[La memoria es la redención: entrevista a Ivonne Coñuecar]. Por Daniela Acosta


El que sigue, es el texto que clausura el año 2009. La entrevista a la poeta Ivonne Coñuecar trata de rondar, entonces, la crítica como privilegio unilateral, para desde este diálogo fingido apuntar a un sentido siempre posterior. Realizada por Daniela Acosta, memoria, historia y sus respectivas diferencias son los ejes que la sitúan.

La memoria es la redención: trilogía de la Patagonia. Entrevista a Ivonne Coñuecar

Con Catabática (Jabalí Editoras, 2008) –su primer libro–, la periodista Ivonne Coñuecar (Coyhaique, 1980) dio inicio a una trilogía poética que tuvo sus inicios cuando fue becaria del taller de la Fundación Pablo Neruda, en el año 2007. Este año siguió el turno de Adiabática (Ediciones Kultrún, Valdivia, 2009), la segunda entrega. El próximo año, la poeta pretende publicar Anabática, texto que ya tiene terminado y con el que pondría fin a su producción poética. De momento, al menos.
Los nombres que Coñuecar le ha dado a sus textos resultan muy importantes y decidores. Así, catabático es el viento enfriado que sopla hacia abajo de forma rápida. Tomando esa idea es que la sujeto de Catabática regresa al lugar de origen, que en el texto es representado por la Patagonia. En Adiabática, en tanto, se produce la instalación de esta sujeto de un modo que –tal como lo establece el término físico del título– impide la transferencia de calor con el entorno. Podría decirse que es la decisión de hacerse impermeable. Por último, el término anabático, también hace referencia a un viento. Esta vez se trata de uno cálido que sopla de modo ascendente y que para la autora representaría el autoexilio desde la tierra de origen.
Sobre la gestación de esta trilogía poética, su desarrollo, el significado del final de una etapa de su vida como escritora, Ivonne conversó con La Calle Passy 061.

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¿Cómo surgió la idea de partir publicando una trilogía?

No creo que haya surgido, sino más bien se fue armando sola, en el camino… no lo supe bien hasta que comencé a visualizar la Patagonia como experiencia de vida, la Patagonia como: “oye, hay un fenómeno social que es igual o mayor que el tema naturaleza”.

¿Tuviste algún criterio general para elegir los temas de cada uno de los libros?

Supongo que no fue tan relamido todo. El criterio general lo dio la Patagonia, mi tierra, la que comencé a echar demasiado de menos mientras viví en Santiago entre el 2006 y 2007.

Respecto a tus obras, ¿buscas algún mensaje, algo en particular o simplemente armar una historia?

Siempre he creído que me escribo a mi misma, más allá de todo prejuicio académico o extra poético que se pueda tener con respecto al ego, siempre he creído que de alguna manera si lo leo fuera de mi mente ya está, que si lo escribo ya tiene un lugar, está ordenado, cicatrizado, cerrado. Y, justamente, tiene que ver un poco con el control, pues sin duda hay un rollo con el control a través de las letras, ya escribir es una manera de ordenar y corregir, más aún. Y la historia, claro, aparece como en cortes transversales, aunque sea mi exhibicionista-historia-privada.

En relación a los títulos de tu trilogía. ¿Por qué elegiste esos términos? ¿Tienes algún tipo de relación especial con el viento o la física?

El viento y la física son dos temas fundamentales en mi vida. A través de mis letras doy cuenta de mi relación fóbica con el viento y que busco sanar. En la Patagonia el viento es un habitante omnipresente que no puedes evadir, simplemente, no te puede dar igual y, particularmente, mis recuerdos del viento van desde la calma solitaria de un paisaje en la pampa patagónica, hasta los arremolinados vientos que levantan olas feroces en los canales, o vientos que rompen cercos, techos, árboles…es intenso el viento dentro de mis recuerdos.
Sobre la física, siempre he estado relacionada con ella porque me mueve mucho saber cómo funciona el mundo, supongo que nada es al azar y que la naturaleza es sabia, y que la física se puede aplicar a los procesos sociales.

El Yo y sus memorias

Hay una relación muy fuerte entre tus textos y la historia chilena. ¿Por qué?

Porque en la Patagonia vivimos una cultura distinta. Nosotros nos decimos patagones antes de decirnos chilenos, nuestras relaciones con los argentinos siempre han sido de hermandad, no una cosa diplomática. Hubo sucesos que viví donde la presencia y ayuda argentina fue mayor y más rápida que la chilena… allá estamos muy lejos.
Mi región es una de las más estancadas de este país, básicamente es una excusa estratégico-militar, está llena de regimientos. La historia de Chile… yo no sé si hablo de la historia de Chile, sino más bien de mi historia en la Patagonia, lo que vi, lo que sentí, lo que callaron y lo que sigo viendo.

En tu trabajo se nota un fuerte vínculo entre política y escritura, ¿podrías explicarme cómo ves esa relación?

