[voca-vulva-vida: la voz de una imagen posible]. Por Víctor Quezada

Revisa una lectura de Voca (Santiago de Chile, Piedra de Sol, 2011) del poeta y organizador del ciclo de lecturas y conversaciones de literatura Antología en Movimiento, Simón Villalobos Parada.


[voca-vulva-vida: la voz de una imagen posible]


Quiero creer que hay, en Voca de Simón Villalobos, un esfuerzo por trascender la superficie textual. No, por supuesto, esa manera de trascendencia que intenta dar una impresión de realidad: indicando un objeto en el mundo como entidad irreductible al lenguaje o desplegando una retórica “realista”; estrategias que negando la representación, se esfuerzan finalmente en mostrar una imagen como si ella fuese el mundo mismo.
No existe esta ilusión en Voca, a pesar de las referencias ostensibles a lo largo del poemario que marcan el lugar del sujeto biográfico; pero ese es otro asunto.

El esfuerzo que visualizo en Voca, y principalmente en su sección “Mitad del cuerpo”, es un esfuerzo por llamar otros tipos de superficie: táctiles, visuales, auditivas; por las que la corporalidad parpadea a través de rugosidades, trazos, luces, ruidos, soplos; suponiendo unos nuevos –y discontinuos- territorios de emergencia.

Podemos hablar de cierta novedad en los poemas de Villalobos: aquella que Suely Rolnik, por ejemplo, caracteriza a través de la noción de “cuerpo vibrátil”: la particular capacidad de lectura que, precisamente, sobrepasa la convencionalidad del lenguaje, sus regularidades y pactos. Leer, en este sentido, escribir, es devenir otro, proponer nuevas formas de expresión para aquello que, en su inminencia, trasciende nuestras referencias y representaciones, nuestros modos de entender el mundo.

La interpretación del primer libro de Simón Villalobos debe considerar ese esfuerzo. Cuestión que representa uno de los lugares más áridos para el trabajo crítico: la innegable superficie porosa de una imagen corpórea que emerge y nos sorprende.



De: Voca (Santiago de Chile: Piedra de sol, 2011)

CUANDO UNO SE DOBLA Y CALLA y las líneas de la mano se mezclan fabricando un nido al agua que baja de los techos; como va a morir un animal sin paredes ni lluvias, recordadas tal vez de un cuadro que viste desde siempre: el recogimiento
            de las rodillas un espejo repite el blanco cáscara, el blanco almohada para dejar el respiro y el sorbo siguiente: el blanco jadeante de las facciones y las sombras brutas

A veces uno es este nido que atrapa la voz cerca cuando mana, dentro y siempre cerca, la cara que se hunde y va olvidando, como si de otra manera cayera con los brazos abiertos, y entre los dedos un silbo dibuja el nombre que es el otro extremo de la sombra: la manta que recibe, los espacios que se amoldan y vacían, como quien entra en su otro signo

***

EL CLIMA DEL HAMBRE una marca gris en los bordes de la multitud, que la descubre como una consecuencia, como un aliento, aguas que se atascan y retroceden en la arcada del fango
            de lo agudo que se ponen los cuerpos cuando intentan escapar, zafarse, desmenuzarse en cuerpos propios y un rumor sobre las cabezas los mancha de una misma luz

atado y vuelto a atar; las costras donde los pies resbalan, sedimentos brillantes, empuñaduras de la corriente que se cierra y marchita, granos de colores se gastan rodando por las orillas como si durmiesen
                        hay un coro de hombros sucios y ropa hundida en grasa, donde el fuego es una reminiscencias que avanza hasta su límite y se ahoga; figuras en la pared como en un altar pisoteado
                                    y el sonido del hambre; de alguien que se aleja, de una voz como un llanto que se aleja y desentierra de las costillas sus puntas de aire cortante, de alguien que queda desencajado, hundido en los que faltan
                        quedan alas como láminas de piel seca
conversaciones en oscuros pasillos
                                    queda un susurro atrapado
                                                ese susurro es guerra

***

El vientre duro en medio del cuerpo / sesgado, algo que se entienda, que se explique por sí mismo violando su propia convención / una piedra morada en medio del cuerpo mientras vamos separando sus partes, su necesidad

Pintura de Marcelo Grez

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