[Poesía Arabe contemporánea: Epitafio para Nueva York de Adonis.] Por Maritza Requena


Adonis: Seudónimo del poeta, crítico literario, ensayista, traductor y dibujante Ali Ahmad Said. Nació en Siria el año 1930, pero en 1962 obtuvo la nacionalidad libanesa. En 1956 fundó en Beirut la revista Shi’ir (Poesía). De su labor de crítica e investigación literaria destacan sus libros dedicados a la revisión de la tradición literaria árabe Antología de la poesía árabe, 3 vols. (1964), Introducción a la poesía árabe. Poesía y poética árabes (1997). Ha publicado varios libros de poemas, entre los que se encuentran: Primeros poemas (1957), Canciones de Mihyar el de Damasco (1961), Libro de las huidas y mudanzas por los climas del día y la noche (1965), Epitafio para Nueva York (1971).


Adonis, es uno de los autores árabes de la denominada Escuela del Verso Libre, una tendencia poética surgida en 1947, cuya principal característica es la ruptura con el ritmo impuesto por la qasida clásica, tal como señala el arabista español Pedro Martínez Montávez en el Prólogo a su traducción de las Canciones de Mihyar el de Damasco “lo que estos poetas persiguen casi siempre –y consiguen a veces –es dotar al verso, y a la larga al poema, de una musicalidad distinta, y que en este sentido poco tiene que ver con la tradicional de la lírica árabe”.

Tras el término de la segunda guerra mundial se produce una importante innovación en la poesía árabe, se abandona la forma tradicional de la qasida, sustituyéndola por combinaciones estróficas libres y poemas en prosa. A dicha escuela pertenecen también los poetas Abd Al-Wahab Al-Bayyatt (Iraq, 1926-1998), Nizar Qabbani (Siria, 1923-1999), Mahmud Darwish (Palestina, 1942), autores cuya obra, como la de Adonis, está estrechamente ligada a la realidad sociopolítica del mundo árabe.

Si bien la poesía de Adonis se sitúa en este contexto, el ser un poeta árabe no le impide ser un poeta de carácter universal, que se nutre tanto de la herencia espiritual e intelectual árabe como de la tradición literaria occidental. En Epitafio para Nueva York Adonis ha planteado la necesaria renovación de la cultura árabe, el poeta como profeta, orientando su escritura hacia el futuro, anuncia lo que vendrá: el final de un periodo de oscuridad y el comienzo de una nueva época. El poeta manifiesta una visión crítica del mundo árabe (¡Y soy el primero en lanzarme contra ti, ah, pueblo mío!), cifrada en un mensaje profético que divide la historia y que explica el presente desde el futuro. Así se advierten dos dimensiones del tiempo: un tiempo absoluto y un tiempo relativo. En la dimensión temporal asociada a la profecía, es decir, el tiempo profético suprahistórico, la destrucción de Nueva York marca el inicio de los nuevos tiempos para Oriente. Por otro lado, en la dimensión temporal cronológico-histórica, se establece una marcada diferencia entre la era de Nixon y los tiempos de Lincoln y Whitman, a quienes se dirige el poeta en los Cantos VI y IX.

Federico Arbós, en el Prólogo a su traducción de Epitafio para Nueva York (Madrid: Hiperión, 1987), distingue cuatro pautas o criterios generales en los cuales se sustenta la poesía de Adonis. En primer lugar, la “necesidad de una visión creadora del poeta, abierta siempre al futuro. Es decir, un intento de desentrañar el mundo de manera profética, para lo cual se hace indispensable sumergirse también visualmente en el pasado.” En segundo lugar, la adecuación de la lengua, “que ha de ser recreada y destruida”, a esa nueva visión. Tercero, la “inserción crítica en la tradición cultural árabe”, en cuya lengua se expresa el poeta. Y por último, la “aprehensión global del espacio en el que se desarrolla el poema. Un espacio atemporal e histórico al tiempo”. Para Arbós “En Epitafio para Nueva York, la Norteamérica democrática de Whitman y Lincoln se opone a la Norteamérica criminal de Nixon y la General Motors; la ciudad de las compañías multinacionales –Wall Street, Quinta Avenida –se enfrenta a los barrios marginales que llevan el futuro en las entrañas: Harlem, Greenwich Village. Nueva York extiende también su violento dominio al Oriente y al mundo árabe, cuyas ciudades históricas simbolizan aquí una radical contradicción: de un lado, configuran la utopía de la unidad árabe dentro de un proyecto revolucionario universal; de otro, la complicidad de las clases árabes dirigentes en la destrucción de ese proyecto. Por ello, el exterminio en Vietnam y el brutal despojo de Palestina taladran la voz de Adonis.”