Supongo que siempre se espera el slogan político y el llamado a la lucha de parte de los escritores, pero no es una labor de nosotros. Que nos apropiemos y habitemos esos lugares es distinto… es como estar de visita. En mi caso, me considero un ser político desde pequeña y gracias a mi padre que fue un gran profesor, porque siempre me hizo notar que mi presencia en este lugar no debe pasar en vano. No quiero que la vida simplemente me pase por delante.

Leyendo tus libros podría decirse que son bastante autobiográficos. ¿Qué cosas tienes en común con la sujeto de Catabática, Adiabática y Anabática?

Con el tiempo y los escondites y las críticas y los estudios y los reproches y las felicitaciones y los lugares comunes, simplemente ese hablante lírico soy yo, pero un yo “parcializado” de todas maneras, pero yo al fin.
En Catabática, el sujeto que se autoexilia de su tierra y regresa luego de diez años; [en] Adiabática, mi visión política desde la Patagonia; y Anabática, la construcción, deconstrucción y destrucción de la adolescencia.

Llama la atención en tus textos el interés por la memoria. ¿Cuál es la importancia que tú le otorgas a la selección de recuerdos y a los mecanismos del olvido, a ese gesto político que aparece en tus textos?

La memoria es la redención. Es ese paisaje quieto en el agua. El paisaje quieto en cualquier parte y que no daña, y que no duele, sino que se trae con una finalidad casi científica.
Lo que queda fuera de foco, fuera de escritura, supongo que es azaroso o doloroso. No tengo otra respuesta.

Existe una instalación de la sujeto desde las carencias (de metarrelatos, de padres, de amor, corporales) que atraviesa todos los volúmenes de tu trilogía. ¿Crees que las faltas explicarían el desencanto que puede verse en tus poemas?

Creo que sí. Durante muchos años me costó convencerme de que estaba sola y cuando lo hice ya no lo estuve más. Pero a estas alturas –ojo- no es un desencanto personal, sino casi un recurso estético que algún lector puede compartir conmigo, supongo que las carencias son un lugar más común del que creemos, nos encontramos más en nuestra fragilidad.

Si efectivamente Catabática, Adiabática y Anabática pudieran verse como un todo ¿Cuál crees tú que es el ánimo que impera en ellos como conjunto? ¿Por qué crees que sea así?

Crisis, crecimiento, desmitificación. Con la trilogía cierro una etapa importante de mi vida, la transformo, al publicar ya nada es mío, los textos se van. Y, de alguna manera, así me siento desde que comprendí que crecer es un proceso interesante, y un desapego también.

El rol tradicional que se asocia al hecho de ser mujer en tus libros es sutil, pero constantemente puesto en cuestión. ¿También es parte de un activismo político o se trata de otro síntoma del malestar que aqueja a la sujeto?

Nací hombre, pero me hice mujer. Eso es algo que está en la trilogía. Supongo que eso es lo que puedo decir al respecto. La sociedad te quiere hombre y hacerse mujer duele, pero hacerte una mujer otra te margina aún más. No me identifico con movimientos feministas ni lésbicos ni religiosos, me identifico con un ser humano bastante amplio y creo que para llegar a este estado hay que trascender al rol de hombre o de mujer en la sociedad, en el caso de que existan, claro está.

Escribir

Yendo un poco para atrás. ¿Cuándo empezaste a escribir y en qué momento realmente te sentiste una poeta?

Nunca me he sentido poeta, quizás si supiera qué es un poeta podría hacerlo, prefiero pensar que soy escritora, ya que tampoco escribo sólo poesía, sino que hay algo con las palabras en general. También escribo cuentos, guiones y dramaturgia, géneros que valoro de igual manera que la poesía... Digamos que la poesía últimamente-me-ha-expuesto-más.

¿Cómo es tu proceso de escritura? ¿Tienes algún método?

No tengo un método, soy bien desordenada la verdad. La primera intuición con respecto a algún texto surge de la nada y continúa en la nada o sólo en ritmos sin mayor conexión hasta que agarro un lápiz y escribo, aunque hay otras veces en que escribo y no es necesario forzar nada, simplemente sale, está. Otras veces estoy en el “compu” y surgen cosas. Y, bueno, cuando corriges también surgen cosas nuevas e interesantes.
En cuanto a la corrección soy taxativa, siempre debe esperarse por una última corrección, aunque claro, si fuera tan taxativa no publicaría nada.
Siempre he creído que lo principal para escribir es leer, leer porque todo se lee. Es una verdad irrefutable, los gestos, las calles, los libros, las películas, todo se puede leer.

¿Por qué escribes? ¿Qué buscas al hacerlo?

Escribo porque de otra forma me muero de pena, me muero de sola, me muero de rabia y muero de angustia. Al escribir busco emocionarme, hacer algo que me guste, algo que me quede como la mejor foto de algún momento y no sé bien qué más busco, pero tengo súper claro que no estoy inventando la rueda.

