[Las Enseñanzas de la Odisea. IV.] por Juan Santander

Canto IV: De los mapas que ellos hacen


Anduvimos trocados por la tierra,

él por las costas, yo por las llanuras,

él dispersado entre materias ciegas,

yo desvariando nombre que era el suyo.


Gabriela Mistral


Habría que decir que cada uno construye un mapa; luego, que sobre él, traza en orden y lentamente el camino que sigue. Este trazo no dibuja sus rostros, como si haciendo este ademán se conociesen a sí mismos. Es una línea informe, incapaz de ser interpretada, acaso es posible de asir en la memoria. Es este camino para ellos la novedad en su estado puro, a pesar del relato mitológico que asoma permanentemente de la boca de quienes los rodean. Telémaco esta vez viaja en carros tirados por corceles. Es su primer viaje por tierra. Ve al rubio Menelao y a Helena, quien agudamente lo reconoce como hijo de Ulises. El trazo en el mapa de Telémaco, a partir de este encuentro, retiene la historia no como mensaje moral, sino como testimonio de la cercanía del nombre paterno, probablemente también de su presencia. Se advierte a Ulises, tras las negras olas y las cóncavas naves destruidas. Habría que decir también que se trata de una línea ejemplar, en la que las historias de los próceres nublan y a la vez ayudan al crecimiento del joven Telémaco, que siente cada vez más orgullo de su padre: muchos hombres de pro conocí decididos, discretos, / muchas tierras hollé con mis pies al correr de mi vida, / mas mis ojos no vieron jamás un valor que igualase / el valor que guardaba en su pecho el intrépido Ulises. / Cuanta hazaña llegó a realizar aquel hombre esforzado / en el hueco y pulido corcel donde estábamos todos / los magnates argivos tramando la muerte a los teucros! Menelao es el monumento que por fin aporta los sucesos para que Telémaco construya un nuevo mapa y trace en él su propósito primero: la vía de su padre.

En tanto Penélope en Itaca se entera de que los pretendientes asesinarán a su hijo cuando vuelva de su viaje de búsqueda y ensayo. Ella teje su mapa pensando en su esposo situado detrás de la aurora. Lo desteje pensando en los pretendientes que la asedian y ocupan su hacienda y despilfarran sus bienes. Ahora otros menos que tú heroicos / cogen tus odres, tus lazos, tus redes. / Otros llegaron a tomar las barcas, / los arneses y el cubo de semillas. [1] Este doble movimiento desesperante le impide avanzar de una vez por todas hacia ese trazo ilegible que es itinerar o viajar o actuar. La línea que traza entonces, es una línea recta y firme, mas tan indescifrable como las demás ¡Oh queridas, oíd! El Olimpo me ha dado más duelos / que a mujer otra alguna nacida en mi tiempo. Ya antes al marido perdí, mi león animoso, aquel héroe / señalado entre todos los dánaos por prendas sin cuento, / cuya fama ha llenado la Hélade y las tierras de Argos; / esta vez los ciclones se llevan de casa sin gloria / a mi hijo querido ignorándolo todo su madre.

Al enterarse que Telémaco ha también partido a las islas, Penélope se ahoga de llanto y cae en el umbral de su hogar, como mirando el mar en que se hunden finalmente todos los mapas: Antes del umbral y antes de la ruta, / aguardo, aguardo al que camina recto [2].

Habría que decir que toman sus mapas, hallan nombres de lugares, rutas, vientos, animales y maravillas. Hallan la desgracia y el olvido. Parecen estimarlos sobremanera. Telémaco guarda el suyo y lo que conoce del de su padre cerca de su pecho, arrugándolos y haciendo que de ellos manen nombres propios entre el agua salina. Penélope en realidad desprecia el suyo, como si para realizar mapas no se necesitara franquear un umbral y para trazar rayas sin sentido no hubiera que irse de casa. Como si los mapas se envolviesen a sí mismos, y de ellos corrieran las salinas aguas del llanto.



Notas

[1] Mistral: Mi artesano muerto.

[2] Gabriela Mistral : La que aguarda.

Comentarios

Anónimo dijo…
fomes.