Nueva York, en representación de Occidente, aparece dominando el mundo árabe: Y confieso: Nueva York, tienes en mi país la tienda y el / lecho, la silla y la cabeza. Y todas las cosas a la / venta: el día y la noche, la piedra de La Meca y el / agua del Tigris. Pero advierto: a pesar de ello, jadeas / exhausta en tu intento de vencer en Palestina. La aniquilación de Nueva York implica la revitalización de Beirut y la sucesión de imágenes escatológicas o de destrucción dan cuenta de este profundo proceso de renovación: Desmoronáos, estatuas de la libertad! (...) El viento sopla otra vez desde el Oriente y / arranca la lona de las tiendas y los rascacielos. Mientras Nueva York sufre su caída y en ella es fundamental el rol que cumple la palabra (cada palabra es el signo de / una caída, / cada vocal es un pico o una pala), en Harlem y Beirut se prepara el inicio de una nueva época: HARLEM, / el tiempo agoniza, más tú eres el presente. Se establece una crítica a la modernidad, al capitalismo de Nueva York (Grité: ¡Puente de Brooklyn! pero ése es el / puente que une a Whitman con Wall Street, a la hoja / de hierba con la hoja de papel del dólar...) y también al retraso del mundo árabe que vive en un tiempo detenido, cuya mentalidad tiende a vivir en el pasado (Vi / el mapa árabe como un caballo que golpea pesadamente el / suelo con sus cascos. Con alforjas que cuelgan como el tiempo sobre la tumba) y cuya lengua permanece estática (La palabra ha muerto porque vuestras lenguas abandonaron / la costumbre de la voz por la costumbre del gesto). Asimismo, con respecto a los gobiernos árabes hay una profunda autocrítica: Y leí: / Que las ratas en Beirut y en otras partes / se pasean burlonas por la seda de la Casa Blanca, / se arman con el papel de los documentos, / roen la humanidad. / Que los cerdos que aún quedan en el huerto del alfabeto / hollan la poesía. El poeta incita a la capital libanesa, Beirut, como representante del mundo árabe, a dejar atrás la época de oscuridad, a quemar la historia de los cerrojos, y en el último canto termina deseándole la paz.

La palabra es la más ligera de las cosas y lleva en sí todas

las cosas. La acción es un lugar, un instante. La palabra


es todos los lugares, todo el tiempo. La palabra


–la palma de la mano –, el sueño:


¡Te hallaré, oh fuego, protector mío!


¡Te hallaré, oh poesía!


Para Adonis la renovación también es necesaria en el aspecto lingüístico. En Epitafio para Nueva York el poeta plantea la necesidad de renovación de la lengua árabe en la cual se expresa, esto es, la búsqueda de un lenguaje asociado a los nuevos tiempos. El lenguaje se ha vuelto infértil: No es ciega la mirada, sino el rostro. / No son yermas las palabras, sino la lengua. Esta preocupación por la palabra y la lengua apunta a la ausencia del significado. En el plano lingüístico se ha perdido la relación entre el signo y lo que éste representa, la lengua árabe es diferente, en el sentido de diferir a la realidad que designa, no re-presenta el mundo árabe, es decir, la lengua árabe actual no hace presente la realidad árabe. De esta manera, Nueva York no es una jerigonza, sino una / palabra. Pero cuando escribo DAMASCO, no escribo / una palabra, sino una jerigonza. De. A. Eme. A. / Ese. Ce. O... Apenas un sonido, es decir, cosa del / viento. Salió una vez de la tinta y no volvió. El tiempo / está parado como un guardián en el umbral, preguntando: / ¿Cuándo volverá? ¿Cuándo entrará? También / Beirut, El Cairo, Bagdad, son jerigonzas totales.


La distancia entre el signo y su representación apunta en Adonis al problema de la identidad árabe cuya expresión es la lengua. Hay un llamado a dejar atrás un tiempo marcado por la ausencia de lo árabe, por la falta de identidad. El significado no está presente, la presencia árabe está diferida, aplazada en su dimensión temporal y desplazada en su dimensión espacial. El significado, lo árabe, no está presente y esta ausencia de la identidad está directamente asociada con la Naksa (1967) o Guerra de los Seis Días, en la cual la derrota de los árabes frente a Israel marca la ruptura de la arabidad. La fractura de la unidad árabe acentúa la catástrofe de la Nakba (creación de Estado de Israel en 1948). Tales acontecimientos influyen profundamente en la literatura árabe contemporánea, la reacción es la denuncia o la crítica a los gobiernos y dirigentes árabes que han hecho posible el desastre. En Adonis hay un intento por salvar esa diferencia entre significante y significado a través de una poesía que logre identificarse con el mundo árabe en los tiempos que vendrán, una poesía revolucionaria, transformadora como el fuego. La palabra que tiene la capacidad de transformación y que puede unificar el mundo árabe es el lenguaje literario. El poeta intenta traer a presencia la realidad del mundo árabe a través de su propio lenguaje, el lenguaje poético o literario adquiere un carácter representativo, que vuelve a presentar, es decir a hacer presente lo árabe.


Descargar: Epitafio para Nueva York de Adonis.


Maritza Requena. Nació en Santiago en 1984. Es Licenciada en Lengua y Literatura Hispánicas con mención en Literatura por la Universidad de Chile. Durante el 2007 realizó, en el Centro de Estudios Árabes de dicha casa de estudios, el Diploma en Cultura Árabe e Islámica y el Seminario “Literatura Árabe Contemporánea”

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Comentarios

Beatrice dijo…
Enhorabuena. Me ha encantado tu blog.
nikol dijo…
Me gusto mucho tu articulo, muy buena la refleccion...