[Gustavo Ossorio. "Mi pensamiento encalla en los signos". 2ª parte]. Por Juan Manuel Silva.

Como ya se ha presentado, la poesía de Gustavo Ossorio es una textualidad difícil, árida y de pocos lectores. Ya comprueba dicha sentencia el escaso tratamiento que su obra ha tenido.

Sea por el desconocimiento de su situación biográfica o por los movimientos canónicos que hicieron sobrevivir a poetas como Gonzalo Rojas o Nicanor Parra dentro su "generación" (si es que se puede hablar de generación sin proyecto estético, o características afines), en desmedro de poetas como Victoriano Vicario, Hugo Goldsack, Jaime Rayo u otros; el problema principal es el exiguo interés de los analistas en una poesía oscura, con ribetes esotéricos y metafísicos hoy en día. Más allá de la publicación de libros de Mahfud Massís, Carlos de Rokha o la Poesía Completa de Rosamel del Valle, son sólo unos pocos quienes rescatan del polvo y el olvido la valiosa escritura de esta época. De gran valía, tanto por la pléyade de estilos, visiones y poéticas que existían, así como por la calidad que tuvieron algunos de dichos poetas. Así, tanto en la prosa de Pedro Prado, los Últimos poemas de Vicente Huidobro y algunos poemas de Temblor de Cielo de este último, las dos primeras Residencias de Pablo Neruda y el libro Desolación de Gabriela Mistral, es posible encontrar un acervo tradicional poético de esta materia negra y densa que plena la poesía de Ossorio. De este modo, la fragmentariedad de Huidobro, la nominación y la amenaza oscura de Neruda, el prosaico pero poético tono de Prado y la vinculación trascendental, la esperanza ciega y el desconsuelo de Mistral, configuran la melancolía en Ossorio. Hay de esta poesía en la suya, mas no alcanza a ser más que una referencia, un punto de fuga en que su escritura se desplaza libre y a la vez acorralada por espectros tanto de este mundo como no. Su poesía es en la poesía chilena. Bebe además del críptico lirismo de Rosamel del Valle y Humberto Díaz-Casanueva, y comparte la fascinación tradicional religiosa con Anguita. Pero como toda gran poesía, su vínculo es con la palabra: con el Poema del Gilgamesh en la situación mortal de la existencia y su caducidad, con el Mahabharata en la visión de una gran batalla entre los hombre siendo en el fondo familiares, con la Biblia y su infinito cúmulo de historias y figuras, con Ibn Arabi y Rumi en la búsqueda de la extinción en Dios y con San Juan de la Cruz en el periplo de sanar la herida divina.
Su búsqueda no es nueva, y tampoco sus medios y procedimientos. Se encuentran en Chile, América y en Occidente. Lo particularmente extraño, es que no son muchos quienes se han enfrascado en estas batallas en Chile. Si bien Gabriela Mistral y Eduardo Anguita pueden ser considerados poetas religiosos, son poetas de una religión, o bien, con un imaginario condicionado por la labor poética o por los marcos del cristianismo en América. No es el caso de Ossorio. Emparentado con los arrojados buscadores del Sufismo y de la Cábala, su búsqueda a veces parece herejía, pero a diferencia de ellos, no hay una tradición de la que sea estandarte, ni menos una convención religiosa que lo ampare. Su navegación es libre. Pareciera buscar aquello que supera a todas las divinidades identificadas en las religiones; así su heterodoxia parece haber llevado su búsqueda a la poesía como medio de comunicación con ese mundo desconocido: donde todas las creencias convergen. Bebe de variadas fuentes, como se mencionó, y es esta particular y contradictoria creencia en un orden previo, que baraja la ausencia, el desgarro y la devastación humana, la razón que lo lleva a internarse en dichos misterios. Por lo mismo, es de vital importancia describir el proceder poético de Gustavo Ossorio en la poesía chilena, como otra posibilidad de comprender a la misma poesía chilena.
Ossorio es un caso de excepción, quizás como muchos otros en el continente que aún no han sido estudiados (vale el caso de Jacobo Fijman en Argentina). Tal es la razón para estudiar por primera vez con detención y rigor, los procedimientos y sistemas que abarca su producción: fijar la poesía de Ossorio como un modo excéntrico de comprender la poesía en Chile, así como una posible vinculación a futuro con nuevas poéticas que, sin lugar a dudas, no serán nacidas de la nada.

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