[El Inicio de una escritura]. Por Víctor Quezada

El inicio de una escritura proviene siempre desde la sombra, o en la penumbra física tras la acción del bajar las persianas y encender una pequeña lámpara por la noche. La prestidigitación de un ciego: la luz nos da en plena cara, nos ciega sobre el escenario, a nosotros: el yo repetido en la fijeza todo ojo del público expectante; grandioso jayán de ocho mil cuatro ojos. Espectador aéreo que nos atosiga como una mosca especular ahora, o sea, reflejada en ocho mil espejos que hacen del trayecto de la flecha emponzoñada una guerra, mientras el refugio del telón nos ampara confundiéndose con nuestro traje negro.
Figura de la desaparición en el reflejo y su repetición en el ojo del gigante: Polifemo. Nadie es un buen nombre. El ojo de Polifemo muestra las manos del prestidigitador ciego. El ojo descubre el escondite de la carta. Y no es el envenenamiento ni la fatiga progresiva y la llegada próxima del desmayo causas de la angustia. La angustia está en el foco concentrado en los dedos y su proximidad: la luz como manando de las manos, una luz que se siente por el calor a través de la piel. La angustia es el foco que escapa de los dedos para dar con el rincón a donde vuela la carta y espera. Sin embargo, no es la carta lo importante, la carta actúa como índice. No es el escenario lo importante. Lo importante y causa es la desaparición del prestidigitador convertido ilusionista (la angustia es de quien ve, atrapado) que aprovecha el instante del vuelo de la carta, su trayectoria emponzoñada, para escapar.
Y asistimos al anverso de la escena, donde el rincón indicado se descubre, y el claro del bosque -aquella línea de luz que revela tras el escenario, misma línea que dibuja una puerta en la oscuridad completa- la hace aparecer: gran acto consumado del anciano: Old man with wrinkled female breasts, mujer octópoda que alcanza entre sus manos a Polifemo y con los dientes hechos tenazas muerde el ojo cegando ahora los ocho mil de la mosca. Y detrás de todo, consumado el acto de enceguecimiento y desaparición, se descubre el tránsito, confundidas las puertas con salidas: la araña es una nave octópoda.
-- Don Segundo Sombra: la distancia. Se concluye: Me fui, como quién se desangra.

La sangre se descubre por primera vez con la violencia de la infancia. El niño ascético quiere despegarse del mundo subiendo por la escalera del resbalín para alejarse de la sombra misma, saltando en vez de caminar, borrando la sombra ¡quisiera volar! Y caigo con la mirada al encuentro de la sombra y el cuerpo en la tierra. Su desgarramiento, índice del mundo. Yo tengo el mundo en el codo derecho, dibujado en la falta de carne: caída violenta. El niño que se esconde del mundo entre el techo y el cielorraso ha descifrado el poder del sol: no quiere crecer ni se alegra con la lluvia: sabe que la lluvia es otra forma del sol: el niño es sabio: Ius pater.
Hematofobia cuando las manos se apoderan del oído frente al tronar del cielo. Hematofobia en primavera. El niño quiere acabar la circularidad estableciendo otro código, otro orden en el negarse: una boca negada.
-- Schiller: la educación: hacer de las manos ojos, de la boca oídos.

Todo refugio esconde en su trazado las líneas de lo infinito. Reconocer en el punto el descanso: hombres que parecen llevar el sol sobre la espalda, a lo lejos vistos depositar la semilla en una tierra que se hace fértil: la proyección de lo acabado. El mediodía. Hombres de piel oscurecida que de niños bajo el árbol se afanaran en la visualización de la guarida próxima, con los ojos siempre hacia lo alto: como quien mira para atrás. Mientras, el sol desciende: hombres que parecen ordeñar el sol.
Todo punto es una línea en proyecto, toda línea un círculo: su diámetro, el mundo. Yo he visto esto en los viajes, a través de una ventana, al tiempo que lo circundo todo.
(Un verso puede muy bien no solucionar nada, pero, Oh mi corazón, escucha el canto de los marineros)

(diciembre 2005 - noviembre 2006)

Comentarios

Anónimo dijo…
Viva el entusiasmo!
Viva la escritura!

Salud!
República!
Moral!