[“El silencio fue la arquitectura del Hotel King”. La forma de los muros, de Thomas Harris]. Por Eduardo Farías A.

Eduardo Farías Ascencio escribe sobre La forma de los muros (Ajiaco Ediciones, 2015), la más reciente publicación de Thomas Harris.


“El silencio fue la arquitectura del Hotel King”. La forma de los muros, de Thomas Harris

¿Cómo nace un libro? La mayoría de las veces es por la decisión que realiza el editor ante la calidad de un manuscrito. En otras oportunidades, el editor es quien propone la idea de un libro, de tal manera, además de realizar sugerencias en la edición de un texto, el editor sugiere la construcción de un manuscrito que no existe, pero que es necesario. Así, el editor también es un creador de libros. En La forma de los muros (Ajiaco Ediciones, 2015), de Thomas Harris, sucede esto último, es decir, este poemario fue ideado no por el poeta, sino por el editor; así lo señala el autor en el prólogo: 
Este libro no habría sido posible sin la insistencia de mi amigo el poeta y editor Pablo Lacroix. De él fue la idea. Yo habría dejado en el olvido los poemas que he agregado y los poemas revisitados de los textos que conforman la que sería una versión "definitiva" de La forma de los muros, capítulo II de Cipango (9). 
La forma de los muros da autonomía a lo que antes era una parte de Cipango, la que funciona perfectamente debido a la alegoría que construye sobre la dictadura, a través de una historia, en la que está el hablante lírico, una mujer y un contexto que a veces es racional y otras confuso.
“Todo transcurría en la pieza número 6 del Hotel King” (28), es en ese lugar desde el que el hablante lírico da cuenta de la dictadura. La forma de los muros está cruzado por esta temática. Es interesante relacionar este libro con otros discursos poéticos sobre aquel contexto histórico. Pienso en La ciudad, de Millán, en Bandera de Chile, de Elvira Hernández, pero, por sobre todo, pienso en José Ángel Cuevas, porque veo un registro poético opuesto a la hora de exponer el contexto. Si en José Ángel Cuevas, la escritura está marcada por una voz racionalmente cristalina que da cuenta de los horrores de aquel tiempo a través de la propia existencia; en La forma de los muros la voz enuncia desde el delirio, desde la confusión:
yo quise tomarte
el cuerpo en la oscuridad; había más cuerpos
entre nosotros, no sé si muchedumbres; los cuerpos
entre nosotros, no sé si muchedumbres; los cuerpos
tenían ojos los cuerpos no tenían ojos: jamás sabré
si había ventanas o si estábamos a la intemperie;
es un barraca como las de Treblinka dijo alguien,
pero yo escuchaba como en onda corta los sonidos
de la ciudad. Nunca sabré si hubo una ventana,
pero si filtraba sobre el muro blanco el fulgor verde de un aviso luminoso y en el delirio
acompaña al amor, en el delirio impune en que
terminábamos todos, comenzamos a imaginarnos cosas (15-16).
El contexto confuso presentado es una característica fundamental de este libro, definido como un estar dentro-no querer estarlo: “Estábamos en el teatro. No estábamos en el teatro. / El teatro era la ciudad y la ciudad era el Mundo” (17). Y en el delirio el hablante se permite imaginar, crear esta pieza 6 del Hotel King, escapar.
Si bien el delirio poético es constante, el hablante también habla lúcidamente:
(Yo entonces recordé
que Genet quería que la representación teatral
de Las sirvientas fuera personificada por
adolescentes (15).
Y cuando lo hace, habla de literatura. Es interesante advertir que la lucidez está marcada por la reflexión sobre la representación y por el teatro, conceptos que se aplican para entender el contexto creado por el sujeto:
líbranos señor de los subsuelos te rogamos
de los subsuelos de los hoteles clandestinos,
líbranos de por un día una noche o un instante
como el del orgasmo tan ansiado
líbranos de estos muchachos rubios rapados investidos
de carceleras que nos conducen como en Treblinka
no sabemos bien adónde, porque los murmullos de las muchedumbres
no nos dejan dar con la verdad si hay verdad si hay
piedad, si existe, señor de los subsuelos de nuestras mentes
ya tan ateridas y los sueños, sobre todo los sueños
o no son sueños, son representaciones teatrales de San Genet
es el Dios y las carceleras esos muchachos rubios rapados
investidos de Las sirvientas que sirven al poder indecoroso
de las luces, las tablas y la representación, aunque nos lo hayan advertido 7 veces 7
que son sólo impostura y representación: porque estamos en Tebas
porque estamos en el teatro de la ciudad de la Tragedia y sus márgenes
aunque la ciudad y sus márgenes y la lluvia
sea nuestra única realidad, sólo representación:
arte y más arte, pero un arte fétido,
el arte de estos años crucificados, el arte
de este tiempo de comediantes y de mártires
bajo la lluvia inclemente que no cesa de empaparnos
esa cosa inexacta que algunos por acá, en la barraca,
susurran
dicen, alma (19-20).
Desde el teatro, el hablante piensa tanto lúcida como delirantemente el contexto que crea y tras las grietas de ese mundo creado podemos ver el que está escondido y el intento por negarlo. En este intento, el hablante da cuenta también de un contexto violento, representado en la imagen de muchachos rubios rapados y que alude a la violencia ejercida por la junta. La relación del hablante con el mundo del teatro hace que La forma de los muros sea un libro marcado por su evidente intertextualidad, característica insoslayable no solo en este libro, sino que también en Cipango. Creo sano declarar que todas las intertextualidades creadas no son un mero recurso de escritura para realizar el distanciamiento entre el mundo propio y la dictadura; a mi modo de ver, aquellas permiten comprender la realidad circundante y también distorsionarla.
La forma de los muros, entonces, en su intento de ficcionalizar la dictadura, termina mostrándola en los límites propios de su escritura, termina mostrando Chacabuco 70, Concepción, y su historia con esa chica sin nombre, sin pasado y sin futuro, toda una historia marcada por la representación de la violencia, por la crudeza de la sangre expuesta en la pieza 6 del Hotel King. Finalmente, Ajiaco Ediciones propone un poemario necesario para comprender cómo la literatura representa y se representa en la dictadura, así La forma de los muros es tan necesario como los poemarios de Gonzalo Millán, de Elvira Hernández, de José Ángel Cuevas (nombrados al principio), de toda la tradición poética que habla de la dictadura.


Fuente de fotografía de Tomás Harris: Memoria Chilena.

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