollada sobre la cotidianidad, lo íntimo y lo público, presentando así una situación que escapa de cualquier nido, debido a la transición de una imagen protectora. Podría ser la ruptura de un contexto que por lo general le teme a lo sucio, al llanto, al drama, a la histeria, a las esquinas de una casa silenciosa, a la locura y su sacrificio. Podría ser también el comienzo de un espacio intimista que la autora nos invita a conocer, recorriendo sus rincones como pequeñas fatalidades, similar a la existencia de otra separación.
Entonces, Aviario como Chile, como Argentina, como un mate de boca en boca, como tonada y nostalgia porteña, como avecita endémica de cualquier otro lugar. Por eso, Aviario para mí no es solo el primer libro de mi compañera poeta, es la confirmación de un resultado transversal de distintas experiencias de las cuales he tenido la fortuna de ser testigo. Un dolor aprendido, el impacto de su futura ausencia sostenido en el papel.

Constanza Marchant (Santiago, 1988). Bachiller en Ciencias Sociales, Licenciada en Trabajo Social y Diplomada en Metodologías de la Intervención e Investigación Social, de la Universidad Jesuita Alberto Hurtado. Candidata al grado de magíster en Trabajo Social con Mención en Intervención Social, por la Universidad Nacional de Córdoba, Argentina. Ganadora del concurso de “Tesis 2017” del Museo de la Memoria y los Derechos Humanos, Santiago, Chile, con el proyecto “Trabajo Social y Dictadura Militar, una mirada hacia los procesos de resistencia observados por las trabajadoras sociales en la dictadura militar chilena (1973-1990)”. Ha publicado el libro Cuerpo Roto (Moda y pueblo, 2012), la plaquette Somos el recorrido que todos quieren olvidar (autoedición, 2013) y ha sido antologada en Memorias de un Pájaro Asustado (Balmaceda Arte Joven, 2009), Neo Pobreza (Moda y Pueblo, Carnicería Punk, 2011) y en Niñas con Palillos (Balmaceda Arte Joven, 2014). En la actualidad, está desarrollando su tesis de Magister y el proyecto “He de morir por ciertas cosas”, para ser publicado por la Editorial Fea (feminismo, estrías y autogestión) durante el año 2019.



Estrategias de vuelo

El vuelo partirá desde cero
en alguna casa manchada con cloro.

Cruzaré el río y cortaré los puentes que nos vincularon.
Cruzaré ferias, la sangre que alimenta las calles

ese será mi hábitat.

Tejeré sobre el pelo de niñas huérfanas a orillas del canal
lloraremos un poco
hablaremos de la muerte y sus arreboles.

Abriré la marcha camino al sol
buscaré en comunas periféricas
rostros símiles al tuyo.

Mi estrategia será
reconstruir la vida de los pájaros con alas escasas
recoger los retazos de nidos deshechos en la tormenta
pegar plumitas volátiles en sus lomos heridos
anidar a todo aquel que haya sido masacrado.

Bajo los truenos se genera el trauma.
Bajo los árboles aprendemos a volar.


Desapego

La única forma
es partirse la espalda a gritos
quebrarse los huesos de llanto
llenar los espacios vacíos con espasmos.

Regenerar las conexiones corporales
a través de los circuitos de sangre
cubrirse los ojos de la luz del sol
abrir la carne para sacar lo exógeno.

El desapego es la ruptura precisa
de las emociones embrionarias.

Si se rompe el vínculo se destruye el apego.


Ave migratoria

El sentimiento de escape afloró por dentro
vomitamos la fe en nuestros centros laborales
comenzó el período de urgente migración.

Aprendimos los viajes
y el comportamiento de las nubes
nos marcó el camino.
Vimos casas color hospital
poblaciones saqueadas.

Dejar nidos abiertos, pájaros llorando
es la cruz.

Hijos repartidos por los árboles
que nunca aprenderán a volar
ni conocerán sus raíces.

Mamá dijo que las lágrimas se acaban.
Cuando no quedaban llantos
nos tomamos de las manos
conmemorando a los que olvidaron la ruta.

Haber conocido el vuelo
implicó abrir una herida ascendente
y con su nombre se inauguraron los naufragios.

Ya no hay carreteras habilitadas
somos autoexilio
destierro
segregación.

Las crías esperan
mandamos algo de cariño epistolar
pero el dolor gana
el dolor siempre persiste
en un latido constante de maquinaria pesada
en una fábrica cualquiera
en un país que no es el nuestro.


Mi casa está llena de pájaros

He cosido sus alas
se las han vuelto a arrancar
se han desangrado en la alfombra.

Mi corazón está vacío.


Mirlo
.........A Francisco Moreno

En tu pecho el nido de pájaros
llueve plumas ennegrecidas
y los brazos se te abren como alas rotas.

Tienes la derrota dibujada
en tus ojos de niño chileno
esperando tras una puerta
en un barrio lejos de casa
la llegada de mamá.

El exilio es el paisaje trasandino.

Te puedo imaginar y te puedo escribir
llorando de pena porque extrañas a tu familia
porque no le alcanzaste a poner nombre
al perrito huacho de la cuadra
o porque los niños te molestan por tu acento.

Cuando pienso en tu infancia
me gustaría haber sido tu mamá
y haberte dado una patria hermosa
de la que nunca tuvieras que huir.

.........(Mirlo que migra y llora
.........y al detenerse en alguna estación de tren
.........espera un ave sedentaria para formar nido.
.........Cuando la elige
.........mirlo engancha sus negras plumas
.........a las nuevas plumas golondrina
.........dispone su vida para empezar una nueva
.........un nido que jamás nadie
.........ningún ave ningún carroñero
.........ha de llevarse)

Construyes nido en una casa en Merlo.
Colecciones de objetos
apilan la búsqueda y la ausencia
de Santiago y sus fracciones.

Emprendiste el vuelo
elevaste raíces hacia el sol.
Volviste y tu Chile era otro
el dolor se había fragmentado
en miles de especies más
pero seguiste la ruta
con los ojos llorosos
la tristeza
la pérdida a cuestas
bajo tus plumas ajadas por el tiempo.

Regresaste a la tierra
que generó tus dolores primigenios
te situaste en lo alto de la urbanidad violenta
para así mirar cómo se suceden
los días sin volver a migrar.

Julieta Moreno (Buenos Aires, Argentina, 1990). Profesora de Lengua Castellana y Comunicación, con un Diplomado en Género y Feminismo. Fue becada en la Fundación Pablo Neruda (2013). Publicaciones suyas han aparecido en Antología 10 años de poesía en Balmaceda (2009), Halo, 19 poetas chilenos nacidos en los 90 (2014), Parias, poetas y borrachos (2016) y en diversos medios digitales. Es coautora del libro Niñas con Palillos (2014). Aviario (2017) es su primer libro.

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