¿Cómo describirías tu escritura, cuáles serían –en tu opinión– sus características?

Sin permiso de sus papás, o algo así. Aparentemente es impulsiva, pero hay mucha corrección. Aparentemente es cruda, pero hay mucha pasión. Aparentemente duele, pero hay redención y paz. Supongo que tengo una relación bilateral de fidelidad con las letras… o me lo invento.

¿Cómo influyó en el desarrollo de este proyecto escritural tu paso en el año 2007 por la Fundación Neruda?

Ahí comenzó la trilogía, comenzó con un poema llamado Eluwun, que es rito funerario mapuche y mediante el cual voy a dejar a mi padre al cementerio al encuentro con sus ancestros.
Estar en la Fundación fue una experiencia vital porque enfrenté mis textos por primera vez a una visión crítica, reaccionamos frente a los otros textos. Fue importante porque no había estado antes en ningún taller literario ni nada parecido, sino más bien todo autodidacta y silencioso.

Sitio

¿Qué papel crees que juega el/la poeta en la sociedad? ¿Cuál sería su importancia? ¿Cuál el vínculo entre él y el mundo?

Ninguno. Digo, ningún rol que no pueda ser igualmente importante como que una sociedad tenga una presidente y un barrendero en las calles. No creo que sea ninguna clase privilegiada. No me gustan las jerarquías, supongo que escogí esto porque de algún modo hubo un designio en alguna parte, que este sería más o menos mi papel.

¿Cómo y dónde te situarías en el mapa de los poetas chilenos contemporáneos?

No lo sé. No tengo idea la verdad. Claro que debe haber asuntos confidenciales similares, inconcientes con mis camaradas de generación. Pero no lo sé. [ALGO] que nos une a todos los deseos de escribir, pero ubicarme en un lugar no puedo, jamás he sido un ser gregario, no sabría en qué lugar de ese mapa vivir ni qué clima escoger, lo más probable es que siga siendo la chica patagona y ya.

¿Qué opinas de los poetas chilenos contemporáneos, de la llamada Novísima, por ejemplo?

Hay buenos poetas que desarrollan actividades interesantes. En el taller de la Fundación Neruda estuve con Diego Ramírez y Paula Ilabaca; Diego hizo el prólogo de mi primer libro donde amablemente me incluye dentro de esta cosa novísima y que se agradece, es como un “venga pa´cá”. Me gusta el trabajo de Pablo Paredes, y de muchos, yo ni sé quiénes son novísimos, pero me gusta el trabajo de muchos contemporáneos, que no sé si son novísimos. ¿Cuántos novísimos hay?

Escribes poesía, cuento y guiones. ¿Cuál formato te acomoda más?

Hoy por hoy, el teatro, la dramaturgia. Es mucho más lúdico, puedo salirme de la autorreferencia y autobiografía con mayor soltura, mantener un poco el lenguaje poético y contar una historia.

Fuiste condecorada con la Medalla Fernando Santiván, en la Universidad Austral de Chile. ¿Eres una especie de rock star en Valdivia? ¿A qué crees que se deba ese tipo de reconocimiento?

La Medalla Fernando Santiván es un reconocimiento de la Universidad. Eso de rock star es lo más alejado de mi vida cotidiana, supongo que soy bastante simple y nada de rebuscada, más bien algo “baguala” y con deseos de ser un buen ser humano, apegada a los animales y soñando en qué haría si el mundo se acaba efectivamente el 2012.

Estás a un paso de finalizar Anabática y con él, la trilogía. ¿Cómo te sientes respecto a este fin de un ciclo poético? ¿Crees que sea así? ¿Tienes algo pensado para después?

Siento mucho alivio cuando vislumbro la puerta de salida de esta travesía. Ha significado mucho para mí todo esto, mucho esfuerzo, correcciones apasionadas, recuerdos, millones de cosas. El silencio creo que lo define mejor.
Una vez que publique Anabática -pues ese es el gesto de despojo que escogí- claro que se cerrará una puerta. No habrá más poesía, los proyectos poéticos que tengo los dejaré en pausa. Deseo tanto corregir todo lo que me espera de narrativa y dramaturgia -a los que no les he dedicado el tiempo que quisiera- [que] me siento como cuando veo una piscina y tengo que tirarme y nadar. La poesía me ha cansado, quiero algo más lineal, más práctico, que se mueva, personajes, descompresión, menos complicación, menos vísceras, algo más light.

Daniela Acosta (Santiago, 1982): Licenciada en Comunicación Social y periodista de la Universidad de Chile. En el año 2008 participó en un taller de cuento con la escritora Alejandra Costamagna. Ha escrito para la revista de teatro y literatura Ciertopez, para la revista de estética de la Universidad Católica, Aisthesis. Durante el 2009 participó del taller de poesía de Germán Carrasco en Balmaceda 1215.

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