[“Provengo de la cuna del fracaso”: Caídos de Alquitrán de Javier Peralta Rojas]. Por Eduardo Farías

Eduardo Farías Ascencio nos ofrece una crítica al libro Caídos de alquitrán de Javier Peralta Rojas publicado por Ajiaco Ediciones el año 2015.

“Provengo de la cuna del fracaso”: Caídos de Alquitrán, de Javier Peralta Rojas

La construcción poética de un sujeto outsider, crítico y consciente de su posición en el mundo es la primera intención que apreciamos en Caídos de alquitrán (Ajiaco Ediciones, 2015) de Javier Peralta Rojas. Este libro está marcado por una escritura que aborda el problema de la identidad ya desde el epígrafe de Deleuze y Guattari que abre el texto: “Escribir como un perro que escarba su hoyo, una rata que hace su madriguera. Para eso: encontrar su propio punto de subdesarrollo, su propia jerga, su propio tercer mundo, su propio desierto” (9). La construcción de la identidad es la construcción de una jerga propia, de un lenguaje cruzado por la precariedad, de un conjunto de signos que posibilite la representación de la dureza del contexto, de este tercer mundo y su subdesarrollo.
La jerga propia, si algo tiene que ver con la construcción de la identidad, hace alusión en términos poéticos al discurso del yo, discurso que va más allá de la mera expresión de la interioridad de un sujeto; un discurso que es múltiple en sus propósitos. Caídos de alquitrán se inscribe en la tradición que pone en crisis la construcción identitaria del hablante lírico, tradición que en Chile es muy fuerte y que tiene casos ejemplares como el de La Tirana de Diego Maquieira, por cierto. A mi modo de ver, esta jerga disidente fue la base poética que sustentó la aparición de la novísima y es lo que ahora Javier Peralta refresca desde una cierta disidencia punk y, por qué no, anarquista; lo que ya ha hecho, con sus matices culturales específicos, David Aniñir en Mapurbe. Sin embargo, es necesario advertir que el proyecto poético del libro se crea a partir del pensamiento occidental europeo, y que la propia jerga, en este caso, posee una larga tradición que se remonta a los años ochenta, por lo que Javier Peralta no determina una nueva forma de hablar y de entender la realidad, por el contrario, en sus poemas desarrolla y se prolonga una voz visible desde hace tiempo, por lo que preguntarse críticamente por los conceptos de disidencia y jerga propia en la construcción de esta identidad punk es una perspectiva necesaria para visualizar cómo se construyen poéticamente en los textos.
Comúnmente, pensamos que la identidad es un proceso personal y la colectividad genera las pautas que el sujeto acepta o rechaza; sin embargo, en este caso la disidencia que el autor construye está planteada desde la colectividad: “En el patíbulo de los malditos / me divierto con otras ánimas desdentadas […] permanecemos en nuestros puestos / sin desertar jamás” (11), la construcción colectiva de la identidad que realiza Javier está marcada por todo lo que fue dejado de lado por el sistema:
Somos dos calaveras
residuos de nuestros padres
[…]
Obsoletos de la sociedad
solos con nuestro menú farmacéutico
[…]
Nuestra certeza no era el amor
sino aprender a morir” (14-15).
Y desde esa marginalidad, desde esa precariedad, desde esa drogadicción se nos manifiesta “la angustia de la diferencia” (32), diferencia que se contextualiza en el peor de los escenarios: la dictadura de Pinochet. Este contexto marca la temporalidad del poemario y, a mi parecer, a estas alturas es un recurso fácil que ayuda a que la experiencia de estos sujetos outsider adquiera profundidad, cuando la democracia actual puede ser tan cruel como una dictadura, cuando la identidad de la mayoría se vuelve opresiva para un parte de la población que se mueve y piensa desde otros lugares ideológicos.
La construcción colectiva convive, por supuesto, con la construcción individual del hablante lírico:
Soy una bestia social sin contrato
no apto para reuniones familiares
ni asados de camaradería
Profeso una peligrosa pastoral transformadora
[…]
No poseo currículo ni números que me identifiquen
la identidad me suda en el cuerpo
[…]
Provengo de la cuna del fracaso
pero mi insolencia no permite derrota
inconcluso hablo el idioma salvaje
que he adquirido en sitios de baja renta
[…]
Y germino en delincuente
en predador periférico
hasta que la existencia se me seca
en el desborde de lo social (12-13).
El hablante lírico se construye entonces como lo que llamaríamos un paria, en quien el discurso ideológico se ha hecho carne, y la separación y diferencia con la sociedad alcanza también a la familia que, por lo general, es una entidad reproductora del sistema, por tanto cómplice de este “sistema entero pitiao” (33). Además, este hablante se construye como poeta al preguntarse qué le queda:
