[Aire nuevo: El rey de la cumbia contra los fucking Estados Unidos de América]. Por Juan Manuel Silva

El siguiente texto escrito por Juan Manuel Silva, sirvió de presentación de El Rey de la Cumbia (Cuarto Propio, 2010) del escritor argentino y fundador de Eloísa Cartonera, Washington Cucurto (Quilmes, 1973); libro que fue lanzado en el contexto de la pasada Feria Internacional del Libro de Santiago, donde el país invitado internacional fue Chile.




Aire nuevo: El rey de la cumbia contra los fucking Estados Unidos de América

Los modos de producción determinan al producto en sí, y eso no es nada nuevo. Menos nueva aún es la fascinación por la escritura y su despliegue mediante la técnica.
Washington Cucurto, gestor y productor de Eloísa Cartonera, editorial nacida a raíz del trasfondo político y económico de la Argentina de principios de la década pasada, ha hecho de su escritura una factoría, tanto por la cantidad de textos que produce, como por la coherencia de su literatura con el personaje que ha forjado desde el barrio de la Boca. En ese sentido, de esa nación de libros, poemas, cuentos y escritos publicados en cartoneras y otras editoriales, escoger un corpus para ser publicado pareciera ser un contrasentido. Podría no serlo, sin lugar a dudas, si existiera un comercio fluido, una comunicación que fuera directamente proporcional al espacio que nos distancia o une con Argentina, pero no es así. Muy por el contrario, es poco y nada lo que sabemos de la producción literaria argentina que no ha sido publicada en transnacionales. E incluso de esa sabemos poco.
Por otro lado, para un medio chato y convulso de tanto replicar discursos foráneos, llámense estos: teorías, modas y modos de representar; la escritura extranjera orea y ventila esta pieza adolescente y cerrada que es la literatura chilena actual. En ese sentido, al menos tres razones esgrimo para leer El rey de la cumbia:

1. La soltura de su prosa
La soltura de su prosa que plena y desbroza lo que de quiste pudiese ser sobra en otra escritura. Todo sirve, vale y cumple una función en su literatura. La cumbia en el Bronco, las góndolas de un supermercado, los callejones de Constitución, las calles que recorriera Borges, aunque a la inversa, así como la recuperación, el reciclaje de palabras, expresiones y materias que podrían ser consideradas excesivas o erróneas, en una estrategia discursiva que recuerda el neobarroco, aunque uno en que la superficie, el maquillaje, la cáscara y el significante no están en posición de un significado pospuesto. No. En la escritura de Cucurto la miríada de referentes y signos comunican con la profundidad de la carne, las calles y la sexualidad, algo así como lo que planteara Walt Whitman en “I sing the body electric”. Las cosas y las estructuras están llenas de colectividad, de sentimientos colectivos, de experiencias que parecieran revelar un sentido social.
Larga es la genealogía que, desde Aristófanes, Catulo, Villon, Rabelais, Quevedo y Cervantes podría llevarnos a un Cucurto capaz de conjugar la atracción de la imagen aislada y la proliferación de la vida en su totalidad, sin taras, ni distinciones acerca de lo profundo o superficial.

2. La Inclusión
La perspectiva que Washington Cucurto maneja es la de la inclusión, de la reescritura y la reconstrucción de un mundo en ruinas. Así, despliega su discurso desde una serie de diferencias que, aunque parecieran ser insalvables, permiten que los distintos sujetos convivan. Las palabras en guaraní, los localismos y la lengua del barrio, más que un ejercicio de resistencia es la expresión de la vitalidad del lenguaje, en la que no hay supresión, sino convivencia. Es la convivencia de la referencia culta y la parodia, el sufrimiento subyacente y la alegría colectiva; en la literatura de Cucurto aquellas partículas que estarían aisladas por el respeto a una fementida coherencia, no lo están. Conviven.
Además, la perspectiva es próxima, pues el sujeto vive con y hacia las materias que nombra. El narrador se transforma en un cronista que no distingue entre objeto y sujeto, más que en los objetos de la risa o el objeto del placer. En ese sentido, serían menos objetos que fines.
Más allá de esto, al no existir distancias o diferencias insalvables en el modo de representar, tampoco produce un discurso estable. Esto, pues las preocupaciones del narrador son otras: los lugares comunes, los personajes que son elididos de una descripción así como ciertas emociones. Creo firmemente en esta literatura como fenómeno amoroso. Con el mismo respeto y fascinación que el amante recorre el cuerpo amado, el narrador describe la experiencia de la urbe.

3. La parodia
La parodia, el motor de la inversión propuesta por Cucurto, en una literatura que prefiere el guaraní a la cita culta o al inglés, así como la multitud y la bullente vida colectiva, a la soledad. Es esta escritura la que vindica la pulsión por el cuerpo otro, sea este femenino o masculino, “hetero” u “homo”. De este modo, la representación de un mundo machista y serio se ve invertido y desestabilizado por la ficción y el deslumbramiento de estas iluminaciones urbanas: un paraguayo o una chica en la calle, la resaca al volver a casa. Dentro de la parodia y la inclusión está el rescate de un tipo de reclamo panfletario, ideológico y fuerte que, sin relativizar el contenido, ligado a la desigualdad, la iniquidad empresarial y la incomunicación entre pares, ve socavada su posibilidad de acarrear masas, para acabar siendo un argumento en una narrativa amorosa y dislocada.
Considero de suma importancia esta lectura, no confiando a ciegas en su calidad (discutible, como toda valoración), ya que nos interpela al proponer la representación de espacios que creemos ignorar, pero que acaban configurando nuestros imaginarios, esa posibilidad de un colectivo que vive en el lenguaje, los personajes y los espacios representados por Cucurto, ese aire compartido, brisa que abre la ventana.

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