Reír en el tajo abierto más grande del mundo
entre las paredes frías de los Andes
que se derrite en lágrimas
Teclear letras en el piano de la escritura
bajo la permanente tempestad de este sur
[…]
donde somos la escritura de un agonizante
de un agonizante
de un agonizante
la palabra caída
que escurre sin miedo
y abre caminos
martillando el pavimento (39-40).
Este poema es la toma de posición que se crea cuando el hablante se da cuenta de su lugar en el mundo, en el que no hay felicidad, sino que un mundo y una vida desencantados. La escritura poética, este ejercicio que realiza el hablante al definirse como poeta es lo que nos permite entender la patente intertextualidad con Altazor de Vicente Huidobro y apreciar su pertenencia, intertextualidad que utiliza Javier Peralta para desarrollar aún más la visión que tiene el hablante de sí mismo:
A mí no se me abrió el paracaídas
del pequeño dios
y me azoté contra el pavimento
en Av. Matta con San Diego
caí por mi propio peso
[…]
mis recuerdos sangraron
la globalización no me alcanzó
me quedé en las llagas de la calle (19-21).
Desde esta intertextualidad podemos entender, finalmente, el título: Caídos, por la referencia al paracaídas que no se abre o no funciona, y Alquitrán por el pavimento. Para muchos esta referencia y las consecuencias en la identidad del hablante lírico pueden ser molestosas, pueden no concordar con la imagen del paria que se nos presenta; sin embargo, la vida del outsider no se fundamenta desde la ignorancia de la tradición, todo lo contrario, el conocimiento, las ideas, la palabra son grandes recursos de resistencia, los que permiten la libertad de pensamiento y son el fundamento de un sujeto crítico, esta realidad se demuestra en los grandes lectores que son los anarquistas, anarco-punks, y la escena editorial anarquista que existe hoy en día, por lo que no son raras las referencias a Huidobro y a Deleuze y a Guattari.
Javier Peralta no abusa de una descripción de la sociedad, del sistema, la que está enfocada desde la economía política y cómo la acumulación del dinero es la regla de vida: “En el supermercado de la vida […] la tarde estaba hedionda a capitalismo” (18) o:
La moneda falsa
de los apóstoles renovados
suena y suena en sus bolsillos
pelándonos el cable con el desarrollo
y la privatización
Vender vender vender
vender vender por sobre todo
la muerte también tiene plusvalía (29).
Desnudar al sistema en su contradicción es un aspecto insoslayable de la escritura política disidente, la que en este caso se concentra en el papel de la Concertación y su papel como vendedores de lo público, concesionando a privados, por ejemplo, las autopistas y el sistema de transporte público (Transantiago). De tal manera, el contexto de Caídos de alquitrán marca el paso histórico desde la dictadura hacia la democracia.
Con Caídos de Alquitrán Ajiaco Ediciones sigue incursionando en la poesía política y afianzando una estética propia, que, en el caso de este libro, se exalta con los colores negro y rojo y la imagen de un hombre con megáfono: primeros indicios del tenor de la escritura poética de Javier Peralta; escritura que se define por la articulación de un modo de vida al margen de lo que la sociedad y el neoliberalismo esperan de los sujetos, este modo de vida implica una separación total respecto de la sociedad, en la que el sujeto colectivo que construye Javier Peralta vive a puro pulso su condición marginal, y este modo de vida se vincula con una forma de hablar cruda que Javier Peralta sostiene desde la cita de Deleuze y Guattari, lo que le permite sostener teóricamente la importancia de una forma de comprender el mundo lingüísticamente. Si bien la vida de estos sujetos outsider se da en un contexto marcado por el paso de la dictadura a la democracia, la crítica está marcada por la manera en que el supuesto gobierno del pueblo y el neoliberalismo determinan la existencia de los sujetos. Esta crítica puede gustar más o menos dependiendo de la afinidad política del sujeto lector, quien está llamado a seguir juzgando a los que implícitamente nos han juzgado a todos.


Enlaces de referencia

Deleuze, Gilles y Guattari, Félix (1990). ¿Qué es una literatura menor? Kafka. Por una literatura menor [pp.28-44]. México: Ediciones Era.
Hernández, Héctor (22, octubre 2008). Sobre lo novísimo
Maquieira, Diego (1983). La tirana. Santiago: Tempus Tacendi.
Huidobro, Vicente (1931). Altazor. Madrid: Ibero Americana de Publicaciones. 

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